Hay bares que además de dar de beber y de comer, hacen barrio y generan buen rollo
Hay bares que no son solo bares. Establecimientos que transcienden el objeto por el que un día fueron constituidos. Lugares donde uno va no solo a comer y a beber. La Ola Fresca es uno de esos sitios. Puedes ir a empezar el día con uno de sus zumos de frutas, un trozo de tarta casera y la sonrisa perenne de Helen; o a mejorar tu inglés, a escuchar un concierto o a tomarte una birra para celebrar la primavera en su estupenda terraza.
Si es viernes o sábado, puedes ahorrarte la pizza congelada que guardas en el congelador de casa para los días en que te da pereza hacer la cena y solventar la última comida del día allí con las tapas que prepara desde hace unas semanas el cocinero Alberto Corella. "Alta cocina en pequeño formato", anuncia el cartel. Cada fin de semana cambian dos o tres tapas, otras permanecen en la carta, y están francamente buenas. Callos sin callos, falso risotto de boletus, explosión de bacalao con alioli de algas y chupito de crema de pimiento del piquillo... Siete u ocho opciones para veganos, carnívoros y gente a la que le guste disfrutar de la vida sin complicaciones a tres euros la tapa.
Sitios como la Ola Fresca hacen más por los barrios que cualquier plan a cinco años del Ayuntamiento de Valencia. Benimaclet no se entiende sin la melena rubia de Helen y el impulso que lleva dándole a esta plaza desde hace años.