Pues se ha quedado bien el día para hablar del mercado eléctrico. Quédate un minuto, que parece un rollo, y lo es, no nos engañemos. Pero entender el problema te hará odiar un poco más el mundo que no puedes cambiar incrementando tu frustración y así no estoy yo tan sola en mi acritud. Y lo del semáforo horario, pues es que no sé si tomármelo a risa o liarme la manta a la cabeza e irme a vivir con los amish o forrar la fachada y azotea de placas fotovoltaicas y participar en la revolución energética.
Es un tema complicado, porque la realidad es que hay doscientas variables que influyen en el importe de la factura de la luz que finalmente termina pagando el consumidor. Dicho lo anterior como disclaimer, el objetivo del artículo es simplificar, sin pasarse tampoco, el funcionamiento del mercado. Eliminar el ruido es importante porque las empresas y sus lobbies se escudan en la factura de las renovables y los impuestos, especialmente. Pero palabrita que ésos no son los problemas relevantes (que, vaya, ni siquiera son problemas estrictamente). Lo verdaderamente sangrante es la configuración del mercado y cómo hemos conseguido, con un chicle y un alambre, forjar un sistema perfectamente engranado de explotación extrema de un servicio esencial.
Varios son los elementos, que se han alineado de forma tremendamente desafortunada porque, por sí solos no son suficientes para el desastre, y que contribuyen a este fenómeno: el oligopolio eléctrico, reforzado por el aislamiento energético, la integración vertical y la subasta con precio marginal.
El mercado eléctrico en realidad no es uno: hay un mercado mayorista, uno minorista y un mercado de restricciones técnicas y vamos a dejar fuera el de transporte o distribución, porque eso es otro mundo inhóspito. Si después de esto todavía no me has abandonado y sigues aquí por convicción, gracias.
Empecemos calentando los motores; el mercado mayorista diario, intermediado por el OMIE, se organiza en un modelo de subasta, donde se ofrece la energía producida por las distintas generadoras (y os recuerdo que en este pool vuelcan energía las hidroeléctricas, carbón, verdes, nucleares, ciclo combinado, lo que quieras imaginarte). Cada una ofrece al precio que considera que le va a permitir entrar en la subasta y obtener un beneficio (excepto las nucleares, que siempre ofrecen a cero) y, cuando se cubre la demanda, se casa el precio y se cierra el grifo.
Inciso: Supongo que os habrá llamado la atención el tema de ofrecer a cero. Qué raro, pensaréis. ¿son comunistas o algo? Niet, tovarich. No lo son. De esta forma se aseguran entrar en la subasta, dado que, hasta el día de hoy, apagar una nuclear y encenderla el día siguiente es imposible. Y almacenar energía es complejo, costoso, inestable y peligroso (curvilíneo y elocuente también). Pero no os preocupéis por ellas y su bancarrota, que las salvamos luego en la historia.
Cuando decimos que se cubre la demanda, significa que, en el mercado eléctrico, la REE hace una previsión de cuál es la energía que se va a necesitar el día siguiente y ésa es la cantidad de energía que se va a producir y vender. (Y a veces se falla o incumplen quienes prometieron suministrar y ahí es donde nos vamos al estraperlo de la energía: el mercado de restricciones técnicas).
En estos momentos ya estamos adentrándonos en terreno pantanoso. Uno, cuando habla de mercado, se imagina que cada operador quiere vender el bien o servicio al precio más alto posible y el otro adquirirlo al más bajo. Pues esto no funciona así. Y no funciona así porque comprador y vendedor del mercado eléctrico tienen un interés compartido porque forman parte del mismo grupo (aunque hay una obligación de separación jurídica estricta, no existe de separación económica). A esto es a lo que se llama integración vertical. Es como la santísima dualidad, que son uno y dúo a la vez. Los mayoristas venden a minoristas del mismo grupo. Y no importa vender/comprar a un precio alto si vas a revender a quien no tiene poder de mercado: nuestro cliente final, que puede ser empresa (con un poder de negociación variable dependiendo de su tamaño en tarifas en el mercado libre) o consumidor final, que tiene exactamente y sin margen de error cero poder de negociación.
