María llegó a Valencia en 2002. Decían las vecinas de su barrio en Quito que en España se encontraban buenas ofertas de trabajo para hacer dinero. Tras conseguir un préstamo para comprar el pasaje de avión se embarcó en un nuevo reto: venir a Valencia por un par de años, trabajar mucho, ahorrar y volverse a Quito con posibilidad de conseguir una vida mejor. Han pasado 14 año y nunca volvió. Ahora ya no imagina su vida en Ecuador. No imagina su vida fuera de Valencia. María es empleada doméstica, empleada del hogar
Recién llegada a Valencia, María se quedó instalada en casa de una prima suya que ya llevaba años instalada en Valencia y que le recomendó visitar a las monjitas para ver si le podían ayudar a encontrar algo de trabajo. María había llegado a España como turista y no tenía los papeles necesarios para poder quedarse. Pero tenía claro que no iba a volver.
En Valencia empezó trabajando como interna con un sueldo de casi 500 euros. esa cantidad le parecía una fortuna
Las monjas de una institución valenciana le ayudaron a buscar una casa donde trabajar como empleada de hogar. En Quito siempre había trabajado como personal de servicio en casas de personas adineradas y cobraba 100 euros al mes. En Valencia empezó trabajando como interna con un sueldo de casi 500 euros. Aún recuerda que esa cantidad le parecía una fortuna. Con ese dinero empezó a devolver su deuda y a mandar dinero para que sus hijos pequeños pudieron terminar sus estudios. Pasó el tiempo y con la ayuda de buena gente , según ella, consiguió integrarse y regularizar su situación.
Gracias a las redes familiares y sociales consiguió su primer trabajo como cuidadora de la Sra. Juliana que fue la primera casa donde trabajó durante un año y medio. En ese tiempo llegó su hija desde a Ecuador. Una llamada de teléfono bastó para que María ahorrará para comprarle otro pasaje como turista. Su hija no soportaba estar lejos de su madre y un año después su hija llegaba a Valencia. Pero María no pudo atenderla como quiso pues no pudo conciliar su vida laboral con la familiar, es lo que tiene el trabajo de interna con unos sueldos tan bajos. Una situación a la que se resignó sin alternativa alguna. Sufría por no poder cuidar de su hija pero al mismo tiempo se sentía agradecida de tenerla en España. Cuando falleció de la Sra. Juliana pasó a casa de la Sra. Asunción, mi yaya, donde estuvo unos 10 años y donde encontró una nueva familia.
La situación de María fue dura pero tuvo suerte. Poco a poco las cosas se fueron poniendo en su sitio y se fueron solucionando. Por recomendación encontró una casa donde vivir con su hija y entonces empezó los trámites para traer a su hijo pequeño. Resultó más complicado traerle y tardó 5 años en reunirse con su madre.
Y así fue como María fue saliendo de la pobreza en la que vivía sin obviar el dolor y sufrimiento al que ya se ha acostumbrado por estar lejos de sus otros dos hijos y de sus nietos. María vive con el corazón partido entre sus hijos y nietos de allí y sus hijos y nietos de aquí. Porque María acaba de ser abuela de nuevo. Ya tiene dos nietas en España también y eso lo cambia todo. Ahora su ilusión sería poderse traer a sus nietos de allá y poco a poco juntar a toda su familia y poder conciliar su vida laboral con su situación familiar. Todo un sueño para las empleadas del hogar inmigrantes que en muchas ocasiones se ven desprotegidos ante la ley y sin derechos laborales.
María se siente afortunada sobre todo si se compara con las empleadas de hogar que viven en situaciones de absoluta explotación laboral. Como María muchas personas han tenido que dejar sus países, sus hogares y sus familias en busca de una vida mejor pero cuando empiezan a intentar conciliar su vida personal con la profesional, comienzan los problemas.
Las empleadas del hogar son esas personas que se convierten en imprescindibles sin darnos cuenta, que hacen la vida de muchas personas más fácil y que gracias a sus labores los hogares funcionan. Son quienes cuidan a los niños o ancianos de una casa.
