El Festival de San Sebastián estrena un documental que recorre la genialidad y los excesos del quinteto que compuso la banda sonora rock de la Transición
VALÈNCIA. No hay verbena de verano, boda ni karaoke que no invite a cantar ¡Salta! e impulsarse en el aire. Tampoco chaval durante la Transición que no se animase tarareando a pedir Dime que me quieres o a confesar Quiero besarte. Los tres éxitos populares fueron compuestos por la banda hispanoargentina Tequila, quienes tras cuatro discos y convertirse en el primer fenómeno de fans de nuestro país, se disolvieron por un desgaste personal que combinó lucha de egos y heroína.
“La historia de Tequila se resume en una serie de demasiados: demasiado jóvenes, demasiado éxito, demasiadas drogas y demasiadas mujeres. Es lo que provocó que durasen lo que duraron. El talento lo tenían y lo tienen, pero no los cuidaron ni arroparon”, opina en el documental Tequila, sexo, drogas y rock and roll el reputado productor musical español Gay Mercader, que durante un tiempo ejerció como su representante.
En 1981, con tan solo 23 años de edad, sus componentes se convirtieron en “jubilados de rock stars”, como bromea su vocalista, el bonaerense Alejo Stivel, quien junto a su amigo de la infancia Ariel Rot, huyó en 1976 de la dictadura militar para refugiarse en una España gris que empezaba a tantear el tecnicolor. La pareja de adolescentes fichó a Julián Infante, Felipe Lipe y Manolo Iglesias para conformar un quinteto que con su música hedonista, sus letras en castellano y su estilo entre glam y extravagante transgredió la escena musical años antes de la revolución definitiva conjurada por la movida.
“Eran dos chicos de Argentina que querían ser como los Rolling, famosos, rockeros y libres”, sintetiza Cecilia Rot en la película que Álvaro Longoria ha presentado estos días en la sección Made in Spain del Festival de San Sebastián.
La hermana del carismático guitarrista de la banda y en una segunda etapa profesional de Los Rodríguez, ejerce de narradora en esta película que recorre el descaro contagioso, la arrogancia y la genialidad del grupo que animó en los setenta a bailar un rock and roll en las plazas de los pueblos.
- El primer disco de Tequila se llamaba Matrícula de honor. Después de tantos años de su lanzamiento, con las luces y las sombras de vuestra trayectoria. ¿Qué nota os pondríais?
- Alejo Stivel: Un aprobado.
- Ariel Rot: En la música no se puede puntuar ni competir. La música es para quien la quiera y la disfrute.
- ¿Cuántas veces habéis visto Gimme Shelter (Albert Maysles, David Maysles y Charlotte Zwerin, 1970)?
- AS: Es incontable, porque hubo una época que la veíamos casi semanalmente. Había un cine que ponía Shelter y Woodstock (Michael Wadleigh, 1970) los sábados a la una de la madrugada y nosotros íbamos a pesar de ser menores de edad.
- AR: La más importante fue la primera vez, porque me voló la cabeza. Escuchábamos a los Stones y veíamos sus fotos, pero había poca información, así que la primera vez que los vimos en el Madison Square Garden, con Mick Jagger sembrado, en estado de gracia, nos preguntamos ¿de dónde han salido estos tipos?
- AS: Yo no la veo desde hace años… ¿Sabes si está en alguna plataforma?
- AR: Ni idea.
- Pasasteis de imitar a los Rolling a convertiros en referencia para una nueva generación de grupos, como se puede comprobar en la serie de invitados que acudieron a vuestro último concierto en el Wizink Center de Madrid, Leiva, Fito, Dani Martín, Tarque… ¿Cómo lleváis el haber pasado de discípulos a maestros?
- AR: La música funciona así, es una rueda. Los Stones escuchaban a Chuck Berry.
- AS: Recuerdo que una vez los Beatles dijeron: “Nosotros lo que queremos hacer es mezclar a Elvis Presley con los Everly Brothers”, el rock con la armonía vocal. Y les salió algo bastante mejor. Siempre hay una referencia anterior. Entre las nuestras también estaban Dylan y el rock argentino.
- AR: La escena musical se va transformando por la apropiación cultural. No sé por qué se cuestiona ahora. La música siempre ha funcionado así.
- Vuestra salida de Argentina fue traumática. Podía haberos motivado hacer canción protesta, pero en lugar de mensaje social y político optasteis por la evasión.
- AS: Nosotros nos conocimos en un concierto de Paco Ibáñez en el Teatro Gran Rex de Buenos Aires. Teníamos 11 años e íbamos con nuestras madres. En casa oíamos al uruguayo Daniel Viglietti e incluso teníamos cerca a un personaje que está muy olvidado, Poni
Micharvegas, amigo de la familia, pero los Beatles y los Stones cambiaron nuestro destino. Silvio Rodríguez venía a tocar en el salón de mi casa. Él siempre dice que yo le mostré a Luis
Alberto Spinetta y a Charly García. Casi convierto a un cantautor en rockero.
