La verdad, convocar unas elecciones en plena Semana Santa no es serio. Pero conlleva una ventaja, visto lo visto: aunque hayamos tenido, como siempre, una precampaña larguísima-eterna, la campaña será corta. Unos días de prolegómenos, que estamos viviendo ahora y terminarán el miércoles; un oasis de paz y tranquilidad en los días grandes de Semana Santa (del jueves al lunes); y una semana final, cuatro días de campaña, en donde los partidos se jugarán el todo por el todo.
Se lo jugarán, en buena medida, en los debates electorales. El debate de Atresmedia del 23 de abril y los debates programados a nivel autonómico, que son muchos. Este lunes vivimos uno de esos últimos debates, organizado en La Nau por la Cadena Ser, con los cabezas de lista en la circunscripción de Valencia de PP (Belén Hoyo), PSOE (José Luis Ábalos), Ciudadanos (María Muñoz), Unidas Podemos (Héctor Illueca) y Compromís (Joan Baldoví). El formato, el mismo que el viernes: el debate está dividido en cinco bloques, y en cada uno de ellos hay un turno de palabra de 90 segundos para cada candidato y otro de 60 para replicar (salvo en el último bloque, de conclusiones). Sin embargo, encontramos una diferencia significativa: este debate ha sido mucho más aburrido que el del viernes.
Desde el principio, se notó muchísimo quién es político profesional y quién no: Baldoví, Hoyo y Ábalos lo son. Muñoz e Illueca, en cambio, no. Y lo han hecho mucho peor que los anteriores. Muñoz, porque está todo el rato leyendo. A uno le entra la sospecha de que leería cualquier cosa que le pusieran delante. Lee incluso cuando dice "València" o "Comunidad Valenciana". Resulta tentador pensar que es como esos cantantes de rock que se dirigen al público enfervorizado sin saber muy bien en qué ciudad actúan, y hacen un pequeño alto en el discurso para leer disimuladamente el nombre de la ciudad en una etiqueta de su guitarra: "Es un placer actuar en... València. ¡Hasta siempre!".
María Muñoz saltó al estrellato con esta entrevista de Valencia Plaza, que fue muy comentada, y no para bien. Aquí ha venido, claramente, a no arriesgar: arriesgar significa que hable con libertad y pueda meter la pata. Así que todo indica que sus asesores de Ciudadanos le han preparado una serie de folios de argumentario para que los lea sin cesar. De hecho, la entrevista de Valencia Plaza sale a colación (Belén Hoyo se la tira a la cabeza en un momento del debate), y ella responde (por una vez, sin leer) que la frase que encabeza la entrevista de marras, en la que Muñoz decía que la infrafinanciación se la tenían bien merecida los valencianos, se había sacado de contexto. Algo tiene que decir para salir del paso; pero es imposible sacar toda una entrevista de contexto. Con el debate pasa lo mismo.
En teoría, fichar a gente de la sociedad civil para la política es buena idea. De hecho, es lo que habría que intentar: que la política responda a lo que emerge de la sociedad, y no sea un compartimento estanco. Pero en la práctica, a veces no sale tan bien. El fichaje que creíamos Messi se torna en Prosinecki: desganado, errático, vaga por el campo sin saber qué hacer. Casi parece, casi... que no es un político, y no sabe qué hacer en este entorno tan extraño, con reglas tan peculiares. A María Muñoz se le nota muchísimo que está incómoda en este rol de candidata, y que apenas ha podido adaptarse a él. Para próximas ocasiones, mejor que estos fichajes lleguen en pretemporada, no en el último momento, y así hay algo de tiempo para prepararles para lo que se les viene encima.
Capítulo aparte merece Héctor Illueca. Su discurso ya sonaba antiguo en 1987. Envarado y hierático, mira a la cámara (o a donde parece creer que está la cámara) y recita soflamas (casi siempre las mismas, ignorando el tema que ha introducido el moderador) en tono monocorde y robótico. Tanto, que da la sensación de que en cualquier momento empezará a proferir "no computable, no computable...", y se detendrá. En su favor hay que decir que sí que argumenta algunas cosas y, al menos, no lee. Pero la forma se lo lleva todo por delante.
