ANÁLISIS VP

Las claves de la jornada electoral más larga

28/04/2019 - 

VALÈNCIA. Hoy hay elecciones, por fin. Se ha escrito y hablado hasta la extenuación de lo que suponen estas elecciones. La campaña, por otro lado, ha sido breve, extraña y con virajes de última hora: desde el "No es Sí" de Pedro Sánchez a los debates, que acabó concentrando dos debates en dos días, hasta los fichajes de última hora de Ciudadanos para debilitar al PP y acrecentar las peleas intestinas en la derecha, pasando por la fuerza, aún por calibrar, de Vox, estamos ante unas elecciones atípicas. Lo que sigue son las cuestiones que, a mi juicio, pueden decantar la victoria en un lado y en otro.

El índice de participación

Uno de los elementos más consistentes para atisbar, incluso antes de que comience el recuento electoral, por dónde pueden ir los tiros. Si la participación es alta, en principio son buenas noticias para la izquierda, que ganó las elecciones en 1982 (80%), 1993 (76%), 2004 (75%) y 2008 (73,8%) siempre con altos índices de participación. También las ganó en 1986 y 1989 con participaciones bajas, pero en plena hegemonía del felipismo

La derecha, en cambio, habitualmente tiene mejores guarismos si la participación es contenida: victoria en 1979 (68%), 2000 (68%), 2011 (69%) y 2016 (69%). Hay dos excepciones: 1977 (78%), las primeras elecciones democráticas tras cuarenta años de dictadura; y 1996, victoria mínima del PP, con una gran movilización y polarización electoral (77%). 

Estas elecciones se pueden parecer a las de 2015, las únicas sin un ganador claro (tan poco claro estaba el asunto que hubo que repetirlas), y con una participación del 70%. Si la participación es superior a ese índice, parece difícil que las derechas puedan sumar. Si desciende del 70%, en principio será síntoma de lo contrario. En Andalucía, referente del llamado trifachito, la participación se hundió a un 58% por el abstencionismo de los votantes de izquierda. Pero la participación tampoco es un valor absoluto: además de ver el porcentaje global, hay que fijarse en los municipios y barrios para saber por dónde van los tiros. 

La participación, precisamente, es uno de los principales factores que justifican la decisión de Ximo Puig de adelantar un mes las elecciones. Tradicionalmente, la participación en las Autonómicas, incluso aunque coincidan con las municipales, tiende a ser más baja. También más estable: desde 2003, prácticamente siempre se ubica en el 71%. Está por ver si la coincidencia con las Generales provoca un incremento significativo por encima de esos registros.

Feudos

Un contrasentido peculiar de esta campaña es que los que más hablan de España, los partidos conservadores, son los que tienen una implantación territorial más desigual; es decir, los menos españoles. El PSOE, muy probablemente, consiga representación en las 50 provincias. Unidas Podemos es fuerte en el norte de España (Asturias, País Vasco) y en Cataluña (ya veremos si lo sigue siendo aquí), pero no flaquea demasiado en ningún sitio. 

En cambio, Ciudadanos es un partido fuerte en las grandes ciudades (Madrid y Barcelona) y débil en Galicia, Navarra y el País Vasco. El PP prácticamente ha desaparecido de Cataluña, y se desinfla a ojos vistas en el País Vasco y la Comunidad Valenciana. Puede resistir en las Castillas y Galicia. Vox es una incógnita, pero en principio le irá mejor en aquellas comunidades autónomas con un sentimiento españolista más acentuado. 

Y también es una incógnita, en su conjunto, qué pasa en Andalucía, la comunidad autónoma más poblada y que reparte más escaños de España. ¿Habrá refrendo de la izquierda como si estas fueran la segunda vuelta de las Elecciones Andaluzas? ¿La derecha se beneficiará del hecho de estar gobernando?

División del voto

Los tiempos del bipartidismo han acabado, y ahora el electorado puede escoger entre cinco opciones con posibilidades de obtener escaño en casi cualquier provincia: PSOE, PP, Unidas Podemos, Ciudadanos y Vox. Seis, en el caso de la Comunidad Valenciana, donde se suma Compromís. La división del voto entre tantas opciones beneficia claramente al partido más votado, sobre todo si logra distanciarse del segundo. 

