El viernes pasado falleció Miguel Tirado, ‘Miguelito’, fundado del Casa Jomi de Nazaret. Un brindis por ti, patrón
Todo el mundo quiere certezas, pero es en las preguntas donde habita el conocimiento. En interrogarse siempre por qué un producto sí y otro no, cómo es que las cosas —la hostelería, en este caso— funcionan y por qué en otras ocasiones, los bares son páramos yermos de clientela. El pasado viernes 17 falleció Miguel Ángel Tirado ‘Miguelito’. Se fue con la salud intacta y si no con un axioma respecto a su trabajo al frente de Casa Jomi, Nazaret, sí teniendo clara la respuesta a lo que había significado su vida: más de medio siglo de trabajo honesto y buenos momentos.
“Como dijo días antes, ya había hecho todo lo que tenía que hacer, y disfrutado muchísimo en esta vida”, publicaron en Facebook los actuales responsables del establecimiento. Miguelito fundó en 1969 este local de inspiración naval en el que el uso de la madera emulaba un camarote y en el que el ornamento se adecuaba para dar cabida de modo improvisado a más clientes. Daniel Borrás lo nombró Restorán de la semana y de él dijo “¿En qué momento nos creímos más listos que la verdad? En Casa Jomi comes salazones (pidan el plato), bravas y tomate con bonito encima de un pinball viejo. Y los colores de la fachada no pegan ni con cola. En este bar, el tiempo es tiempo que fue. Ubicado en un lugar intermedio entre la nostalgia y la melancolía, Casa Jomi parece desperdiciar productazo entre mesas de melamina. Pero es justo lo contrario”.
Pedro Merino, sonrisa y gerente del Mesó de Nazaret, dio durante 30 años servicio y conocimiento en Jomi. “Solo puedo decir de él que éramos un dúo referente en València para todos los locales, que venían de todas partes para ver qué hacíamos y qué no hacíamos. Qué traíamos nuevo. Solo con mirarnos ya sabíamos qué necesitábamos el uno del otro. Fue como un padre para mí”.
Pedro lamenta el fallecimiento. “Ha sido un palo muy duro. Los dos dábamos espectáculo. Éramos un referente. El Gordo y el Flaco. Éramos la hostia. Junto a su mujer, éramos el trío calavera. Él se jubiló y yo me monté el Mesó por mi cuenta. Aunque no tenga sangre suya en mis venas, lo que intento hacer es mantener su legado vivo”.
Su hija, Maribel Tirado, es la actual responsable de que este espacio de sencillez gastronómica perdure con el sello que le define.
Siguiendo con los interrogantes, el poeta y pensador Yibrán Jalil Yibrán reflexionaba sobre que debía haber “algo extrañamente sagrado en la sal: está en nuestras lágrimas y en el mar". La sal que caracteriza la carta de Casa Jomi es también la de unas lágrimas que no son de dolor: “Alguien con tan buen humor como él, no desearía que lo recordaran con tristeza. Al contrario, con simpatía, con una sonrisa. Pensando en los gratos momentos que compartieron con él”.