Arrancamos este nuevo año 2020, recuperando a Zhou Enlai, personaje fascinante que estuvo irremediablemente ligado a la trayectoria del presidente Mao Zedong. De hecho, de alguna forma, Mao no se comprende sin Zhou Enlai y éste sin Mao. Zhou Enlai fue un contrapeso real frente a los excesos del presidente Mao. En este sentido, siendo Zhou Enlai una personalidad cuya aproximación requiere un análisis siempre matizado como veremos más adelante, no es difícil concluir que se erigió en una suerte de cara luminosa del maoísmo al que, después de su muerte, doblegó.
Así, Zhou Enlai es una de los protagonistas más destacados en la construcción de la China actual habiendo sido en ocasiones un personaje central. Y resulta difícil comprender la evolución de China del último siglo sin tenerle en consideración ya que participó en algunos de sus momentos decisivos y contribuyó, como veremos más adelante, a su configuración contemporánea habiendo dejado, en mi opinión, una impronta incluso más duradera que la que dejó Mao que se inició y acabo con él mismo. Dada la naturaleza poliédrica del personaje, a continuación realizaremos un breve repaso de su biografía para luego centrarnos en los factores que hicieron de Zhou Enlai uno de los grandes precursores del exitoso modelo chino actual que, como es sabido combina un potente capitalismo de Estado con un discurso institucional de naturaleza comunista.
Zhou Enlai nació en la provincia de Jiangsu en 1898. De orígenes familiares acomodados, sus antepasados fueron mandarines. Sin duda estos orígenes imprimen carácter y pueden explicar en parte su personalidad refinada, sofisticada y la forma profesional de resolver situaciones. Además esta circunstancia le permitió recibir una educación moderna en la prestigiosa Universidad de Nankai en Tianjin que siguió el modelo de la Philips Accademy de Estados Unidos. Sus maestros quedaron impresionados por su talento sobresaliente e incluso ayudaron a financiar la continuación de su formación primero en Japón (de julio 1917 a abril 1919) y luego en Francia.
Su estancia en Japón no resultó especialmente relevante para su formación política concluyendo que el modelo político japonés basado en valores elitistas y en un intenso militarismo, no resultaba exportable a China. En 1919, inicia su activismo político participando en el famoso movimiento de protesta del 4 de mayo en Tianjin. Esta experiencia resultó determinante para su adscripción al movimiento comunista lo que motivó su viaje a Europa en 1920 residiendo principalmente en Francia (dónde constituyó la filial europea del Partido Comunista de China) y viajando por todo el continente (Inglaterra, Alemania) hasta su regreso a China en 1924. En este momento inicial, se consolidó la estrategia consistente en que el Partido Comunista de China se apoyase en el partido nacionalista del Kuomintang liderado por Sun Yat-sen (el padre de la República China). De esta forma, Zhou Enlai se convirtió en el segundo del general Chiang Kai-shek en la dirección de la prestigiosa Academia Militar de Whampoa.
En 1927 se quiebra la alianza entre los nacionalistas y el Partido Comunista y Zhou Enlai multiplicó sus actividades revolucionarias. Así impulso el levantamiento revolucionario que no prosperó en Shanghai y tuvo un papel central en la insurrección de Nanchang que desembocó en la creación del Ejército Rojo de China. Sin embargo los comunistas chinos fueron derrotados por Chiang Kai-shek debiendo iniciar la famosa “larga marcha” (1934-1936) que les permitió romper el férreo cerco nacionalista y asentarse en Yenan donde constituyeron una nueva república. Es precisamente en estas fechas cuando se aproximó realmente a Mao iniciándose una relación que duró hasta la muerte de ambos.
De hecho, al principio, Zhou Enlai fue el superior de Mao siendo este su asistente. Al concluir exitosamente la referida Larga Marcha, Mao consolidó su liderazgo y Zhou Enlai fue relegado al cargo que ocuparía toda la vida de segundo. Mao era perfectamente consciente que necesitaba de las enormes habilidades, del prestigio y del carisma amable de Zhou Enlai para el éxito de su proyecto.
Ante el inminente estallido de la Segunda Guerra Mundial y más que posible invasión japonesa, las soviéticos (que habían invertido millones de dólares para tratar de conseguir el triunfo del Partido Comunista en China) volvieron a ordenar la colaboración de los comunistas con las nacionalistas para formar un frente común que sería la única forma de derrotar al invasor nipón. Esta nueva directriz, en la que Zhou Enlai acertadamente creía, tuvo su manifestación más palmaria en el llamado incidente de Xian. Fue una nueva oportunidad de evidenciar la altura de miras de Zhou Enlai en contraste con la de Mao Zedong. En efecto, gracias al apoyo de uno de los más altos comandantes del Kuomintang en la zona del noroeste de China, Zhang Xueliang, se consiguió secuestrar a Chiang Kai-shek obligándole a unirse a los comunistas en un frente común contra los japoneses. La astuta maniobra fue orquestada por Zhou Enlai con el claro propósito de conseguir el apoyo necesario de Chiang Kai-sheck. Mao era partidario de aprovechar esta oportunidad para ejecutar a Chiang Kai-shek lo que habría supuesto un grave error de cálculo. En todo caso, el resultado de este episodio fue que del año 1937 hasta el fin de la Guerra Mundial en 1945 ambos bandos enfrentados previamente colaboraron plenamente para derrotar al invasor. Durante la guerra Zhou Enlai desplegó su actividad gestora en la ciudad de Chongqing, en la que tenía su sede el gobierno del Kuomintang, como principal representante del Partido Comunista de China.
