VALÈNCIA. Los Presupuestos Generales del Estado están llenos de sorpresas desagradables para los valencianos. En el trazo grueso, la valenciana es la última autonomía en inversión, con la peor suma para infraestructuras desde el inicio de la crisis, y la ya crónica asunción de promesas que, cuando se toca fondo, parece inevitable que se cumplan. Los presupuestos de la verguenza, que mantienen al territorio en su camino de servidumbre, también contienen cifras patéticas para los servicios y dotaciones culturales, especialmente con el agravio comparativo. Por ejemplo, que una asociación de amigos de la ópera (la de Bilbao) tenga más ayudas que el propio Palau de les Arts, con orquesta, coro y programación propia e internacional.
Otro caso a estudiar es el de la Academia Valenciana de la Lengua, la única academia de las lenguas oficiales del Estado que recibe 0 euros. En este caso, cabe destacar que la estructura dependiente de la Generalitat Valenciana no tramita solicitud desde que hace años, según aseguran, “dejáramos de insistir”. Mientras que la valenciana no obtiene el menor retorno de las arcas públicas, la Ral Academia Española de la Lengua recibe 1,6 millones de euros, el Insitut d’Estudis Catalans y la Real Academia Galega, cada una, 283.070, y la Academia de la Lengua Vasca 153.180. A esta última cifra habría que sumar la de la Sociedad de Estudios Vascos (129.900 euros) de la que solo es un departamento o los 46.000 extra que le acaba de granjear el acuerdo parlamentario entre PP y PNV y que da luz verde a todas estas cifras.
La AVL no recibe ni un euro más allá del presupuesto asignado por la Generalitat. Mientras que la naturaleza de las otras academias o su propia operativa les mantienen abiertas a otras posibilidades financieras (de otras instituciones públicas y con patrocinios privados), la academia valenciana depende económicamente del Gobierno valenciano al 100%. En su día y a propuesta del Consell Valencià de Cultura, cuando se promovió la ley que dio viabilidad a esta estructura, se buscó que tuviera tanto personalidad jurídica propia como independencia presupuestaria “para garantizar su objetividad e independencia”. Sin embargo, esto la diferencia del resto de academias de las lenguas oficiales ya que todas funcionan de manera independiente pero con diversas entidades colaboradoras.
Por ejemplo, en el caso de la Real Academia Galega, participan tanto la Xunta de Galicia como el Estado, las cuatro diputaciones de la región y hasta el Ayuntamiento de A Coruña en el que está su sede. Aunque se dirige a todas las áreas culturales, la lengua es la que protagoniza el mayor número de actividades y es esta institución la que marca la pauta académica de su lengua. Algo parecido sucede con el Institut d’Estudis Catalans, aunque el espectro y ámbito de actuación es mucho mayor. Con áreas de historia, arqueología, biología y demás ciencias, también es quien marca la pauta en su lengua y está participado económicamente por instituciones, patrocinadores y los réditos de donaciones privadas que también tiene. El caso vasco es directamente un órgano coordinado por las diputaciones eusko-navarras, con ayudas añadidas de los gobiernos de ambas autonomías además de las ya citadas del Estado.
Con todo, es cierto que las tres academias -además de la RAE- se gestan a inicios del siglo XX, mientras que la AVL surge justo antes de iniciarse el XXI. Su punto de partida, adscrito orgánicamente a la Generalitat aunque independiente como institución, parecen mantenerla fuera de este tipo de posibilidades financieras. “Cuando la ayuda fue solicitada, no fue concedida”, apuntan desde la academia valenciana. Sin aportaciones privadas ni de otras entidades públicas (como diputaciones o ayuntamientos, por ejemplo), la AVL parece haber asumido una posición de brazos caídos con respecto a la posibilidad de exigir financiación al Estado. “No es un debate o algo que esté sobre la mesa”, concluyen.