La semana pasada, justo en el clímax del debate sobre el estado de alarma en la Comunidad Autónoma de Madrid que tenía lugar en el Congreso de los Diputados, el CIS hizo público su barómetro del mes de octubre. Un barómetro que incluye preguntas sobre el coronavirus, la actual pandemia mundial, y también las clásicas cuestiones sobre la intención de voto y las preocupaciones de los ciudadanos.
Podemos discutir la veracidad de los datos que recolecta el Centro de Investigaciones que dirige Tezanos; podemos no creernos los porcentajes de intención de voto ni los parámetros que utiliza; pero todo aquello que no se cocina directamente como encuesta política, nos muestra el reflejo de la sociedad en la que vivimos. Creo que de esto no cabe duda, porque además se confirma sólo con salir a la calle.
A nadie puede sorprenderle que dos de los tres problemas que más preocupan a los españoles y que recoge el CIS tengan que ver con los políticos. El otro es el virus. Pero si rascamos un poco más, resulta que los “problemas” relativos a nuestros representantes públicos tienen que ver con el “mal comportamiento de la clase política”. Y, sinceramente, no me extraña. El espectáculo tiene el guion del peor ‘reality’: náufragos, barro, cuernos, ataques de celos, puñaladas en confesionarios… Todo junto.
Sin embargo, existe un pequeño grupo de irreductibles -como los de la pequeña aldea gala- que insisten, insistimos, una y otra vez en la necesidad de sacar la bandera blanca y centrarnos en lo importante. Necesitamos una tregua política, consumar el alto el fuego que nos están exigiendo los españoles. Basta ya de guerra de trincheras. Basta ya de luchas absurdas que no sirven para nada. ¿Acaso recitar la lista de agravios salva vidas y empleos? Nos pasamos tanto tiempo buscando culpables que no encontramos soluciones a la pandemia. Pues eso.
España tiene por delante un reto enorme: la peor crisis sanitaria, económica y social en tiempos de paz. Y no puede permitirse sumar al elenco, además, una crisis institucional.
Mirad, mientras en España discutíamos sobre los datos de la pandemia, sobre los procedimientos adecuados para tomar medidas, sobre cuándo hay que tomarlas y lo duras o laxas que éstas deben ser, cuando todo esto sucedía, la Unión Europea hizo públicas las recomendaciones en las que establece unos umbrales muy claros que marcan el camino a los Estados miembro para saber cómo proceder y evitar la descoordinación. Evitar el caos, que causa más dolor, más muertes y más ruina.
El Gobierno de España ha tropezado dos veces con la misma ola. Estamos repitiendo los mismos errores que en marzo. Los rebrotes nos han pillado sin un Plan Nacional ni una estrategia común para toda España. La Unión Europea, sin embargo, sí ha hecho los deberes y ha marcado un camino con unos criterios estrictamente sanitarios para proteger la salud de los ciudadanos y velar por la recuperación de la economía, salvando el final del año y la campaña de Navidad. No podemos volver a llegar tarde. Debemos tomar nota de las recomendaciones que están funcionando en Europa. Europa nos ha dado una solución.
¿Por qué no podemos hacer en España como hacen en la mayoría de países de Europa? ¿Por qué un ciudadano de Berlín está más protegido económica y sanitariamente frente al virus que un valenciano, un madrileño o un navarro? ¿Por qué en París se toman medidas con una incidencia menor?
Mientras en España perdemos el tiempo discutiendo sobre la forma de recabar los datos, sobre los procedimientos o sobre cuándo hay que tomar medidas más o menos duras, la UE ha publicado unos umbrales por colores muy claros:
Verde, si el índice de notificación en los últimos catorce días es inferior a 25 y el índice de positividad de las pruebas es inferior al 4%.
Naranja, si el índice de notificación en los últimos catorce días es inferior a 50 pero el índice de positividad de las pruebas es del 4% o superior o, si el índice de notificación en los últimos catorce días se halla entre 25 y 150 y el índice de positividad de las pruebas es inferior al 4%.
Rojo, si el índice de notificación en los últimos catorce días es de 50 o superior y el índice de positividad de las pruebas es del 4% o superior, o si el índice de notificación en los últimos catorce días es superior a 150.
Gris, si la información es insuficiente o si la tasa de pruebas es inferior a 300.
En resumidas cuentas, cuando los datos son malos, el semáforo europeo se pone en rojo. Y cuando se hacen las cosas bien, el semáforo se pone en verde. Así que, según esto, toda España está ahora mismo en rojo por la elevada incidencia del virus y debería tomar medidas más estrictas.
Los expertos ya nos han marcado el camino, lo que hace falta ahora es voluntad política para recorrerlo. La UE nos ha puesto un objetivo del que nadie puede sospechar de partidismo, recorramos nosotros el camino juntos, como sociedad. Tomemos ese compromiso como ciudadanos: derrotemos el virus, salvemos vidas y protejamos la economía.
Cada uno dentro de nuestro ámbito, cada uno dentro de nuestras responsabilidades. Yo me comprometo a seguir luchando para acabar con el politiqueo y trabajar por defender medidas útiles y sensatas. Lo estoy haciendo desde el inicio de esta pandemia. A veces no es fácil, pero siempre es lo correcto. Y para eso vinimos a la política; profesionales de lo fácil ya había muchos. Para eso nos habéis elegido.