Son esas mujeres, pues la mayoría son mujeres, que pasan desapercibidas pero que su trabajo es vital en muchas ocasiones para que los responsables de las casas donde trabajan puedan seguir trabajando al ritmo que nos marca este sistema. Sin ellas la vida sería mucho más complicada. Pero ¿qué pasa cuando ellas reivindican su vida? ¿ qué pasa cuando ellas quieren empezar a desarrollarse también? ¿qué pasa cuando el nivel de formación de ellas es más alto que el de los dueños de las casas donde trabajan?
Alma Sarabia es mexicana y vive en España desde 2005. Se define como Activista por la igualdad de Derechos de las mujeres trabajadoras del hogar. Desde su llegada a España ha trabajado como empleada de hogar en régimen interno y externo aunque ella es Trabajadora Social. Desde diciembre de 2008 formo parte de la Red de Mujeres Latinoamericanas y del Caribe en España, donde cada año se organizan jornadas de sensibilización y visibilización de las mujeres inmigrantes. Desde el 2014 es Delegada en Valencia de la Asociación Rumiñahui Hispano Ecuatoriana, donde coordina programas de Prevención a la violencia de género en mujeres extranjeras, Escuela de familia (dirigido a familias monoparentales), orientación en materia de extranjeria y empoderamiento a mujeres trabajadoras del hogar.
Alma es una luchadora nata. Y lucha por los derechos de todas esas mujeres que sienten que no tiene ningún derecho como empleadas domésticas. Por ello desde 2013 es la Community manager de la pagina “SOY TRABAJADORA DOMESTICA ¿Y? en Facebook y forma parte de la Asociación Sedoac donde se publica toda la actualidad de las trabajadoras del hogar en el mundo.
Según Alma, las empleadas del hogar se las conocen en todos los entornos donde trabajan pero a efectos legales no existen. No hay un control sobre esos contratos de 40 horas por 800 euros al mes que se convierten en jornadas sin descanso pues al vivir donde trabajan es muy difícil poner los límites sin ser despedidas por ello llegan a dedicar todo su tiempo a las casas donde trabajan y se quedan sin tiempo para su vida, sin poder atender en muchas ocasiones a sus propios hijos y a sus familias, por trabajar en otras.
Tampoco hay un control en definir las tareas domésticas que han de hacer y su trabajo puede oscilar entre lavar un coche hasta dar clases de inglés a los menores de la casa si la interna tiene una formación cualificada. La ley no marca los límites. En ocasiones su nivel profesional a veces es superior al de las personas para quién trabaja. A veces las empleadas del hogar, la " chica " o la "chacha" , ya que no siempre se les llama por su nombre, son personas muy cualificadas y nada valoradas.
La situación de precariedad laboral no ha mejorado para este colectivo, sigue teniendo los mismos problemas. Según Alma, el problema no mejora solo cambia la nacionalidad de estas mujeres que ha ido cambiando con los años. Antes fueron las colombianas, ecuatorianas y ahora son las mujeres de Nicaragua. Pero todo sigue igual, la discriminación sigue y con la crisis aún más. ¿Qué papel juega en todo esto el gobierno?
La ley de Extranjería actual duplica la precariedad laboral de ellas, las pagas extras brillan por su ausencia y, cuando hay un problema con los papeles, las cartas de expulsión se las dan a las empleadas del hogar y no al empleado según ha denunciado Alma en las jornadas "Miradas Cruzadas" celebradas por la Cátedra Tierra Ciudadana en la Universidad Politecnica de Valencia. Este problema tiene difícil solución pues al no existir una patronal del sector, no puede negociar mejoras en sus condiciones laborales. De esta manera quedan supeditadas al buen hacer y a las buenas prácticas de las casas donde encuentren trabajo. Por ello al menos intentan unirse,y que se escuche su voz, para poder también conciliar su vida laboral y familiar. Porque ellas también tienen sus hijos, sus hijas y sus familias , aunque a algunos se les olvide o prefieran olvidarlo.
La semana que viene... ¡más!