Al concluir la guerra, los Estados Unidos, a través del general Marshall (si, el célebre general americano que dio nombre al plan de reconstrucción económica de Europa en la posguerra) trataron de evitar que se reanudasen las hostilidades entre nacionalistas y comunistas y alcanzar un gobierno de coalición. Zhou Enlai fue siempre partidario de esta solución de consenso. Sin embargo, resulto imposible y la guerra civil entre ambos bandos se volvió a desencadenar saldándose con la victoria comunista (tras errores notables del bando nacionalista) que concluyó con la proclamación del República Popular China el 1 de octubre de 1949 con el Partido Comunista de China presidido por Mao Zedong y con Zhou Enlai como primer ministro, cargo que ambos ocuparían hasta sus respectivas muertes en 1976.
Durante su dilatada carrera en el gobierno chino como diplomático y estadista, su participación fue capital en prácticamente todos los momentos políticos estelares de la historia de China de la segunda mitad del siglo pasado: el restablecimiento de las relaciones internacionales de China con la creación de la nueva república; el éxito de conseguir inicialmente una buena relación con la India a pesar de la ocupación del Tíbet por China en 1950 y 1951; los momentos dramáticos relacionados con la intervención China en la Guerra de Corea en 1950 (Stalin se desentendió del problema al estar todavía recuperándose de la Segunda Guerra Mundial y el conflicto concluyó con la partición del país que todavía perdura; aprovecho para rememorar un episodio terrible le la biografía de Mao de Jung Chang y Jon Halliday que me impactó especialmente.
Uno de los hijos de Mao murió en el frente en la referida guerra. Cuando se le informó de su defunción se limitó a murmurar un lacónico: “La gente muere en las guerras”); su participación en la conferencia de Ginebra de 1954 que trató, sin éxito, de buscar una solución para poner fin a la guerra de Vietnam (consiguió que pese a la malísima educación del Secretario de Estado norteamericano, John Foster Dulles que le negó el saludo, tener una silla en la mesa de las negociaciones y algo más agradable, almorzar con el genial Charlie Chaplin que se había refugiado en Suiza tras ser declarado persona non-grata en Estados Unidos por sus actividades supuestamente radicales con ocasión de la deleznable caza de brujas de Joseph Mc Carthy); y fue esencial en el restablecimiento de las relaciones con los Estados Unidos durante la presidencia de Richard Nixon (de hecho Henry Kissinger escribió que de Zhou Enlai le impresionó profundamente tanto por su gran inteligencia como por su atractiva personalidad en la que combinaba una sabiduría filosófica portentosa con una enorme gracia personal).
Conviene destacar en su dilatada trayectoria una constante indiscutible: en todo momento constituyó un elemento atemperador de las destructivas y adanistas acciones del presidente Mao. Por su importancia, y solo como ejemplos especialmente llamativos, le debemos a Zhou Enlai (entre otros, junto al malogrado Liu Shaoqi) haber contribuido a frenar la suicida política de industrialización entre 1958 y 1962 conocida como el Gran Salto Adelante que se saldó con muerte de treinta millones de personas lo que supuso la mayor catástrofe humanitaria en tiempos de paz de toda la historia. También trató de mitigar algunos de los efectos más perversos de la Revolución Cultural promovida por Mao para asegurarse su mantenimiento en el poder a partir de 1966. De hecho, es probable que tengamos que agradecer a su enconada resistencia que se evitase la destrucción de una maravilla única como es la Ciudad Prohibida de Pekín.
Es cierto que algunos historiadores le acusaron de complicidad con el maoísmo cuando simplemente trato de asegurar su supervivencia no solo política sino incluso física. Y no fue un intocable ya que sufrió en su entorno los excesos del maoismo (sin ir más lejos su querida hija adoptiva Sun Weishi murió torturada y violada por la Guardia Roja tras siete meses de detención). De hecho, la muerte de Zhou Enlai por cáncer de vejiga podría haberse evitado si se hubiera tratado a tiempo. No obstante, el presidente Mao, que era el único al que se le hacían llegar los exámenes médicos de los miembros de su Gobierno, temiendo que Zhou Enlai le sobreviviese (estaba Mao ya muy enfermo) decidió ocultarle esta información hasta que el cáncer fue irreversible. Se trata sin duda de una historia terrible. Zhou Enlai murió el 8 de enero de 1976 y Mao prohibió cualquier acto en su memoria ni duelo oficial alguno.
Sin embargo, el 4 de abril de ese mismo año uno de los más extraordinarios y espontáneos acontecimientos de la historia de la China moderna tuvo nuevamente lugar en la Plaza de Tiananmen (sin duda fue un antecedente de los dramáticos hechos sucedidos años después en 1989) cuando se congregaron miles de personas alrededor del monumentos a los Héroes del Pueblo para conmemorar la vida y la muerte de Zhou Enlai. En esta ocasión, la buena gente de Pekín honró a Zhou mediante coronas, poemas, flores a los pies del monumento. Ese 4 de abril más de dos millones de personas visitaron Tiananmen en pacífico homenaje a un gran líder. Además se observó que provenían de todos los estratos sociales: desde altos cuadros del partido a los campesinos y obreros más humildes. Uno de los sentimientos que les animaba era la indignación por el tratamiento oficial dispensado a Zho Enlai. Sin duda fue el líder chino más querido.
Lo relevante es que esa moderación, cordialidad y pragmatismo que caracterizó a Zhou Enlai le sobrevivió a través de su delfín que no fue otro que Deng Xiaoping. En efecto, por ironías de la historia, ha resultado afortunadamente más decisiva la figura de Zhou Enlai, a través de Deng, en la configuración de la exitosa China actual, al menos en lo que se refiere a la irrefutable disminución de la miseria y su progreso material, que la del propio y controvertido Mao Zedong.
(escrito en Sunset, José Ignacio, Uruguay)