Subirse al 25, autobús municipal que recorre la línea de las pedanías del distrito 19, es estimulante. Si a ello sumas la inesperada presencia de compañero de viaje del candidato a la alcaldía de València por el grupo municipal Ciudadanos, es doble. Fernando Giner, de porte amable, es un hombre sincero, agradable y noble. Nuevas formas de hacer política. Su vinculación con la pedanía de El Perellonet es la de residir en tiempo estival. Siempre se deja ver en la procesión de la Virgen del Carmen. Giner es un devoto seguidor de la tradición marinera. Escucha atento todas mis indicaciones desde la salida hasta la meta. Deja hablar y de reojo observa todo lo que ocurre en el interior del autobús. Un buen anfitrión para los pasajeros que forman una colla multicolor de lenguas y banderas con ganas de llegar a su destino. Su móvil es un vibrador de quejas, no cesa de recibir mensajes, llega a ser agotador, pero es su trabajo.
Dejamos atrás un municipio de postal, una ciudad a la Calatrava con su Ágora a medio gas, y nos adentramos en el extrarradio marinero, la fachada marítima del sur. Nos sumergimos en la autopista de El Saler como vendedores ambulantes reflejados en un arco iris de pesadas grúas portuarias, contenedores, barracas, chimeneas, fábricas y campos abandonados. La huerta sigue siendo visible. En el poco trayecto recorrido por la ruta de la felicidad el paisaje te deja apreciar las faltas en la València invertebrada. Es posible con muy poco, un billete de autobús, tiempo y paciencia. El bus traspasa lo patafísico, la ZAL, un bazar vallado sin estanterías, lineales, ni productos, abonado por tierra y sembrado de hierbas. Trasnochado y obsceno. Una profunda herida abierta del municipio de València con sus propios vecinos de La Punta. Costará cicatrizar. Con cierta fortaleza persiste una estampa de la Iglesia de la Inmaculada Concepción levantada con los planos del arquitecto Francisco Mora. Los muros del templo son infranqueables hasta para las gaviotas que revolotean por el cielo azul de València. El scalextric de vías permite al río Turia desembocar en el Mediterráneo. La V-30, artería estrecha y caduca, colapsa la paciencia de miles de conductores que a diario la recorren para llegar a su destino.
Turistas, vecinos y segundos residentes forman la cola de un pelotón con un gregario al volante. Encomiable labor la del conductor de la EMT, empresa pública municipal de transporte, en su arduo trabajo de dirigir el tráfico de pasajeros ante tanto cojín berlinés. Demasiados vaivenes sorteados en el camino llegan a ser estresantes. Nos desviamos de la CV-500, llegamos al término municipal de Pinedo con las aceras ocupadas por sillas y mecedoras, típica escena vecinal de a la fresca. El centro urbano de la pedanía se cruza en unos pocos minutos si no hay tráfico rodado. Restaurantes, arrocerias, bazares, tiendas de pesca, comercios genuinos de la pedanía. A la salida se encuentra la estación de servicio, un antiguo y bello edificio que merece una parada para repostar. La carretera, avenida de los Pinares, nos dirige a la siguiente pedanía de El Saler. El camino hace un guiño a la ruta de la felicidad en algún tramo algo kitsch, dejando atrás autocines, campings y discotecas, hasta llegar al casco urbano. Una vez el 25 sale del bosque verde, pulmón urbano, nos reencontramos con la rotonda que da acceso a la CV-500. Nos reincorporamos a 60 km por hora hasta las siguientes paradas en el interior del bosque para cubrir las necesidades de los vecinos que residen en urbanizaciones o bloques de apartamentos. La CV-500 divide el Parque Natural de La Albufera, con parada obligatoria en el mirador. Cruzamos el puente de la Gola de El Puchol para buscar la siguiente pedanía de El Palmar. Dicha localidad vive perjudicada en el ratio de entradas al interior del casco urbano del autobús municipal que es de casi dos horas por frecuencia. Seguimos en el trayecto vigilados por el radar hasta llegar a la siguiente parada, la rotonda de El Perellonet. La extrema vigilancia deja de funcionar en la Avenida de Las Gaviotas hasta el final del trayecto en la frontera con el Perelló, término municipal de Sueca.
Desde la semana fallera el 25 cruza el puente con parada final en el municipio de El Perelló. La lógica de lo lógico es vertebrar territorios con recursos públicos de medios de transporte. Curiosidades de una línea que con vistas electorales echó a rodar de manos del Partido Popular meses antes de las elecciones municipales celebradas en 2015 y la alteración actual de la extensión de la ruta, pactada por Conselleria y Ayuntamientos, es efectuada dos meses antes de las siguientes a celebrar el próximo mayo. ¿Casualidades verdad? Los que gobiernan pecan de lo mismo que los de antes, es hemofílico. La ruta de la felicidad, desde su inicio en la puerta del Mar hasta el fin de trayecto, cuenta con más de 30 paradas en un tiempo de recorrido de 50 minutos aproximado por la incómoda CV-500. Esta línea de transporte urbano, como bien me explicaba Luis Zorrilla, Presidente de la Asociación de Vecinos de El Perellonet, es una demanda requerida al Consistorio por las asociaciones vecinales de El Saler, El Palmar y Perellonet desde 1986. La reestructuración de la misma en necesaria eliminando el tramo de circulación que recorre Pinedo como lo fue en su origen, porque dicha localidad cuenta ya con dos líneas receptoras del autobús municipal, la 14 y 15, y a la vez es el municipio más próximo a la ciudad. Si los responsables de Movilidad atendieran verdaderamente las necesidades de usuarios y ciudadanos devolverían la lógica a lo lógico, y vecinos de los tres pueblos del sur afectados por la incómoda ruta del 25 mejorarían su calidad de vida. Con la alteración de la misma, El Perellonet ha dejado de existir en el luminoso, como Teruel, aunque estoy seguro de que a algún grafitero de moda en la cultura museística o fallera de nuestra ciudad se le habrá pasado por la cabeza decorar el luminoso con la extensión del Net.