Estamos saturados de mitos deportivos. La relación entre deporte,política y economía viene de lejos: la clase obrera y el futbol inglés; o la caída del apartheid de Mandela y el Rugby. ¿Pan y circo o motor de cambio?
Ídolos deportivos sirven constantemente de referencias y metáforas en el debate político. A los representantes electos y líderes sociales se les compara con halcones y palomas, pero también con Guardiolas y Mourinhos. Los deportistas tienen un rol de referencia en escuelas de negocio y cursos de emprendimiento a través de una fuerte retórica de la superación personal y la cultura del esfuerzo. Salgamos a correr, escapemos de nuestra zona de confort.
Confieso que he caído alguna vez en la trampa de definir sistemas económicos con metáforas deportivas, afirmando, por ejemplo, que un modelo de desarrollo basado en el cultivo de la cantera (inversión en infraestructuras y educación para las personas y las actividades locales) tiene mucho más sentido que fichar a unas pocas grandes estrellas y luego depender demasiado de ellas (esto sería como establecer regulaciones adhoc para grandes inversiones extranjeras). Para los países y las regiones diversas, formadas, abiertas y tolerantes parece mejor fortalecer una Masia que fichar (si había dinero, que ya no lo hay) al Cristiano Ronaldo de turno. Más Lanzaderas y menos lanzados.
Y por cercano y cotidiano nunca había llegado a caer que la Pilota Valenciana puede servir como la mejor metáfora para la nueva economía de la innovación, el emprendimiento, la inclusión y la calidad de vida que debería orientar el futuro de nuestro País.
Porque la Pilota Valenciana es un deporte de colaboración competitiva. Los pilotaris, con una posición habitual, juegan las partidas sin conocer con demasiada antelación quien jugará a su lado. Los equipos son establecidos por el trinqueter para maximizar la competitividad y el interés de las partidas. Para el jugador, el que hoy es su compañero, mañana será su rival. Esa colaboración competitiva les permite reaccionar fácilmente a grados altos de incertidumbre y a la vez mantener también relaciones con otros compañeros profesionales.
La Pilota Valenciana es un deporte abierto y participativo, donde los espectadores forman físicamente parte del terreno de juego y prácticamente tocan a los protagonistas. Donde el apoyo a los distintos bandos es menos fiel que en otros deportes de equipo, precisamente porque los equipos son aquí temporales. En ningún deporte como en la Pilota he experimentado un grado de participación tan alto del espectador. No solo por las apuestas, que también, sino porque la capacidad de influir, desviando accidentalmente trayectorias de la pelota, en el devenir de la partida. Más aún, la Pilota es un deporte que se juega en trinquetes o calles de distintas morfología y dimensiones obligando a los jugadores a adaptar su juego a contextos distintos.
La Pilota es también un sector tradicional que, aún manteniéndose arraigado se tiene que enfrentar indudablemente a la renovación, a la profesionalización y a la atracción de nuevos públicos. Al igual que las mejores empresas de origen tradicional de la Comunidad Valenciana, la Pilota tiene que transformarse con cierta nostalgia de futuro.
La Pilota Valenciana se parece mucho a la economía ideal que imagino. Una economía capaz de responder a la incertidumbre con mecanismos contextualizados de colaboración competitiva, con profesionales formados con una identidad marcada pero no marcadamente individualistas, y con un rol cada vez más activo de clientes y usuarios en la generación de innovaciones, bienes y servicios. Cuando Puchol, Soro o Javi den conferencias en facultades de economía estaremos más cerca de ello