VALÈNCIA. Ha comenzado la nueva temporada de Keeping up with the Kardashians, la décimo octava, un reality que sus protagonistas ya no necesitan, tienen más audiencia en las redes sociales, pero que se resisten a finiquitar. Comienza fuerte, una pelea a puños entre Kim y Kourtney. Hay quien dirá que se trata del típico incidente banal de un programa de televisión para público de ese nivel. Qué va. Es un conflicto en el contexto de la tragedia de los ninis confrontada a la alienación del mercado laboral. Les cuento, que estamos en abril y toca el repaso anual al fenómeno más importante para conocer el siglo XXI. Lo habíamos dejado aquí.
Las Kardashian, al contrario de lo que sostienen las masas aculturales, curran mucho. Todas tienen empresas, brands, proyectos, etc... sin contar la explotación de su propia imagen. Todas, menos una. Kourtney siempre había dicho que prefería cuidar de sus tres hijos, pasar tiempo con ellos, y no dar un palo al agua. Eso sí, apareciendo en el reality de la familia, porque es muy lucrativo. Durante años, las hermanas se han metido con ella por ser una nini, pero desde hace un año y medio decidió salir de la apatía y sumarse a la fiesta. Creó una app, Push se llama, de estilo de vida e historietas de esas que interesan a las gentes de nuestro tiempo.
Era un paso, pero ya había criado la fama y las burlas continuaban. Kim le metió un vacile después de decir que estaba cansada de ir a eventos pese a estar agotada o enferma, mientras que ella no iba a nada nunca. Kourtney estalló, le tiró un vaso y se pusieron a darse mecos en una escena muy exportable que parecía de Hermano Mayor. Quien esto escribe no ha visto la próxima entrega, pero se supone que tienen que viajar juntas a Armenia a bautizar a los críos y habrán hecho las paces. Entretanto, Kourtney se queja de la alienación. Le debe a ese programa el poder haber vivido tantos años dedicándose en exclusiva a sus hijos sin hacer nada mas, pero también está harta de tener cuarenta fotógrafos en la puerta de casa todos los días.
La solución a un problema así la podemos escuchar en cualquier barra de bar de España con su palillo en la comisura: "Haber estudiao". Ahora todos podríamos darnos al jiji-jaja con las celebritis, pero el siglo XXI ante todo es caprichoso. Resulta que al menos Kim sí que está estudiando, y Derecho nada menos. Una elección que demuestra un afán de justicia cuando la eligen los humildes y un afán de injusticia cuando es la carrera de gente bien con papás situados.
No obstante, su giro es interesante porque yo me pregunto cuántos de los que desprecian a la Kardashian por ser famosa a partir de un vídeo en el que aparecía disfrutando del sexo oral, si tuviesen una fortuna de 370 millones de dólares (a fecha de noviembre de 2019) y su marido, Kanye West, unos 240, harían lo que ha empezado a hacer ella: ponerse a estudiar la carrera más coñazo.
No tienen más que echar un vistazo a un diario que si bien ha hecho alguna cobertura sobre España que parecía de chiste, se tiene por prensa seria, el New York Times. Prensa de la más seria que hay, de fruncir el ceño mientras la lees para que se te vea consternado por las intrincadas problemáticas mundiales. Esta semana el diario traía un reportaje sobre el activismo de Kim. Como es sabido, la entertainer y empresaria inició en 2018 campañas para conseguir indultos o conmutaciones de penas a casos en los que el sistema judicial y penitenciario estadounidense había sido especialmente cruel. Cabe recordar, como trataba el documental 13th de Netflix, que este país, con el 5% de la población mundial, tenga el 25% de presos de todo el mundo. En la actualidad, por cierto, con una tasa de contagio del coronavirus seis veces superior a los que están fuera. Esta semana se hacía eco la prensa alemana de que cuando a los presos les daban las instrucciones para mantener la distancia social se partían de risa, duermen separados por 30 centímetros y comen hacinados.
En esta situación, no son nada desdeñables los esfuerzos de Kim por arrancarle indultos a Trump. El más famoso que ha obtenido fue el de Alice Marie Johnson. Madre soltera con cinco hijos en el momento de ser detenida, fue condenada a cadena perpetua por tráfico de cocaína en colaboración con un cártel colombiano. El NYT, de hecho, muestra su preocupación por que estas acciones acerquen al presidente Trump a los afroamericanos -Alice Marie Johnson lo es-, aunque Kim hubiese apoyado a Hillary anteriormente.
Sobre todas estas andanzas, Kim ha grabado un documental de dos horas, The justice project. En las entrevistas que está dando muestra cuál es su gran preocupación: la reforma del sistema penitenciario de Estados Unidos. No dice nada extraordinariamente novedoso. Considera que los presos deben tener una oportunidad de rehabilitación y reinserción. Conforme fue profundizando en el caso de Alice, una delincuente no violenta que tenía que pasar el resto de su vida entre rejas, en el documental cuenta que tomó conciencia de lo severo e injusto a largo plazo del sistema. El caso del que habla en The justice project, Momolu Stewart, estaba en cadena perpetua por un crimen cometido con 16 años.
Por lo pronto, lo que hay que señalar en esta columna siempre atenta a lo anormal es que este es el primer caso conocido de una modelo que lo peta en Instagram tras un vídeo porno, tiene la vida resuelta, la suya y la de sus hijos, -aunque si le diera por repartir podría entregarle 8300 euros a todos y cada uno de los habitantes de Carabanchel Alto- y ha cogido y le ha dado por ponerse a estudiar, algo que anunció por todo lo alto en la portada de Vogue el año pasado. Cuando hablemos de los nefastos efectos de esta mujer sobre la moral contemporánea, no olvidemos este detalle.
En otro orden de cosas, es muy curioso que la hija de uno de los abogados de OJ Simpson haya vuelto, tras una trayectoria pintoresca, a las labores de su padre. Del juicio contra ese hombre, acusado de asesinar a su ex pareja y su amante, aprendimos la verbena que es el sistema judicial estadounidense. No solo por su hilarante absolución, sino por las dos sentencias previas, más hilarantes aún, que terminaron desencadenando la presión social con la cuestión racial que sirvió para que la mayoría del jurado le declarase no culpable en venganza por lo que había ocurrido antes. Solo podemos decir que si ahora uno se pone American Crime Story, el docu sobre OJ, y The justice project, Kim deja mucho mejor sabor de boca. Seguiremos informando.