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TIEMPOS POSTMODERNOS / OPINIÓN

La Unión Europea y la política migratoria

Soluciones proteccionistas animadas por movimientos populistas pueden tener costes a largo plazo

24/12/2017 - 

La última reunión del Consejo Europeo, celebrada los pasados 14 y 15 de diciembre ha sido, al menos desde mi punto de vista, bastante decepcionante. Es cierto que se aprobaron, como en otras cumbres, algunas conclusiones relevantes, en especial las relativas a la educación, al cambio climático y a los valores europeos. Sin embargo, la agenda de la Comisión Europea era mucho más ambiciosa: los dos temas más candentes, la inmigración y la Unión Económica y Monetaria, se dejaron para (quizás) la primavera. 

La política migratoria es uno de los temas que más preocupan a la Comisión Europea. Al igual que ocurriera con la educación, recientemente se ha publicado un documento por parte del “think tank” European Political Strategy Centre, dependiente del propio Jean-Claude Juncker. Lo primero que resulta interesante son los datos, pues de los 244 millones de personas que viven fuera de su país de nacimiento, 57 son residentes en la UE de los cuales 20 nacieron en otro país de la UE y los restantes 37 en un país tercero. De estos 37, 1.9 millones ya son refugiados reconocidos y 1.1 millones están esperando que se les conceda el asilo. Por tanto, la UE recibe una gran cantidad de ciudadanos nacidos en otro lugar, algunos son inmigrantes, otros refugiados, pero es evidente que está habiendo flujos importantes de población que se desplaza y la UE debe tenerlo en cuenta al implementar sus políticas. Los ciudadanos, por supuesto, son conscientes del problema, que ahora consideran, según el Eurobarómetro, el segundo más grave (38%) sólo por debajo del terrorismo (41%) y a gran distancia de la situación económica (18%). Además, durante 2015 y 2016 fue la mayor preocupación de los europeos, llegando a superar el 50% entre los encuestados.

Por otro lado, Europa necesita inmigrantes. Para que Europa mantenga las actuales condiciones económicas y sea capaz de mejorar la productividad de la economía, se necesita más capital humano, en especial en las economías más avanzadas. Ahora mismo faltan ya trabajadores cualificados, en términos generales (lo que explica que los universitarios españoles que lo han buscado hayan encontrado trabajo en otros países de la UE), ya que está descendiendo el número de titulados universitarios en Europa debido al menor crecimiento demográfico. Para minimizar este impacto, es necesario atraer a emigrantes económicos con elevada formación. Hasta ahora sólo una pequeña proporción de los emigrantes que entran en la UE lo hacen por motivos humanitarios o de reunificación familiar. Comparados con Estados Unidos, Canadá o Australia, atraemos a pocos inmigrantes formados: tan sólo uno de cada tres viene a la UE frente al 60% que llega a América del Norte.

También desde el punto de vista de la investigación el análisis de los flujos migratorios ha ido creciendo en importancia. En una reciente entrada en VoxEU, del CEPR, Andrés Rodríguez-Pose y Viola von Belepsch han analizado las implicaciones económicas a medio-largo plazo de las migraciones. En dos estudios anteriores, para el caso de Estados Unidos, que ambos autores realizaron en 2014 y 2015, concluyeron que los actuales niveles de desarrollo en las diferentes regiones americanas depende de los asentamientos realizados por emigrantes hace 100 años. En un trabajo de este año analizan el papel de la diversidad, es decir, si las diferencias en diversidad poblacional dan lugar a diferentes patrones de crecimiento. Sus resultados (tomando como base el lugar en que habían nacido los habitantes de un determinado condado en Estados Unidos durante la época de las grandes migraciones, entre finales del siglo XIX y principios del XX) apuntan a que los países que atrajeron inmigrantes de muy diversos orígenes nacionales e internacionales hace más de un siglo son ahora más ricos que los que mantuvieron una población homogénea. La razón es que se beneficiaron de las diferentes habilidades, perspectivas y experiencias de los recién llegados, dando lugar a nuevas ideas y un gran dinamismo económico. Estos beneficios se han mostrado duraderos. Sin embargo, como es lógico, que éstos se produzcan dependen de que exista poca polarización, de que los diferentes grupos se comuniquen entre sí. Si se aíslan, si no interactúan y no se produce el “melting pot”, los beneficios no se producirían. En el mapa puede verse en azul oscuro las zonas con mayor diversidad y en amarillo las más homogéneas: en el Este, Nueva York y Florida, la zona de los “grandes lagos” y todo el oeste son las más diversas poblacionalmente, mientras que el “viejo sur” es más homogéneo.

Aunque la situación de Estados Unidos hace un siglo no sea directamente comparable con la actualidad, debemos en la Unión Europea ser conscientes de que podemos estar jugándonos nuestro futuro como sociedad próspera al decidir la orientación de nuestras políticas migratorias. Soluciones proteccionistas animadas por movimientos populistas pueden tener costes a largo plazo. No olvidemos que uno de los elemento clave detrás del Brexit es la resistencia a la libre movilidad de trabajadores procedentes del resto de Europa. Por supuesto, al mismo tiempo, es necesario garantizar que se produzca el antes mencionado diálogo e integración entre los grupos con las políticas adecuadas. Y en una UE integrada debe existir acuerdo y lograr una política única como premisa para poder  dejar un legado de dinamismo y riqueza a nuestros hijos.

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