Una exposición en Londres pone en duda la atribución al pintor español del retrato de Isabel Porcel, una de sus obras paradigmáticas
VALENCIA. Es la celebración de Goya por excelencia de este año, de muchos años. Londres se ha rendido al talento del pintor español con una exposición en la National Gallery de sus retratos que ha recibido toda clase de parabienes y que está siendo un éxito. Pero no toda la alegría es completa. La fiesta no es perfecta. En medio de la exposición ha sonado una voz discordante cuyos ecos apenas han llegado a España. Hay serias dudas sobre la autoría de una sus obras, uno de sus retratos paradigmáticos, el de Isabel de Porcel, que se exhibe ahora en una sala separada.
El motivo de esta decisión ha partido de la propia National Gallery, que da cuenta de ello en su página web. En ella se recuerda cómo la pintura fue adquirida por la institución en 1896, y que fue una de las primeras pinturas del artista que entró en la colección. Igualmente, se reconoce que aunque durante mucho tiempo se ha presentado como uno de sus más deslumbrantes retratos, su singularidad provocó serias dudas en algunos estudios recientes.
La situación no es nueva. Como recuerda el que fuera conservador jefe del San Pío V de Valencia, José Gómez Frechina, ya sucedió algo parecido en el Metropolitan de Nueva York hace veinte años. En aquella ocasión el museo neoyorquino confrontó las 16 pinturas que poseía en su fondo y tras analizarlas una a una descubrió que sólo siete estaban fuera de toda duda. Y, al igual que ha hecho ahora la National Gallery, el Metropolitan no sólo no escondió las pinturas sino que las exhibió en una gran exposición destacando que eran falsas.
Los motivos que han llevado a la National Gallery a esta reatribución son diversos. Entre otras cuestiones se plantea que aunque la pintura está realizada “con gran estilo”, en comparación con sus otros retratos carece de la sutileza habitual de Goya en la descripción de las transparencias y texturas, así como en el perfil psicológico de la retratada.
Ya en 1981 un examen técnico del cuadro, que incluyó rayos X y un análisis de las secciones transversales, reveló que la pintura fue realizada directamente sobre la parte superior de otro retrato, posiblemente de Antonio Porcel, marido de la retratada, Isabel Lobo Velasco. Si bien es algo poco habitual, no es un caso único en la obra de Goya ni era una práctica adoptada exclusivamente por él. Es más, pintar sobre otra pintura ha sido algo que se ha dado en todo tiempo y lugar. Por citar dos ejemplos recientes, la colección Abelló exhibió el año pasado un cuadro de Amedeo Modigliani, El violonchelista, en cuyo reverso contenía otra pintura, y en 2012 se dio a conocer que tras aplicar rayos X a un cuadro de Van Gogh se descubrió debajo otro.
A la National Gallery no le han dolido prendas en retirar el cuadro de Isabel de Porcel de sus fondos como pintura de Goya. Es más, consideran que la exposición es una ocasión única para reflexionar sobre esta atribución y tirar por tierra todos los textos que hablaban de este cuadro como uno de los Goyas más llamativos, así como la historia oficial que decía que la pintura había sido realizada en 1805 y que se presentó a la Real Academia de San Fernando por el propio pintor. La obra, adquirida por el museo británico a los herederos de la familia, ha pasado ahora al salón de los castigados, de los cuadros dudosos.
Una actitud que ha tenido eco en la prensa internacional. Le Figaro publicó esta semana un artículo específico sobre el tema en el que se recogían declaraciones tanto del comisario de la exposición, Xavier Bray, como de la conservadora de pinturas italianas y españolas de la National Gallery, Letizia Treves. Esta especialista recordaba a la prensa francesa que "los pastiches y falsificaciones de obras de Goya proliferaron en el mercado de arte de Europa y América en la segunda mitad del XIX y principios del siglo XX ". Algo de lo que pueden dar fe desde Nueva York.
Las dudas han hecho plantearse a la National Gallery si el verdadero Goya es el que está debajo, el retrato del marido, y que el retrato de la mujer fuera de otro pintor, quizás coetáneo. Entonces la pregunta sería quién fue el valiente que se atrevió a pintar encima de un cuadro del maestro. Y es aquí donde cabría recordar un nombre valenciano, el del pintor Asensio Juliá, conocido a partir de los últimos años del siglo XVIII como ayudante principal del taller de Goya. Juliá fue protagonista de una enconada polémica en enero de 2009 cuando la jefa de conservación de pintura del XVIII y de Goya del Prado, Manuela Mena, aseguró que él era el verdadero autor de El coloso, otra de las supuestas obras paradigmáticas del pintor de Fuendetodos.
Al margen de cuál sea la resolución del debate, lo que sí que confirma esta historia es que, como comenta Gómez Frechina, “en el mundo del arte no hay verdades absolutas”. Cabe, pues, mantener la duda como principio. Algo que le encantaría a Descartes.