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La paradoja cruel de la 'puta mina'

3/11/2018 - 

VALÈNCIA. Dolores de espalda que te obligan a trabajar, si descansas duele más. Problemas en los tendones por el martillo neumático. La clase social más baja hace setenta años, acusaciones de privilegiados por las prejubilaciones y sus sueldos cincuenta años después. Un documental rodado en cuenca minera de Ciñera-Matallana cuenta, a través de testimonios y con imágenes exclusivamente del interior de la mina, lo que ha sido la vida de estos trabajadores hasta el cierre definitivo de la explotación. Trabajaron en condiciones escalofriantes alimentando toda la economía, ahora sus regiones están devastadas por el paro y la despoblación. Una paradoja cruel. 

Aunque he podido comprobar los estragos de la mina en personas que he conocido, ninguno me impresionó más que el de Gerardo Iglesias. El político que al dejar su cargo en Izquierda Unida volvió al pozo, donde sufrió un terrible accidente. Cuando le entrevisté, me advirtió de que solo tenía al día unas horas de lucidez por los dolores crónicos que le habían quedado, lo que le obligaba a permanecer sedado la mayor parte del tiempo.

No me cuesta, por tanto, entender los testimonios del documental Puta Mina que se proyectará en el Festival La Cabina de mediometrajes, en València del 14 al 24 de noviembre. Un reportaje basado únicamente en las voces, recuerdos y reflexiones de mujeres de mineros mientras se muestran imágenes del interior de la mina.

"Vienen todos los días con golpes y moratones, también los sientes tú", "Llega el viernes y dice que está deseando que llegue el lunes para trabajar porque no aguanta el dolor de la espalda cuando está en frío", "Cuando llega y te dice que se le ha comido el bocadillo una rata", "Solo ven de frente, no ven nada a los lados"...

Son las experiencias que han vivido al lado de sus maridos mientras ellos se iban desgastado bajo tierra. En un caso, una de ellas dice que el hombre con el que está ahora ya no tiene nada que ver con aquél con el que se casó, que ha cambiado. Tuvo un accidente, y todos tienen alguna vez algún accidente, y eso le cambió para siempre. Todos padecen de la espalda, últimamente también sufrían en los tendones por los martillos neumáticos...

Motores de la autarquía franquista

Originalmente, las familias de trabajadores se asentaban en los valles mineros gracias a políticas de contratación como regalarles un piso. En los años 40, se esperaba que la minería empujase a las demás industrias españolas en el periodo de la autarquía, cuando el país intentaba ser autosuficiente debido, fundamentalmente, al aislamiento internacional al que estaba sometido por su anacrónico y vergonzoso régimen fascista.

Las experiencias que se cuentan son de "La vasca", una explotación de la empresa Hullera en la cuenca minera de Ciñera-Matallana, en la provincia de León. La compañía fue fundada en 1893 y recientemente ha sido liquidada. Las imágenes las tomaron los propios mineros en uno de sus últimos descensos al pozo.

Estigmas sociales

Estas mujeres, cuando estudiaban en las escuelas religiosas de antaño, como la de los Maristas, que es la que se cita, los curas las despreciaban por sus orígenes humildes y era habitual que las insultaran con desprecio clasista: "Para lo único que servís es para casaros con un minero".

De ser consideradas lo más bajo de la sociedad, ahora se quejan de que mucha gente le desprecia por las prejubilaciones que obtuvieron sus maridos o los sueldos que han tenido. Mejoras de su situación arrancadas con la lucha obrera y que no les salvan de encontrarse "cascados hasta la mierda" o con "nada más que mierda en los pulmones".

De la fusca al bar

Los problemas con el alcohol también marcaron su vida. Según explican, durante años los trabajadores iban del bar a la mina y de la mina, al bar. Los días libres se iban a "echar la partida" y todo ello, siempre, con la mujer en casa. Aunque una de las entrevistadas da perspectiva a lo que se está diciendo: este no era un problema exclusivo de los mineros, lo era de toda España. Un detalle que cuentan, que las madres ponían a las hijas a hacer las camas y sus hermanos no, ocurría en todo el país. Quizá esta visión autorreferencial, dice una de ellas, se debe al aislamiento que había en los valles.

Y ahora todo está perdido. Por un lado, la impotencia. No solo se apagan el negocio, también la lucha. Siempre con la sombra del daño ecológico que provoca. Contradicciones insoportables. Los sindicatos también se enzarzaron en luchas intestinas que mermaron el poder de negociación de estos trabajadores. A la hora de la verdad, creen que la empresa sacó el dinero. Este año, se produjo el último ERE a los 72 trabajadores que quedaban. 

El trabajo, realizado entre 2016 y 2017, se puede complementar con las últimas noticias que han llegado de la región. De dos mil trabajadores que había en los años 60, ya no quedan puestos de trabajo. El pueblo, de 8.600 habitantes ha pasado a tres mil. El colegio de Ciñera tenía 700 alumnos, ahora 30. El problema no fue solo el declive del monocultivo de la minería, sino que las políticas para regenerar la región fueron estériles. Ahora todo está en venta, hasta los colegios. Una familia compró hace poco cuatro chalés por 164.000 euros.

Desde hace más de cuarenta años, las noticias sobre desindustrialización y lugares arrasados por el paro han sido constantes y ya no suponen ninguna sorpresa. En un sentido formal, Puta mina, de una hora escasa de duración, sí que llama la atención por mostrar solamente un trayecto a través de las galerías de la mina. Sin más. Es un viaje hipnótico con la fuerza añadida de intuir todo lo que no se cuenta. El minero es un colectivo que ha trabajado en condiciones escalofriantes y su sacrificio ha servido al conjunto de la economía, menos a la suya propia. Ahora sus regiones están mayoritariamente devastadas por la despoblación y la falta de actividad. Una paradoja tan cruel que admite perfectamente nuevos lenguajes audiovisuales para describirla.

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