VALÈNCIA. Los ingenieros agrónomos valencianos hacen un excelente balance de la vendimia de 2017 en un año, otro más, con un verano muy seco. Una vendimia que estiman como escasa, pero de mucha calidad, según explicaron desde el Colegio Oficial de Ingenieros Agrónomos de Levante (Comunitat Valenciana y Baleares).
En algunas zonas la vendimia ha comenzado en agosto, con semanas de adelanto a lo que es habitual. Es el caso de la zona conocida como Terres dels Alforins. Pablo Calatayud, de Celler del Roure, celebra las abundantes precipitaciones. “En diciembre llueve mucho, en enero tenemos lluvia y nieve, el día 20 cae una gran nevada de medio metro y en marzo vuelve a llover”. En total, se han recogido más de 800 litros de vendimia a vendimia. “¡Una maravilla!”, exclama Calatayud. “Con toda esta lluvia y unas temperaturas algo más altas de lo normal, especialmente en mayo y junio, el ciclo se adelanta y tenemos mucho vigor y muchas hojas para madurar no demasiados racimos. A pesar de la lluvia, la producción este año es baja debido a la sequía del año anterior”, explica.
Otro ingeniero agrónomo que también elabora en la zona, Juan Llobell, de la bodega Fil·loxera&Cia, explica que la climatología del verano ha sido casi extrema. “Otro verano seco ha hecho que el desarrollo de estos racimos haya sido muy poco, disminuyendo aún más los kilos y acelerando la maduración debido a un mes de julio más típico del trópico que de un clima mediterráneo, puesto que hemos tenido muchos días con temperaturas y humedades relativas muy elevadas”. Esto ha provocado una maduración mucho más rápida, entre doce y quince días de anticipación. “A partir del envero ha sido una carrera de velocidad, las uvas han alcanzado muy pronto concentraciones de azúcar altas que recomendaban vendimiar para no tener unos vinos excesivamente alcohólicos, pero la maduración de las pieles y semillas no ha sido la habitual. La gestión en bodega se ha alterado para acomodarse a las condiciones de la uva, variando las maceraciones y los tiempos de encubado”, explica Llobell.
Ambos ingenieros se felicitan por el resultado final de la cosecha y destacan que la habilidad para “leer” la uva que les ha entrado, que como es normal, condiciona la elaboración, haga que se puedan esperar unos muy buenos vinos.
El panorama ha sido ligeramente diferente en Utiel-Requena. El verano tan seco ha obligado a adelantar la vendimia, pero no tanto como al sur de la provincia de Valencia. Así lo atestigua otro ingeniero agrónomo, José Salón, propietario de una pequeña bodega, Pasiego. “En la zona alta de Utiel Requena, formada principalmente por varias aldeas de Utiel y los municipios de Camporrobles y Sinarcas, la vendimia no se ha adelantado tanto como en otras zonas, debido principalmente a las heladas padecidas tras la brotación en primavera. En Requena terminó pronto la vendimia de las variedades blancas tanto para vinos base cava como para vinos blancos. Y a mediados de septiembre comenzó la vendimia de variedades tintas como la tempranillo, la garnacha y la bobal”.
En cuanto a la calidad de la uva, la satisfacción es total, al igual que en la zona de La Costera: “El estado sanitario de la uva es el idóneo, a pesar de que ha habido algunos brotes tardíos de mildiu, que solo han afectado parcialmente al follaje en algunas parcelas”. Las heladas y el pedrisco caído en mayo han hecho caer el volumen de la cosecha un 50% con respecto al año pasado. “La cosecha va a ser corta pero de una gran calidad”, resume.
El último testimonio es el de Pablo Cortés, de WineryOn, que elabora en la vecina Yecla, aunque su actividad profesional le hace recorrer y conocer todas nuestras zonas vitivinícolas. Coincide con la valoración del resto de compañeros: “Vendimia corta con pocos kilos debido a la severa sequía, pero la calidad de la uva es excelente, así que se trata de una muy buena cosecha que va a dar unos grandes vinos en el futuro”.
Para el decano de los ingenieros agrónomos, “la tecnología ha evolucionado mucho en muy poco tiempo, lo que abarata la inversión que supone poner en marcha una bodega, pero también las bodegas y agricultores se han abierto a nuevos modelos de empresa, como puede ser el de Cortés, en la cual su activo es el conocimiento y la inteligencia comercial, que explota, a modo de economía colaborativa, con otras empresas cuyos activos pueden ser la tierra, las viñas o la propia bodega”.
Las estimaciones del Colegio de Ingenieros Agrónomos son que más de un centenar de sus colegiados trabajan de manera más o menos directa en el sector vitivinícola valenciano, y lo hacen en toda la cadena de valor: desde el proyecto y ejecución de las bodegas hasta la investigación, pasando por la dirección de la producción y enológica, marketing, finanzas o gerencia. Aunque apuntan un fenómeno que hasta ahora no era tan frecuente, que es el de emprender y convertirse en bodegueros.
Para el decano del COIAL, Baldomero Segura, “este sector está avanzando a pasos agigantados, ha evolucionado muchísimo y ha tenido una capacidad de adaptarse a los cambios que le ha impuesto el mercado que resulta ejemplar”, aunque no deja de apuntar un problema que tiende a cronificarse como lo es el déficit hídrico. “En el escenario en el que nos encontramos, es más que previsible una mayor dedicación de ingenieros agrónomos para gestionar eficientemente los pocos recursos hídricos con los que contamos”.
Por otra parte señala que “la diversidad de modelos que cohabitan en nuestro territorio, desde grandes cooperativas hasta las denominadas microbodegas, está abriendo nuevos nichos de mercado para nuestros ingenieros que va más allá de los proyectos, la dirección de producción o la gestión”.