Además, participan cuatro gatos en este mercado por dos motivos centrales: una política de concentración de productoras intensa y porque trasladar energía eléctrica tampoco es fácil y las interconexiones de Iberia con el resto del mundo no están muy bien perfiladas. Que sean pocas las hace bien avenidas, ya que esos gatos se conocen desde que el mundo es mundo y participan en un mercado de forma diaria y varias veces al día. Esta circunstancia reduce el factor sorpresa y la necesaria independencia en sus conductas y suele materializarse en un alineamiento misterioso y sospechoso de los precios.
El otro bombazo de este mercado es el procedimiento de determinación del precio. Ya os lo he dicho: es una subasta. Pero no cualquier subasta: es una subasta con precio marginal. Si se necesita x de energía, todas las productoras van ofreciendo a un precio hasta llegar a la energía necesaria, precio al que se casa y se remunera a todas las productoras por igual, independientemente de que se hubiera ofrecido a otro más bajo. De ahí que no importe ofrecer a cero si nos podemos asegurar que la última que entra en la subasta impone un precio generoso, al que se remunera a todas las casadas. Y aquí, estimados lectores, es donde entran en juego todo tipo de estrategias cuestionables (restricción de output; con excusas que son poco menos que un insulto a la inteligencia en un sistema de probada sobrecapacidad de producción; generadoras clavija; etc.) y el conocimiento acumulado de los comportamientos de las participantes en la subasta.
La traca final son los mercados de restricciones técnicas. Como no existe Nostradamus, la programación a veces falla o “le fallan” (con autoexclusiones voluntarias del mercado diario regular, sobre todo las hidroeléctricas y térmicas de gas y carbón, cuyo resultado es perfectamente previsible para los jugadores -insisto, son 4 y se conocen de antiguo-, entrarán en el mercado de restricciones) y se producen incidencias, en las que se necesita más energía de la casada. Como no se va a repetir la subasta, lo que se hace es intentar parchear pidiéndole a la productora más próxima al problema (porque hay que solucionarlo rápido, no vamos a dejar al código postal en cuestión sin luz) que surta a través de mecanismos de ajuste.
Si estamos hablando de una verdadera necesidad esporádica no prefabricada, es sólo un win: porque las inicialmente excluidas entran en un mercado con menos competidores con un precio aún más generoso que el diario (que para eso habían quedado fuera, acuden al rescate y hay que recompensarlas). Pero es que, además, si todo esto es una práctica anticompetitiva o paripé, es un win-win: la práctica de auto-exclusión incrementa el precio del mercado diario en el que participan algunas generadoras del grupo porque, al haber menos oferentes, el precio sube y, posteriormente, entran otras productoras del grupo en el de restricciones a un precio mucho más elevado del diario (hay necesidad y prisa, y no hay competencia… un mal combo para abaratar precios).
Para controlar esto, tenemos dos herramientas: la competencia y la regulación. La CNMC está haciendo un trabajo admirable, aunque luego los tribunales anulen muchas decisiones. En segundo lugar, tenemos la suerte de que se nos haya permitido mantener el mercado minorista parcialmente regulado con la Tarifa de Último Recurso o Precio de Venta al Pequeño Consumidor, que la Comisión nos recorta cada vez más. Y que básicamente es un precio regulado paralelo al libre mercado que, al servicio del ahorro de detalles y tiempo, os remito a la CNMC para que os dejen claro por qué siempre de los siempres es más conveniente para los pequeños consumidores que el mercado libre.
Los lloros son naturales ante este escenario, que no cunda el pánico. Escenario que, por lo demás, es perfectamente lícito, y produce ya estas disfunciones en su operativa normal. Dejaremos para otro día el relato de otras prácticas truculentas que suceden al margen de la legalidad y que, a duras penas, se pueden controlar ex post por la CNMC en un mercado con una estructura incapaz de gobernarse a sí mismo. Generadora pública, por lo más sagrado. Generadora Pública. Ah, eso y controles férreos de competencia. Y cambio completo y absoluto de la regulación del mercado.