Sagunt a Escena programa un seminario sobre el trabajo de las directoras frente a los clásicos
VALÈNCIA. Los grandes mitos femeninos de la Antigua Grecia son universales y extrapolables a cualquier tiempo. Y así se puso de manifiesto este pasado 27 de julio en Sagunto, donde a partir de las tragedias de Fedra, Antígona, las troyanas y las amazonas salieron a colación debates contemporáneos como el juicio de “La Manada”, el Gobierno mayoritariamente integrado por mujeres de Pedro Sánchez y los feminicidios en Ciudad Juárez.
El festival Sagunt a Escena organizó el seminario Directoras frente a los clásicos, donde las visiones más académicas se contrastaron con el reto que las directoras teatrales afrontan al llevar el imaginario griego a las tablas. Entre las preguntas formuladas a las ponentes se planteó si la dramaturgia puede ser el arte de reinterpretar el pasado para reconstruir una nueva realidad. Y la respuesta unánime fue un sí esperanzado.
La escritora de Sax Isabel Barceló revisó los estereotipos de género arraigados desde el siglo V antes de Cristo: el silencio, el constreñimiento al hábitat doméstico, el ansia sexual y la muerte.
En la literatura del periodo, la mujer quedaba recluida al ámbito privado y doméstico, en contraposición al espacio abierto y público que dominaban los varones. “Frente a la actividad, que es un patrimonio exclusivo de la virilidad, las esposas no tienen más horizonte que la tediosa cotidianidad, la pasividad y la espera de un marido ausente a veces en periodos muy prolongados”, señaló la autora de entre otras novelas, La ira de Medea (Mitología Gredos, 2017).
Con su decisión de enterrar a su hermano Polinices en oposición a la norma impuesta por Creonte, Antígona irrumpe en el espacio público, ocupa una esfera que según su sociedad no le corresponde. Y el rey de Tebas no puede soportar someterse a la voluntad de una mujer, porque atenta contra su virilidad.
La avidez sexual de las mujeres era otro lugar común en el teatro griego. Mientras que el amor masculino es inmediato, indoloro y basado en la posesión física, en el femenino late un anhelo más profundo y doloroso. “La pasión aparece como una enfermedad que todo trastoca, le hace perder la razón a quien lo sufre, subvierte el orden del mundo. Tiene consecuencias funestas”, apuntó Barceló.
La muerte de Fedra es un ejemplo. La heroína se debate entre el esfuerzo por dominar la pasión que siente hacia su hijastro, Hipólito, y el deseo de hacer realidad su anhelo, prohibido por la educación que ha recibido. La única forma de resolver el dilema pasa por ceñirse un nudo corredizo a la garganta.
“No existe en la literatura griega una forma heroica para la mujer que no pase por la inmolación”, lamentó la ponente.
Otra norma impuesta a la mujer del periodo era el silencio. De hecho, mientras Fedra guarda en secreto los sentimientos que la consumen, sólo se hace daño a sí misma, pero, ay, cuando se desahoga.
“Los hombres atribuyen a la mujer una tendencia a la cháchara y al chismorreo insustancial y peligroso, porque pone en marcha mecanismos cuyo control desconocemos. Cuando la protagonista habla, todo se desencadena. Es la palabra la que crea la tragedia”, advirtió la alicantina.
La poetisa y dramaturga Margarita Borja expuso en su participación la importancia de hacer pedagogía para entender que la asfixia de las mujeres en los espacios ciudadanos se ha ido editando a lo largo de los milenios en nuestro ADN cultural.
La vicepresidenta de la asociación para la igualdad de género en la cultura Clásicas y Modernas marcó como un momento clave en la imposición del heteropatriarcado el relato que hizo Herodoto sobre la derrota de Gea a manos de Zeus. “La ruptura de la tradición oral de los mitos arcaicos deviene en que Zeus es un yo me lo guiso y yo me lo como. A partir de entonces, las mujeres no tienen más función en este mundo que ser las depositarias del semen masculino. Por mucho que surjan féminas importantes en la Grecia clásica que marquen impronta en muchas situaciones políticas y culturales, este mandato simbólico establece que sólo los hombres son la cúspide y los que van a gobernar las formas de la vida. Las mujeres fracasan, tanto las imaginadas como las reales”, se dolió la autora y directora de teatro, quien aplaudió el momento de reelaboración de esos arquetipos, en principio, inmutables, al que asistimos en la actualidad.
Bajo su parecer, vivimos un momento histórico que permite visiones dramatúrgicas asentadas en otro mundo de ideas y en otras convicciones políticas e ideológicas. A ese cambio ha influido el artículo 26 de la Ley de la Igualdad, sobre la creación cultural y artística.
