L’Alquimista es uno de esos restaurantes que te hacen descubrir (y enamorarte) de platos que no conocías de la rica y casi siempre mal explotada gastronomía italiana
Su pasta fresca, elaborada diariamente y cortada al momento de preparar el plato, es insuperable. Cocinada tan solo con un poco de mantequilla y el toque de alguna hierba o especia, deja todo el protagonismo a la deliciosa pasta, sin salsas que enmascaren o camuflen. Si uno desvía la vista de la cocina, puede imaginar que quien trabaja detrás de los fogones desplegando los secretos culinarios familiares es una auténtica mamma. Pero no, es Mario, un italiano original de Rávena que lleva ocho años al frente de este minúsculo restaurante de solo cinco mesas en las que Nicola se mueve como pez en el agua explicando el origen y la elaboración de cada plato.
En l’Alquimista todo se hace con cariño y cuidando la procedencia. Las galletas de amaretto del postre que acompañan a la crema de mascarpone vienen de un horno centenario de Bolognia, el licor de Maria Luisa es casero y el pesto se elabora con ingredientes que crecen en el jardín de la abuela italiana de David, otro de los cocineros.
Esta época es un buen momento para dejarse caer por allí. Además del menú habitual, uno puede probar el menú de trufa negra de la Toscana o el de la aromática trufa blanca. Muy ricos los garganelli al ragú de jabalí, aunque fueron los papardelle con setas, longaniza y trufa los que nos acercaron al éxtasis.