La EUIPO, ese gigante silencioso 

Este viernes 17 de enero, como viene siendo tradicional, se celebró el Cocktail de Año Nuevo de la Euipo, agencia europea de propiedad intelectual y diseño que tiene su sede en Alicante desde 1994. No fue un evento diferente al de otros años, quizás con menos asistencia por acumulación de actos de esa mañana -a primera hora se había producido la toma de posesión de la rectora de la UA, Amparo Navarro y posteriormente la presentación del stand de Fitur-, así que mucha gente se quedó por el camino. 

Pero bueno, la cita tuvo su aquel. Este año, el encargado de presentar el estudio de impacto económico de la Euipo fue el vicepresidente de la Cámara, Jesús Navarro Alberola, en ausencia de Carlos Baño; fue el segundo cara a cara entre Diana Morant y Carlos Mazón; el alcalde de la ciudad, Luis Barcala, aprovechó el acto para recordar una vez más la importancia que tiene la sede de la euroagencia y las condiciones que ofrece la ciudad (de calidad de vida), y el director ejecutivo de la Euipo, Joao Negrao, ofreció datos de cómo se ha cerrado el ejercicio. A destacar, que el número de solicitudes de marcas ha aumentado un 4%, lo que sitúa a 2024 como el segundo mejor año, y que en cuanto a registro de diseños, ha sido el mejor año de la Euipo. Como recordó Negrao, ahora la Euipo ha asumido una nueva competencia, que es el registro y protección de las indicaciones geográficas (IG) de los productos artesanales  e industriales. 

Sigo con las palabras de Negrao porque me parecieron muy interesantes. Según dijo, la Euipo se ha convertido en un caso de éxito dentro de su contexto, en Alicante. No hay que olvidar que la euroagencia tiene más de 1.000 funcionarios, pero su impacto es de más de 2.600, y genera un impacto de 452 millones, como bien refleja el estudio de la Cámara. El máximo responsable fijó como retos ayudar a las empresas de su entorno a innovar y a utilizar la Inteligencia Artificial, lo cual está muy bien y puede ser muy pedagógico. Por una parte, para que las empresas de la Comunitat amplíen sus mercados y converjan en un nivel tecnológico que les permita competir mejor fuera de sus fronteras.  

Todo eso está muy bien, pero todos sabemos que entre la Euipo y la ciudad, o entre la Euipo y la Comunitat, falta algo, algo más que permita a los ciudadanos y a las empresas sentir a la eurogencia como un elemento más del entorno en el que se mueven. Un ejemplo, todo el mundo sabe que Ford está en Almussafes, Valencia. Es posible que haya gente en Alicante que no sepa ni que es la Euipo. Es verdad, como se dijo, que el 40% de los proveedores de la Euipo son de la Comunitat, pero sigue haciendo falta algo más para la relación. Los sectores económicos de su ámbito sí que lo considerarán, pero sigue faltando esa implicación que le convierta en un actor activo de la sociedad. Falta algo tangible.

Hubo un anterior director, António Campinos, que aprovechaba el Cocktail de Año Nuevo para reclamar las infraestructuras que necesitaba la agencia. De ahí salió el carril bici que une la Playa de San Juan hasta su acceso. En su día, también se reclamó un nuevo acceso viario  -por la vía parque Alicante-Elche- para descongestionar la N-332 en las horas puntas. Pero no hubo suerte. También se proyectó un bosque o pulmón verde en la cercana Serra del Porquet, pero poco más se supo. 

Quizás ha llegado el momento, ahora que la Generalitat tiene otras necesidades, por la Dana de Valencia, de que la Euipo aúne a todas las instituciones -Gobierno, administración autonómica y local- para un proyecto -con fondos europeos- que genere beneficio en sí misma, y en la ciudad. Un proyecto que ayude a descarbonizar y hacer del tránsito, o del entorno, entre la ciudad y el aeropuerto una vía más amable. Ganarían todos: eurofuncionarios, residentes, proveedores... Y siempre se podría decir que esa obra fue fruto de ese gigante silencioso que hay en la zona sur de la ciudad, que tiene más de 1.000 trabajadores y genera 452 millones de euros. Se podrá decir que eso que falta corresponde a otros, sí, pero, visto lo visto, alguien debe empujar, o mover el árbol en Bruselas. Y eso sí que lo puede hacer la Euipo.