“Hemos empezado a hacer cuñas importantes. El impulso que nos dan los nuevos corpus legales coincide con muchas generaciones de mujeres en activo en la autoría y de actrices en la creación escénica”.
Al respecto, Borja repasó tres lecturas del mito de Antígona con las claves del presente. Las tres, desarrollados en América Latina.
La actriz peruana Teresa Ralli se dedicó a recoger testimonios de mujeres de las barriadas y las aldeas asoladas de muertos asesinados por Sendero Luminoso y por los paramilitares. Con esos documentos, acudió hace 18 años al poeta José Watanabe, que reescribió Antígona con esas claves para un espectáculo unipersonal en el que Ralli interpretó a todos los personajes de la tragedia: Ismene, Tiresias, Creonte…
El segundo ejemplo apuntado por Margarita fue la experiencia llevada a cabo por el Teatro Nacional de México a partir de los feminicidios en Ciudad Juárez y Guanajuato, “ciudades donde se mata a las mujeres como si fueran chinches”. A partir de los testimonios pusieron en marcha un laboratorio y montaron una obra donde los textos de Sófocles se fundían con las palabras testimoniales.
Por último, se refirió a la iniciativa de Patricia Ariza al frente de la Corporación Colombiana de Teatro para denunciar la tragedia de los falsos positivos en tiempos del presidente Álvaro Uribe. Esto es, el asesinato de civiles inocentes a los que hacían pasar por guerrilleros muertos en combate.
La poetisa, dramaturga y actriz trabajó con las 300 mujeres de Soacha, un municipio de Cundinamarca en el que mataron a varios jóvenes. El 27 de agosto de 2009 vinieron caminando 30 kilómetros hasta la plaza de Bolívar, en Bogotá, y se reunieron en una acción poética con otros grupos de mujeres activistas por la paz y los derechos humanos. Eran Antígonas que increpaban a un Estado que había arrumbado a sus hijos en fosas comunes.
“Las Antígonas que estamos haciendo desde el teatro están imbricadas en la vida de las mujeres de muchos lugares. Ojalá en un futuro deje de ser la tragedia principal que se representa en medio mundo y podamos hacer otros montajes clásicos”, ansía Margarita Borja.
La directora artística del Teatro Español, Carme Portaceli, habló de su experiencia en la adaptación de Las Troyanas, programada el año pasado en Sagunt a Escena. Y Juana Casado, de su proyecto Amazonas, Premio Lorca de teatro andaluz a mejor espectáculo de Flamenco en 2017.
Casado tomó el mito de la tribu de mujeres autosuficientes y en permanente lucha contra el yugo de la prepotencia masculina para realizar un montaje donde conviven diferentes lenguajes escénicos: teatro, flamenco, danza y música.
“Me llamó poderosamente la atención esta idea de las amazonas que crearon una sociedad con sus propias leyes en el siglo 6 antes de Cristo. Me pareció tan moderna… Vivimos en el siglo XXI y todavía estamos luchando por conseguir la igualdad”, comparó la bailarina y coreógrafa, directora de la compañía AndanZas.
La actualidad se ha colado en su propuesta. Juana avanzó que una concesión que le he pedido a su dramaturga, Luz Valenciano, ha sido introducir en las nuevas representaciones una alusión al caso de “La Manada”, “porque es una forma de unirnos a esta mujer que ha sufrido una agresión y no ha sido escuchada”.
Portaceli también se refirió al caso de la violación en grupo sucedida en Pamplona durante las Fiestas de San Fermín de 2017. Bajo su parecer, vivimos en una sociedad que tiene una tolerancia muy grande frente a los abusos. “No obstante, creo en el cambio y en la evolución. De hecho, Pedro echó a las mujeres de la Iglesia y otro Pedro las ha metido en el Gobierno. La lucha por la igualdad de género está de moda-. Tampoco es tanto como nos hace creer la prensa, pero hay que aprovechar el tirón”.
En su relectura del clásico de Eurípides, Portaceli dio voz a las refugiadas de las guerras contemporáneas. De ahí que el montaje arrancara con una imagen de Alepo.
“Para Troyanas buscamos una traducción, que es uno de los problemas que tienen los textos clásicos, porque son acción inmediata, es impulso puro y duro, pero están traducidos desde una retórica que creo que no tienen. De modo que hay que ser muy conciso en la traducción y buscar el cambio del relato”, opinó la directora de escena.
Bajo su parecer, las obras clásicas están, por desgracia, de una actualidad absoluta, y a los grandes poetas les caben todas las reescrituras e interpretaciones.