- AR: Hay una época en la que escuchas de todo. Si salía La Cantata de Santa María de Iquique de Quilapayún íbamos a verla encantados de la vida. Era un momento en que la juventud estaba muy politizada en la Argentina, había mucha canción protesta, y tal vez nos saturó. Y luego pasa otra cosa, yo era guitarrista, ¿qué podía hacer yo en la canción protesta?
- Hubo un momento en vuestra carrera en que os halláis en una encrucijada, los fans de la Movida os consideran pasados de moda y los rockeros, un producto prefabricado ¿Cómo resolvisteis aquella encrucijada?
- AR: A lo mejor lo resolvimos separándonos (carcajadas).
- AS: O no dándole mucha importancia. Muchos de ellos eran incluso mayores que nosotros, pero nos veían como algo establecido.
- AR: Los grupos de la Movida escuchaban a Tequila y eran colegas. Eduardo Benavente y Toti se venían a mi casa a escuchar el último disco con mucha atención. Nosotros nos sentimos perfectamente integrados en las noches de Rockola. Todos íbamos juntos. Este prejuicio era más una cosa de los fans, si no se hubiera etiquetado y hecho un marco alrededor de la novida, Tequila hubiera formado parte de lo que se convirtió en la escena del rock español.
- Fuisteis el primer fenómeno fan en España. En la película ahondáis en numerosos escarceos sexuales con vuestras seguidoras, pero Cecilia se refiere a la relación músico-fan como un sometimiento. ¿Estáis de acuerdo en vuestro caso?
- AS: Que yo recuerde, nunca viví ninguna actitud cuestionable ni degradación alguna. Éramos muy jóvenes y ellas también. Era todo consentido.
- AR: El fenómeno fan era como una especie de ente, una masa con la que nosotros nos relacionábamos lo mínimo. Tratábamos que fuera un trámite lo más corto. Después de los conciertos, había chicas que estaban por la noche en los clubes a los que íbamos y obviamente nos resultaba más fácil conocerlas y tirar que a otras personas, porque el escenario ayuda mucho, pero la cosa masificada de las fans nos aterraba un poco, porque eran chicas histéricas, con una cosa desmedida que no tenía nada que ver con la música.
- Vuestra forma de vestir también era rompedora. ¿Dónde os aprovisionabais de esa ropa?
- AR: Tampoco estábamos inventando nada porque nuestros ídolos eran los Stones y los Small Faces. Todo los que nos pudiéramos poner encima nos lo poníamos. Primero le cogía prestados fulares a mi hermana y luego empezamos a comprar ropa en tiendas de chicas.
- AS: En el momento en que salimos, España iba uniformada de loden y nosotros aparecimos con pantalones a rayas, camisas rojas y zuecos blancos. Fue una premisa, vamos a divertirnos, por qué ser aburridos con la imagen, si también la vendíamos.
- Hablando de divertirse, en el documental habláis abiertamente del consumo de drogas, ¿qué les debéis y de que os arrepentís?
- AS: No me arrepiento de nada. Tanto lo bueno como lo malo son consecuencia de lo que uno ha hecho en la vida. Todo viene un poco mezclado. Quizás si hubiera tomado menos ahora tendría más pelo y menos arrugas, pero quizás no. Hay gente que se ha drogado y está muerta y gente que está de puta madre. Creo que en la música es difícil evaluar qué inspiración han aportado. Piensa en Wild Horses o en Sister Morphine, de los Rolling. Es complejo saber qué les deben. Personalmente estoy muy en paz con eso.
- AR: También hay que diferenciar las drogas. En nuestros primeros ensayos teníamos 17 años y pasábamos horas tocando, fumando un porrito, yendo al almacén de la esquina para comprar Cola Cao y donuts. Pero la entrada de la heroína fue determinante en la separación el grupo. A unos les afectó de manera muy triste y muy dramática y otros conseguimos manejarlo o tuvimos la posibilidad de irnos a otro país para romper.
- Cuando os fuisteis de Argentina confesáis que lo vivisteis como un divorcio de vuestro país, ¿qué os hizo querer volver?
- AR: Después de Tequila lo usé como exilio tóxico. Me vino fenomenal. Fue una buena decisión, porque aquí no sé qué hubiera pasado.
- AS: Volví a visitar Argentina cuando se acabó Tequila y no me hallé. Habían matado a la mitad de mis amigos, a mi familia, era otro país. Después de la experiencia de la dictadura había cambiado mucho. No quise quedarme. Mi exilio tóxico lo hice en Madrid.
-Vuestra relación ha sufrido altibajos personales que habéis conseguido ¿os definiríais como hermanos?
- AR: No se ha inventado un nombre para definir nuestra relación. Hay una cosa familiar, porque nuestros padres eran amigos cuando eran jóvenes, y su madre y mis padres decidieron venirse a España juntos. Al margen de lo que sucedió con Tequila, ya había una hermandad.
- Esa complicidad se refleja en el concierto registrado en la película, La última fiesta de Tequila. ¿Tenéis prevista una gira para acompañar este documental?
- AS: El documental refleja nuestro cierre. El último concierto que hicimos en noviembre plasmaba que todavía estamos vivos, activos, sonando de puta madre y dando conciertos donde la gente se lo pasa bomba.