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el muro / OPINIÓN

La paella sí que no ha cambiado

4/04/2021 - 

No teníamos bastantes museos municipales, provinciales, autonómicos, privados y universitarios y aún nos animan a montar más. No encuentro razón, salvo salir al paso para intentar convencernos de que la gestión avanza. De forma irreal, claro. Es más. he  intentado  conseguir datos “reales” a partir de estadísticas en algunas páginas web oficiales y aún he encontrado noticias de hace casi una década animando a visitar una u otra exposición más que aburrida y demodé. ¿Esto es modernidad y progreso?

Creía que lo del confinamiento y las restricciones de movilidad nos ayudaría a buscar refugio en otras iniciativas más íntimas, formativas y expansivas. Hasta creí que si bien no podíamos salir de nuestras ciudades, al menos nos ayudaría la emergencia a buscar alternativas. Dicen que la gente se aburre, se enfrenta y por ello se separa. Que es difícil controlar a los menores o darles alternativas de entretenimiento más allá de consolas y dispositivos móviles. Así que pensé que los museos de todo tipo podrían ser una buena alternativa porque hay mucho que descubrir en nuestro entorno, sobre todo por los más pequeños.

Así creció mi generación: descubriendo los esqueletos de Rodrigo Botet en el Almudín, el cocodrilo del Patriarca con su leyenda incluida, visitando el de Prehistoria en el actual Palau del Scala o sorprendiéndonos en Etnología cuando nada parecía hacer cambiado y nuestra evolución social, económica y tecnológica no iba tan rápida. Pero todo eso parece haber pasado a mejor vida. Hoy los museos solo sirven a nuestros gobernantes para “lucir” cifras, aunque suelan estar más que blanqueadas.

El antiguo 'Museo Paleontológico' del Almudín.

Pensaba que esto de las restricciones sería un buen motivo para salir al monte, descubrir jardines, pasear y conocer ciudad, pero sobre todo formar a nuestros pequeños en ese universo tan mágico que suele ofrecer un museo.

De ahí mi cierta decepción entre las nuevas generaciones y sus mayores. Porque, al parecer, los adultos nos hemos convertido en unos aburridos que no nos preocupa ni descubrir ni que otros descubran. Y no me sirven las exposiciones del día a día o del compromiso económico, político y menos comercial. Eso no sirve de nada. No es reclamo y carece de interés. Tenemos muchos museos que no sabemos para quién trabajan o a quienes se dirigen.

Les voy a proponer un ejercicio. Hace apenas unos meses el Centro Cultural de la Beneficencia abría las nuevas salas del Museo de Prehistoria y la revisión  del Museo de Etnología. Vale que todo tiene su por, pero para un servidor ha sido un buen ejercicio de memoria recorrerlos casi en solitario, o de recuperar la desmemoria. No creo que esto de la ausencia de turismo sea el culpable de todo. Más bien diría que estamos mal orientados o que el ejercicio de la difusión es un fracaso, político, mediático y colectivo.

Centro Cultural La Beneficència. Foto: DIPUTACIÓN DE VALENCIA

Esa idea que les propongo consiste en que una mañana de domingo -porque los museos además son gratuitos- visiten ambos centros, propiedad de una corporación provincial que lleva años sin saber cómo hacer que el espacio del Carmen le saque más partido a sus interesantes fondos.

Cuando entré en el de Prehistoria para descubrir sus nuevas salas me reafirme en la idea de que nuestra sociedad o nuestra evolución social habían tenido un origen que incluso desconocemos y que nuestra prehistoria es poderosa y muy interesante. Sus nuevas salas tienen un gran atractivo y hoy permiten “visitar” yacimientos imposibles de recorrer in situ, aunque algunos hayamos tenido la oportunidad de hacerlo para conocer lo que allí apareció y así entender cómo evolucionamos hasta nuestros días, esto es, las culturas que desde entonces han ocupado nuestro territorio.

Sí, será muy científico, pero también es muy goloso reconocerlo. Pero si lo que quieren es diversión no se pierdan Etnología, con sus lagunas, por supuesto, y sus enormes  aciertos. Pero al menos nuestros más jóvenes podrán descubrir cómo en cien años hemos cambiado tanto que ni siquiera hoy nos reconocemos. Si en cinco años acabamos con el fax, imaginen lo que no duraría hoy una mercería y lo mucho que nuestra sociedad ha evolucionado en apenas unos lustros, cuando el sistema nos convirtió en seres supuestamente modernos.

Les propongo una visita con sus hijos o sus mayores y menores. Simplemente para comprobar de qué forma estamos sujetos a una evolución no siempre acertada. También les servirá para explicar que hace apenas unos años en las calles existían cabinas de teléfono, en un siglo el progreso ha cambiado la agricultura y la muerte o el dolor es tan distinto.

No ha cambiado tanto la geografía salvo la del litoral con esa invasión de cemento, pero sí la forma de entender parte del país y sus costumbres. O la simple forma de comprender la vida y a nuestra sociedad. Viajar en el tiempo tiene sus encantos. O a al menos el embrujo de saber qué fuimos y en qué nos hemos convertido en esta aldea global en la que ya no valoramos nada por mucha tecnología que llevemos en el bolsillo. Al menos, la paella continúa siendo tan nuestra como universal. Es casi, casi lo único que no ha cambiado. Esa suerte tenemos.

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