Como decía, se nota la diferencia entre los no profesionales y los que llevan mucho tiempo dedicándose a esto: toda la vida adulta (Ábalos y Hoyo) o buena parte de ella (Baldoví). Los tres se manejan con soltura, un discurso plagado de frases con gancho, requiebros discursivos y rodeos para no decir lo que no se quiere decir mientras se ataca al rival. ¿Y quién es el rival? Para Ábalos, la derecha (PP y Ciudadanos, con la ominosa sombra de Vox). Para Hoyo, el PSOE. Para Baldoví, el bipartidismo sometido a Madrid, en el que integra a Ciudadanos. Hay una constante: todos ignoran al pobre Héctor Illueca, que hace la guerra por su cuenta.
Se supone que el debate ha de tener algún acento local, dado que son los cabezas de lista por València, pero el discurso nacional lo inunda todo. Sólo hay un tema netamente "valenciano" que logra colarse en el debate, y lo hace con fuerza: la financiación, como siempre. Ideal para tirarse los trastos a la cabeza. La financiación actual es culpa de Zapatero, dice Hoyo, y en estos ocho meses de Gobierno los socialistas no han arreglado nada. Ustedes tuvieron ocho años para cambiarla, cuatro de ellos con mayoría absoluta, y tampoco hicieron nada, le contestan Ábalos y Baldoví. Este último no se fía ni de unos ni de otros, y asienta una de las principales cartas en la manga que tiene Compromís, y que más les beneficia en las encuestas: ellos defenderán a toda costa los intereses de los valencianos, mientras que PP y PSOE... a saber lo que harán. Baldoví se apunta un tanto dándole la vuelta al tópico recurrente, tan caro a los partidos conservadores, del "constitucionalismo": Compromís también es un partido constitucionalista, pero les interesa más el artículo 156, que habla de suficiencia financiera, que el 155.
Llega el momento de decir con quién gobernaría cada uno, idóneo para tirarse los trastos a la cabeza. Muñoz habla, con ilusión (al menos, eso se desprende de los folios que lee), de reeditar un pacto a la andaluza, es decir, las tres derechas juntas; pero Hoyo, que quiere lo mismo, no se fía de Ciudadanos. ¡A saber si luego apoyaréis al PSOE, aunque digáis día tras día, una y otra vez, que nunca jamás lo haréis! Muñoz asegura que jamás pactarán con el PSOE, y añade que no lo harán con "nacionalistas, populistas e independentistas" ("¿Illueca es populista?", me pregunto, fijando la mirada en su pupila). Igual que Hoyo, que tampoco quiere pactar con anticapitalistas ni antiespañoles; sólo le convencen los constitucionalistas. Que digo yo que, si hay tantos que odian a España y quieren destruirla (tantos, que sumados pueden aspirar incluso a gobernar ese país que tanto odian), igual es porque España no es lo que la derecha cree que es. Pero no me hagan mucho caso.
Como siempre, la izquierda a la izquierda del PSOE (Baldoví e Illueca) se muere de ganas por apoyar al PSOE. El PSOE, mientras tanto, aupado en las encuestas gracias a votantes que apoyaron a Podemos en el pasado y ahora vuelven al PSOE porque piensan que, para votar a Podemos y que Podemos apoye al PSOE, mejor votan al PSOE directamente, constata esa realidad: el ministro Ábalos se gusta hablando de un Gobierno monocolor con apoyos puntuales. Sueña con los Gobiernos de Zapatero, que obtuvieron 164 y 169 escaños, al borde de la mayoría absoluta, más de once millones de votos. Sánchez está aún muy lejos de ese escenario, pero hay que reconocer que ha logrado revivir al PSOE, que estaba en estado comatoso en abril del año pasado.
Ahora, el PSOE es el favorito, y Ábalos sabe ejercer este papel. Todos se preguntan qué hará el PSOE, y el ministro, gustándose, agradece tanto interés por conocer los planes del Gobierno, mientras elude la pregunta con la que Belén Hoyo trata de apretarle: ¿concederán el indulto a los dirigentes independentistas? Ni sí ni no, sino todo lo contrario; Ábalos es perro viejo y no se va a dejar atrapar tan fácilmente. Tanto, que casi mira mal a María Muñoz cuando ésta le acusa de llevar veinte años en política, como diciendo: ¿veinte años? ¿Sólo veinte? ¡Treinta, como mínimo!
Finaliza el debate, que no deja grandes titulares, ni pequeños. Los profesionales de la política han colocado sus mensajes de siempre, que repiten constantemente en campaña, haciendo que parezcan naturales y genuinos (con mayor o menor habilidad), mientras los neófitos los han leído o recitado cual salmodia. En la web de la Cadena Ser figuran a estas horas (01.00 horas del martes 16 de abril) 999 reproducciones del vídeo del debate electoral. Definitivamente, este debate no pasará a la historia.