La guerra de Ucrania nos ha golpeado a todos como una gran pesadilla que nos ha devuelto a los más oscuros tiempos de la guerra fría. Estamos ante una gran tragedia humana y es deber de todos estar a la altura para ayudar al pueblo ucraniano. Sin embargo, las consecuencias económicas de la guerra de Ucrania son también devastadoras y nos van a influir muy directamente. Entre otras, por si no teníamos poco con los problemas en la cadena de suministro generados por el Covid, esta crisis ha abierto una guerra económica por las materias primas.
Un tema que quizás no todo el mundo conozca es la importancia que tiene Ucrania para el mercado de materias primas europeo. Trigo y muchos otros productos alimenticios; maderas, minerales…hay infinidad de productos que vienen a nuestra tierra provenientes del Mar Negro y esta crisis va a provocar el cierre de estas fuentes de aprovisionamiento.
Esta circunstancia, unida al cierre por las sanciones del mercado ruso y bieloruso, ha provocado de inmediato una guerra comercial por garantizarse el adecuado suministro de materias primas. El mercado de commodities ha tenido la mayor subida que se recuerda desde los años 70 del siglo pasado.
Aunque pueda parecer raro, los operadores del comercio internacional están relativamente acostumbrados a este tipo de situaciones y, sin duda, lo más probable es que el mercado se autorregule y aquellos productos que ya no pueden ser servidos a Rusia (p. ej. el trigo o maíz de USA), vayan a parar a los demandantes de los mismos que han perdido las fuentes de suministro ucranianas. Pero para ello hay que reaccionar rápido y poder hacerlo sin ataduras previas. Es decir, hay que poder tener la certeza de que se pueden no cumplir los contratos previos que se tenían con los proveedores anteriores y poder contratar con los nuevos proveedores sin verse envueltos en una maraña de posibles litigios futuros.
Sin embargo, aunque el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, crisis como ésta nos tienen que hacer reflexionar sobre si realmente estamos preparados para afrontar con flexibilidad y rapidez la incertidumbre.
Desde una perspectiva económica, creo que ya pocos dudan de que se impone una idea clave, diversificar nuestras fuentes de aprovisionamiento. Pero también creo que nadie debería dudar de que es imperativo asegurarnos de que los contratos que firmamos con nuestros proveedores o clientes no nos dejen prisioneros de estos altibajos en precios y/o en posibilidad de entrega de nuestros productos o materias primas.
Para ello, es vital que dichos contratos incluyan tanto unas buenas y completas cláusulas de fuerza mayor, de revisión de precios ante cambios bruscos de los precios de las materias primas, y una elección de ley y foro donde litigar que nos deje desamparados si surge un problema.
Por otro lado, es importante también que entiendan los empresarios que las sanciones internacionales que se están imponiendo por la comunidad internacional no es algo ajeno a ellos, sino que es posible que afecte a algunos de sus actuales clientes, y no sólo en casos claros como cuando sean empresas rusas o bielorrusas, sino que hay muchas zonas grises donde, sin saberlo, se puede estar infringiendo las sanciones internacionales, lo que puede tener consecuencias muy negativas para la empresa.
Esta incertidumbre, por desgracia, nos tememos que ha venido para quedarse, con lo que ya no cabe lo que hasta ahora han hecho muchos empresarios que es “ser autodidactas” en materia de contratación internacional, ya que puede ponerlos en situaciones que incluso comprometan la viabilidad de sus negocios.
Carlos Salinas. Socio de MA Abogados y Prof. Derecho Mercantil en la Universidad de Valencia.