La editorial valenciana Handshake publica Torre Naranja, un libro-ensayo en el que LUCE contempla la belleza de lo deshabitado y el arte de las periferias a través de una intervención en La Torre. Para celebrar la publicación el próximo 4 de diciembre se organiza una ruta en bicicleta con la intención de descubrir el recorrido que inspiró al artista para crear este ensayo creativo
VALÈNCIA. En lo más alto de la más alta torre de las afueras de València se encuentra LUCE, el artista multidisciplinar que bajo su mirada contempla la ciudad como espacio artístico y estudio; confiesa que lo urbano es lo que le genera calma, y lo que a su vez le lleva a crear y le inspira. En este caso sus nuevas divagaciones toman forma en Torre Naranja, un estudio y una historia sobre una 'porcatera' de metal que se encuentra cerca de Foios. Su intervención en esta ha hecho que la torre tome una nueva vida, y que a su vez dialogue tanto con el artista como con el contexto que la rodea. Según Rubén Montesinos, editor de Handshake, en la publicación es donde se resume parte de este paseo creativo por el imaginario del artista: “Las partes de la intervención dialogan pero son distintas, es en la lectura donde se puede descubrir todo”.
En el libro se cuenta la historia de un paseo, una oda al recorrido creativo que LUCE hace con el diseñador Pablo Bolumar allá por el 2020, en el que descubren la torre naranja metálica, que pudo haber sido una 'porcatera'. Desde el momento en el que la ve LUCE sabe que tiene que intervenir en ella, necesita perforarla y emplear su tinte naranja para pintar. Necesita que se convierta en su nuevo estudio, y a su vez también siente la "pulsión" de averiguar las posibles historias que podrían haberla habitado: tal vez una granja entera de cerdos rosas, tal vez un temporero que se cobijaría en el lugar... Todo ello vive en la imaginación e investigación de LUCE y ahora lo hace también en Torre Naranja.
Para comprender la historia que rodea a este lugar y el por qué de esta intervención el artista se cita con Culturplaza, en el centro de la concurrida y fría València. Llega a la quedada con una bicicleta plegable color verde botella, una herramienta que asegura que le está dando una nueva perspectiva a la hora de comprender la ciudad como espacio creativo. Una vez se sienta y pega el primer sorbo de su café cortado comienza a relatar el por qué de esta nueva historia: qué le enamoró del lugar y cómo ha logrado contarlo todo gracias a la editorial valenciana Handshake. Despliega el libro sobre la mesa y arranca por un: “A ver por dónde empezamos”.
LUCE explica en el texto que divide la publicación que descubrió la torre con su amigo Pablo Bolumar, allá por el año 2020, la descubrieron en una ruta que el diseñador ya estaba acostumbrado a hacer, pero en la que no había reparado en esa construcción color naranja butano. Ese color en concreto fue lo que hizo que LUCE posara su mirada, en “el color y forma tan exóticos”: “Llevaba la idea de esa zona alimentarla de intervenciones en esa lógica”, explica sobre el espacio, que se camufla y suele pasar desapercibido: “La gente pasa con el coche por ahí y nadie se da cuenta de que ha sufrido una modificación”, y repara en su forma: "Lo que es curioso es que es un habitáculo que es cerrado, que ocupa varios planos. Según la hora puede relacionarse con todas las caras, está encerrado, es un prisma”.
Trabajar con LUCE, tal y como lo explican desde Handshake supone vivir en un “entusiasmo infeccioso”, algo que hace que seguir sus pasos sea la única forma introducirse en un mundo del que solo él tiene la llave. Para adentrarse cabe acompañarlo, la otra mitad de Handshake, Jaime Sebastián, explica que todo el trabajo se hizo en La Torre para mantenerse fiel al relato: “Todas las reuniones las hemos tenido allí, lo que nos facilita pensar en el proyecto in situ”, y Rubén añade el cómo: “Íbamos allí para verla y hablar sobre los procesos. Hay un proceso de conceptualización y otro de acción, y tras los paseos todo va germinando”. A esto se le suma otro ingrediente: la confianza mutua. Con esta ya están todos los ingredientes para encontrar el contenedor que traslada “del campo al libro” los procesos del artista.
