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tribuna libre / OPINIÓN

La nueva sede del IVAM, el riesgo y las oportunidades

2/10/2020 - 

Días atras, durante la presentación de Nuria Enguita como directora del IVAM, se desveló que la segunda sede del Instituto en la ciudad de València podría alojarse en una de las antiguas naves ferroviarias que se encuentran en el Parc Central. La noticia llegó por sorpresa, pues aunque el debate en torno a la nueva sede venía asomando desde hace unos años, se creía aún en fase de sondeo de posibilidades. De confirmarse la noticia, la oportunidad de dar salida a una construcción a la espera de uso haría que la elección de la ubicación de la subsede se anticipase incluso al diseño de la estrategia que orientará la etapa que se inaugura con Enguita. Tal cosa supone un riesgo, pues el nuevo espacio podría convertirse en un corsé demasiado estrecho ante las oportunidades que repensar el IVAM abre.

Destacar la importancia de la nueva sede no se debe meramente al interés que siempre ejerce la inauguración de nuevos equipamientos públicos. En política cultural, los espacios que dan cobijo a la acción ejercen una labor simbólica fundamental al ser una de las principales expresiones de las voluntades que sirven de guía. Desde una perspectiva más funcional, el contenedor es el principal vehículo para la materialización de los contenidos de una determinada visión estratégica. Así pues, la conceptualización y la configuración de un espacio es parte central y constituyente de un proyecto cultural, no un elemento accesorio. Como tal, las decisiones vinculadas a la nueva sede del IVAM no deberían anteceder a la definición de la estrategia de conjunto ni tampoco trabajarse de manera paralela. Es un error harto frecuente que la política de infraestructuras se desligue y acabe teniendo más peso que la política cultural, lo cual significa poner la carreta delante de los bueyes.

Dado que la elección de las Naus de Ribes no se ha anunciado de manera oficial, discutir sobre la nueva sede del IVAM es aún pertinente y, en cualquier caso, considerar las alternativas es útil para entender las potencialidades y las limitaciones de la decisión incluso si hubiese sido tomada. Con ánimo constructivo y afán de debate, a continuación propondré un ejercicio de imaginación alrededor de cómo podría ser el nuevo espacio del IVAM pensándolo desde la perspectiva de la acción artístico-cultural. Plantearé tres preguntas: dónde debería ubicarse la nueva sede, qué funciones debería desempeñar y qué tipo de ambiente construido debería generar.

Sobre la localización del centro cultural hay que empezar señalando que éste transformará de manera notable su contexto urbano cercano, al tiempo que el entorno influirá de la misma manera en la orientación del espacio y de sus contenidos. Situarse en el Parc Central y junto al barrio de Russafa juega la baza de aprovechar oportunidades ya existentes, como son el nutrirse de un lugar muy exitoso en el que adquiere suma importancia el tiempo libre -una de las principales vías para la participación cultural- y contar con el soporte de un vecindario que concentra y atrae a una buena cantidad de personas con elevada inquietud cultural. La decisión en ese sentido asegura el aro. Sin embargo, cuando generamos nuevos recursos culturales en la ciudad debemos plantearnos dos cosas. Desde una perspectiva urbana, cuando estamos tomando conciencia de la cantidad de realidades que coexisten en una ciudad y de cómo están marcadas por la desigualdad, ¿es preferible reforzar centralidades o tratar de resolver déficits? Además, cuando la política cultural moderna se ha construido actuando siempre en entornos de centralidad urbana y socioeconómica, ¿no encontraremos en la periferia contextos de acción menos acomodaticios y más retadores? Es interesante pensar por qué no emplazar la nueva sede del IVAM, por ejemplo, en Orriols; y si la idea nos parece descabellada, preguntarnos por qué es así. De hecho, en absoluto nos situamos en el plano de la ciencia-ficción. El caso de Bombas Gens en el barrio de Marxalenes, que Enguita viene de dirigir, sirve perfectamente de muestra. 

La localización de la nueva sede del IVAM marcará lo que en ella suceda. Para pensar sobre las funciones del nuevo espacio también deberíamos considerar las complementariedades que éste satélite forjará con la sede principal y, en una escala más amplia, las relaciones que podría establecer con el ecosistema cultural local. El discurso de Enguita apunta que la misión principal de la subsede será esa: conectar con el tejido de base y servirle de enlace con la sociedad. El agotamiento del modelo tradicional de política cultural encuentra su mejor encarnación en el museo estatalista, excelentista y difusionista. Frente a ese canon recio y vertical, se explora la posibilidad de un nuevo tipo de institución cultural más permeable a la realidad social y conectada a la cantidad de iniciativas que existen en el territorio sin ansiar acapararlas administrativamente. Estas ideas incitan a imaginar un espacio cultural situado en el ajetreo de la calle antes que en la tranquilidad de un parque y, sobre todo, un espacio abierto de par en par en el que el protagonismo lo adquieran los artistas y la ciudadanía, que no sólo sirva para exponer y mirar sino para producir, encontrarse, escuchar y dialogar de multitud de maneras.

En tercer lugar, ¿en qué tipo de edificio debería alojarse la nueva sede del IVAM? El mejor referente al que mirar para empezar a responder a esta pregunta son los orígenes del Instituto y la construcción en 1989 de su edificio principal. En su forma y en su función, el rotundo paralelepípedo del IVAM expresa el modo ilustrado y utópico con el que el arte moderno se presentaba ante la sociedad en los años de estabilización de la democracia. Aunque la subsede tenga menor envergadura que el edificio cabecera, sus atributos espaciales son cruciales desde un punto de vista simbólico y funcional. Retomando la concepción dinámica, plural y participativa de la creación artística hacia la que señalaba el párrafo anterior y tomando como punto de referencia el edificio principal, la nueva sede del IVAM debería preferir la escala humana antes que los amplios volúmenes diáfanos; los materiales transformables, manipulables y de bajo mantenimiento a la piedra, el vidrio y la pared inmaculada; los rastros del habitar antes que la asepsia del cubo blanco. Aunque las posibilidades de actuación son amplias, la rehabilitación de un edificio patrimonial de principios del siglo XX, como son las Naus de Ribes, suele tender a buscar soluciones “acordes a la nobleza del espacio” antes que otras que lo pongan sin pudores a disposición de la actividad de quienes lo usan.

La coincidencia de la creación de una nueva sede para el IVAM con el arranque de una nueva etapa es una enorme oportunidad para profundizar en este momento de cambio y, a su vez, se convertirá en una de las principales directrices del recorrido a trazar. Las decisiones a este respecto deberían ser meditadas y ambiciosas, más aún en un momento en el que se hace hincapié en la indispensabilidad de la cultura y de las artes para comprender el presente y mirar hacia el futuro.


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