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La opacidad de la Casa Real

17/12/2020 - 

Aunque sea tentador, este no va a ser un artículo que loe el sistema republicano del Estado y la necesidad de abrir un debate al respecto en nuestra sociedad. Me gustaría que así fuese, la verdad. Pero creo que ahora mismo, a pesar del bochornoso espectáculo al que nos está acostumbrando la Casa Real y especialmente el rey emérito, seguimos sin estar preparados. Sin embargo, sí pienso que tenemos trabajo por delante tanto los que creemos en una República como los que optan por la monarquía: cualquiera de las dos opciones requiere de transparencia e integridad. Y por desgracia, brillan por su ausencia. 

Solo hay que ir hasta la web de la Casa Real para comprobar que la supuesta ‘pestaña’ de transparencia está, básicamente, vacía. Un timo. Es verdad que la Casa Real quedó fuera del ámbito subjetivo de la ley 19/2013 de Transparencia de manera incongruente para muchos, pero algunas pensábamos que, después de unos cuantos años en los que la cultura de la transparencia se ha ido adentrando en nuestra sociedad, la Casa Real haría un ejercicio de decencia e higiene institucional y de manera proactiva publicaría cada euro que reciben de los bolsillos de los y de las contribuyentes, así como en qué lo gastan. Vaya, lo que debe hacer cualquier gestor público sea del partido que sea. 

Porque sin esa higiene institucional de la que hablaba, ¿creen ustedes que podemos confiar en una institución que ha encubierto los desmanes de su anterior líder? Asistimos estos días a nuevas informaciones que nos avergüenzan sobre los escándalos financieros del rey emérito. Y coincide en unas semanas en que la Casa Real estará preparando el tradicional discurso de Navidad que pronunciará su hijo, el Rey Felipe VI, en un acto televisivo justo antes comenzar la cena de Nochebuena, un discurso en el que nos pedirá esfuerzo y valentía para salir de esta crisis provocada por la pandemia de la Covid-19. Unas bienintencionadas palabras que apelarán a la unidad nacional, a la fuerza de todos los españoles y españolas por sobrevenir las adversidades y a la responsabilidad. 

Un discurso que se pronunciará con el rey emérito fugado. O no. Porque en un 2020 marcado por la crisis sanitaria, un año de pérdidas humanas y también de pérdidas económicas, en un año para olvidar, el ex monarca ha puesto la guinda al pastel reconociendo que estaba defraudando a hacienda y anunciando que quiere regularizar su situación para poder volver por navidad con orgullo y satisfacción. ¡Qué desfachatez!

Crecí escuchando en los medios de comunicación e incluso en la calle, aquello de que este señor era un Borbón sencillo y campechano, que trabajaba para cerrar acuerdos multimillonarios que favorecieran a las empresas españolas, y atraer así riqueza a nuestro país. Pero no. Ahora, las investigaciones judiciales en torno a él, han puesto de manifiesto la opacidad y la falta de transparencia de una institución pública al servicio de todos los españoles y las españolas.

Estos sucesos, por tanto, han revelado la necesidad de que exista un mayor control en la Casa Real y es por eso que Compromís en el Congreso, junto a Más País, ha presentado una Proposición de Ley para crear un registro patrimonial de los bienes e inmuebles de la Familia Real para lograr que la Monarquía sea más clara con su patrimonio. Por algo se empieza. 

Pero la transparencia no es suficiente. Esa es la realidad. Podremos poner a disposición de la ciudadanía toda la información que queramos, pero si ésta no va acompañada de la integridad pública y la lucha contra la corrupción, será un mero brindis al sol. La corrupción cubre un amplio espectro que va más allá del mero soborno; hablamos de prevaricación, de malversación, de tráfico de influencias, del abuso de poder. La integridad de los representantes públicos y sobre todo de aquellos que ocupan las altas instituciones del Estado debe ser un ejemplo de responsabilidad para toda la sociedad a la que representan. Cumplir con la ley, perseguir el interés público, evitar los conflictos de interés, deben ser algunos de los mandatos básicos. No justifiquemos las malas prácticas, denunciémoslas. 

Necesitamos madurar como sociedad lo explicado en este artículo. No sirve solo que nos escandalicemos, tenemos que reclamar la rendición de cuentas y la integridad de aquellos que nos representan y que reciben fondos públicos. La credibilidad y la estabilidad de nuestras instituciones está en juego. 

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