Cuenta LUCE que para él este tipo de trabajos supone una “cesión de labores”, en la que Handshake asume el reto de darle forma y orden a todo su imaginario. Para que el paseo y la experiencia se comprendan crean un libro que se puede leer de tantas maneras como formas tiene de contemplarse la torre, perspectivas más bien. El libro también tiene pequeños agujeros que dan vida a la historia. En las paredes naranjas las frases agujereadas son las que que cuentan la historia del espacio: Naranja mancha mis dedos, puertas arañadas y cobijo del temporero.
Todas estas frases nacen de la observación del lugar, pero LUCE explica que esta intervención va bien lejos de una investigación de ordenador y silla: “Expongo lo que descubro por mis propios medios, y veo como puede llegar eso a algo más compacto. No hay un trabajo de investigación real sobre el contexto, yo voy ahí y comparto mi visión propia de lo que hay, a través de lo que contemplo en el entorno”.
Así pues tanto las frases como el libro hablan del lugar, de la curiosidad y de la investigación por cuenta propia. Con el libro se puede jugar y se puede ver como él lo hizo sobre los papeles en los que pintaba con el óxido y el color naranja de La Torre. A LUCE no le interesa el archivo, le nutre acercarse constantemente al mismo lugar a dibujar y averiguar lo que sucede. “El pincel y la pintura están en un lugar, tienes que ir directamente. Para mi es un espacio clave porque es este el que emite la pintura con el que yo puedo expresarme, es lo que más me aporta”.
La publicación se hará realidad el próximo domingo, en un paseo programado en bicicleta para comprender el por qué de la publicación. Una experiencia tan grande no se puede encapsular en palabras y fotografías, por lo que los asistentes a este peculiar recorrido podrán vivir de primera mano la experiencia del paseo entre Bolumar y LUCE. Para ello se programa una visita guiada para 20 personas, que busca celebrar la publicación y acercar a los curiosos a conocer el espacio del artista y responder a la pregunta: ¿Qué es lo que le atrae a este lugar deshabitado? Bicicleta plegable en mano, bien abrigados y con un poco de sol se podrá responder a esta pregunta, y contemplar la torre en su punto clave de vida sobre las 16h de la tarde.
¿Y por qué pasear un domingo a la hora de la siesta? Para ver la obra cobrar vida. Si salen las nubes no se podrá ver la proyección, pero la idea es que La Torre esté activa a las 16:30h, en las que los asistentes podrán ver el por qué de los agujeros y las frases: “Las tres frases son una manera de utilizar el lugar como un tótem, y que vincula los mensajes con el entorno”, la clave es emplear algo abandonado para hablar sobre el contexto. Aunque por si hace sombra, o alguien se queda sin plaza en el recorrido, aquí va la explicación personal de las frases que dan forma al todo.
Naranja mancha mis dedos
“La torre mancha, es lo que me genera más pulsión. Con los dibujos que desarrollo hago varios planteamientos, desde un estudio formal de las perspectivas y la forma de la torre hasta el contexto y el espacio. Me relaciono con un material que tinta, que puede manchar. Hay un combo de óxido y pintura, y se mezcla con el polvo. A su vez la torre es una fuente de color. Me gusta la idea de que el color se haga polvo y emplear eso para dibujar, es algo que emana color, puedo estar continuamente dibujando de ahí si dejo un espacio de tiempo entre que voy y la toco. Si dejo pasar el tiempo se borran los gestos y ese tinte se regenera”.
Puertas arañadas
“La torre alimentaba un complejo ganadero. Hay muchas ‘porcateras’ en ruinas por la zona, que nos indican que hubo una explotación cárnica en la zona. Estas puertas son realmente heavys porque tienen los arañazos de los cerdos, hace que entiendas el espacio delimitado de alguna manera. Yo lo que hago es contemplar y documentar todo eso”
Cobijo del temporero
“Al lado del entorno de esa torre había una masía abandonada, mientras yo hacía la intervención había una persona viviendo ahí que parecía estar trabajando en el campo. Digo parecía porque nunca llegué a establecer conversación con esta persona, pero puedo imaginarme en parte su historia”. Lo que me gusta rescatar del cobijo del temporero es ese encuentro no encuentro que tuve con esa persona, y a su vez homenajear toda la vida que estuvo por ahí, las relaciones de las personas con la zona y con el campo”.