Seguro que hay ejemplos mucho más recientes, pero para toda una generación de aficionados al fútbol el modelo de fichaje desastroso fue el que hizo en 1991 el entonces presidente del Real Madrid, Ramón Mendoza. El Madrid venía de ganar cinco ligas consecutivas, pero había perdido la de ese mismo año a manos del Barcelona. Para recuperar la supremacía, y sobre todo para intentar vencer en la Copa de Europa (que se le había resistido al Madrid de la Quinta del Buitre), Mendoza puso toda la carne en el asador y pagó unos tres millones de euros. Ahora con eso no compras ni un lateral izquierdo ramplón de 35 años, pero en aquella época era una millonada; uno de los fichajes más caros de la historia del Madrid, si no el que más.
Pero Prosinecki, aunque llegó como estrella rutilante, nunca cuajó en el Madrid. Por culpa de las lesiones, de las críticas de la prensa y del propio Ramón Mendoza, de sus problemas de adaptación, Prosinecki apenas jugó en el Madrid, y cuando lo hizo fue sin lucir apenas. Tras varias temporadas vagando por los campos (y, sobre todo, por los banquillos) de España, el Madrid se desembarazó de él (primero se fue al Oviedo cedido, y después al Barcelona, con la carta de libertad).
En todos esos años, la afición fue desengañándose, poco a poco, del fenómeno Prosinecki. Tan sólo recuerdo un aficionado de fidelidad irreductible, un niño de Oviedo que tenía un póster de Prosinecki en su cuarto y seguía al astro croata en todos sus partidos. Tan singular era su afición, que el programa de Canal+ El día después le dedicó un reportaje impagable, en el cual el niño se refería a Prosinecki como "Robert" y le miraba con un fulgor admirativo en los ojos, mientras la estrella venida a menos le correspondía con su más absoluta indiferencia, tal vez teñida de cierto desprecio (actitud, por otro lado, habitual de Prosinecki a lo largo de todo su periplo en España, tanto dentro como fuera del campo).
Estamos en plena precampaña, ultimando el momento más excitante para los partidos de todo el ciclo electoral: la configuración de las listas. Y en las listas, además del navajeo interno, siempre hay espacio para que los partidos incorporen a personas de reconocido prestigio; espolón de proa de la sociedad civil, dispuesta a arremangarse, a bajar al barro, todo por el bien común. Y en ese proceso, como ustedes estarán pensando, hay de todo: grandes fichajes, incorporaciones que pintaban bien y luego no eran para tanto, y fichajes que tienen mala pinta desde el principio. La cuestión es cuál es el fichaje que pueda combinar mejor el cóctel explosivo entre grandes expectativas iniciales y desastroso desempeño.