Los valencianos somos un poco lloricas. Hay que reconocerlo. Nos quejamos quizás en exceso de las dificultades para alcanzar retos. Tanto es así que, cuando nos preguntan por un proyecto exitoso y relevante para nuestra ciudad es muy frecuente que la primera valoración que oigamos sea la negativa.
Tomemos como ejemplo Biohub, el primer edificio dedicado a albergar proyectos exclusivamente de la industria biotecnológica ubicado en La Marina de Valencia. El proyecto tiene más de un año de vida y todavía contesto cosas como "puf, pues nos ha costado seis años de peleas políticas" o "tuvimos que renovar la concesión hasta en tres ocasiones con la obra en marcha". Entono el mea culpa y me excuso autoconvenciéndome que tengo que prevenir a otros emprendedores o sencillamente me recuerdo a mí misma, sin mucho éxito, las muchas razones para no meterme en más proyectos de este tipo.
Pero ocurre que, a pesar de los infortunios, los proyectos acaban por materializarse con éxito. Si hacemos balance de lo que encontramos cuando empezamos y del resultado final, si dejamos de lado las quejas y contemplamos lo conseguido, el balance no puede ser más contundente y nos suele producir un enorme orgullo de pertenencia.
Es lo que me ha pasado con The Terminal. Ese singular edificio marrón acristalado construido en los años 80 en La Marina de Valencia junto al Edificio del Reloj. Otro gran ejemplo de via crucis administrativo si nuestro objetivo fuera hablar de problemas. No es el caso. El objetivo es compartir el orgullo que me produce saber que a partir del próximo mes de mayo The Terminal se convertirá en el epicentro de la innovación y el emprendimiento valenciano y un gran y claro ejemplo de orgullo de pertenencia, no solo para los promotores del proyecto, sino para todos los valencianos.
No es una casualidad que estos dos proyectos, junto con Marina de Empresas y otras iniciativas en las que destaca un alto componente de emprendimiento e innovación confluyan en La Marina de Valencia. Precisamente, los enclaves singulares como este nos permiten retener mejor a nuestro talento local y captar talento internacional, así como abordar las ineficiencias que nos impiden tener más emprendedores. En estos lugares, diseñar y tomar medidas para ayudar a que el tránsito desde el mundo académico, donde se producen los hallazgos científicos, hasta la sociedad, es un poco más fácil.
Por eso, creo firmemente que los edificios de La Marina de Valencia seguirán concentrando a los referentes y casos de éxito de emprendimiento tecnológico. Porque si hace unos años emprender en la capital del Turia era una tarea solitaria, hoy nos encontramos en espacios como La Marina de Valencia para trabajar juntos.
Además, estos lugares ayudan a captar inversión, tan necesaria en las fases semilla de los proyectos. No me refiero solamente a los grandes y especializados fondos de inversión, sino también a pequeñas iniciativas financieras cada vez más frecuentes y cercanas a los ciudadanos. Hablamos de expertos financieros que buscan proyectos sostenibles y que mejoren la salud y calidad de vida de las personas.
En definitiva, en toda Europa no hay un lugar como La Marina de Valencia. Ya hace casi diez años que algunos visionarios decidieron apostar por este enclave singular y trabajar muy duro para transformar el espacio y convertirlo en un polo de desarrollo tecnológico reconocido nacional e internacionalmente. Todos los proyectos que allí se ubican son un éxito por sí mismos, pero gracias a estar ubicados juntos y de tener intereses comunes nos van a proporcionar la oportunidad de explotar sinergias y multiplicar nuestras actividades e impacto.
Los valencianos somos, en realidad, unos privilegiados. Trabajamos en una comunidad rica en recursos a la que todavía no hemos sabido sacarle el máximo partido a pesar de tener los mimbres necesarios. Ante las quejas que sobran, esfuerzo y cooperación entre nosotros. Solo así llegaremos muy lejos.
Ángela Pérez es presidenta de Valencia Innovation District