El partido más votado será, salvo hecatombe, el PSOE, de suerte que es posible que, por primera vez en la historia, un sistema electoral montado para beneficiar a la derecha (primando las provincias menos pobladas, con votantes del ámbito rural, de mayor edad, tendencialmente más conservadores) propicie la victoria de la izquierda. Puede darse el caso, de hecho, de que la izquierda gane en escaños, aunque la derecha lo haga en votos, porque los pueda rentabilizar mejor. 

En las Elecciones Autonómicas en la Comunidad Valenciana, en cambio, este efecto tendrá menos peso, porque se reparten muchos escaños en cada provincia. Pero sí que hay un aspecto crucial que tiene que ver con la división del voto: la barrera del 5% para obtener representación. Hay dos candidaturas, la de Podem y EUPV y la de Vox, que podrían verse afectadas por dicha barrera, aunque el pálpito general y las encuestas indican que probablemente ambas entren con holgura. 

Coaliciones

La derecha tiene mucha fuerza, o eso parece, y por primera vez en la historia, según indican algunas encuestas, podría batir su récord absoluto de votos, que probablemente se ubicaría en 2011, cuando el PP obtuvo el 44,6% y UPyD el 4,7%; sumados, rozaban el 50% (aunque UPyD tampoco era un partido claramente de derechas, al menos en esas elecciones). 

El problema de las derechas es que la situación política se ha polarizado tanto que no pueden pactar prácticamente con nadie que no sean ellos mismos: PP, Ciudadanos y Vox sólo pueden aspirar a sus propios diputados (incluyendo los de Navarra Suma, coalición entre PP, Ciudadanos y UPN) y, como mucho, el que obtenga Coalición Canaria (si es que obtiene alguno). El resto de los partidos no pactarán, ni siquiera una abstención, para que llegue al poder un gobierno conservador tan radicalizado y, sobre todo, tan agresivo con los nacionalismos periféricos. No pueden contar, en consecuencia, ni con el PNV, ni con el PdeCAT, heredero de CiU. Y obviamente, tampoco con Compromís, ERC o Bildu.

Y esto constituye un importante hándicap para la derecha, porque todo lo que no sea PP, Ciudadanos y Vox, o casi todo, en la práctica acabará apoyando al PSOE en una hipotética investidura de Sánchez, aunque sea sólo absteniéndose. Es decir: la derecha tiene que ganar, y tiene que ganar con una mayoría absoluta, o casi (175 escaños). A la izquierda de ámbito nacional (PSOE y Unidas Podemos), en cambio, le basta con que la derecha no obtenga la mayoría absoluta, aunque ellos tampoco la tengan.

Estos cálculos, nuevamente, no son válidos en la Comunidad Valenciana, donde el bloque que gane ha de hacerlo por mayoría absoluta de escaños. No tiene ninguna pinta de que pueda haber aquí una "tercera vía" de PSPV y Ciudadanos; porque no sumarán y porque no quieren sumar. Por ese motivo, desde mi punto de vista, Ximo Puig lo tiene un poco más difícil que Pedro Sánchez para revalidar mandato: no hay un 10% de escaños (más o menos), en principio ajenos a la dinámica de bloques, pero mucho más proclives, en la práctica, a pactar con los socialistas. A cambio, hay tres formaciones en el bloque de izquierdas, pues Compromís se suma al PSPV y Podem EUPV.

Voto dual

Por primera vez, hay elecciones Autonómicas y Generales a la vez en la Comunidad Valenciana. Somos la "Andalucía" de las Elecciones Generales. Tradicionalmente, Andalucía convocaba elecciones a la vez que las Generales, y por lo común la coincidencia era beneficiosa para el PSOE: el voto socialista en Andalucía tiraba del español. Aquí Ximo Puig busca, más bien, lo contrario: que la polarización electoral y el apoyo al PSOE en España beneficien al PSPV. Y es casi seguro que así será, que el PSPV se verá beneficiado. Pero hay que ver si eso le sirve para sumar con Compromís y Podemos.

En principio, la coincidencia electoral beneficia a PSPV, Ciudadanos y Podemos, partidos que obtienen mejores resultados en las elecciones de ámbito nacional que en las Autonómicas (y probablemente a Vox también), y perjudica al PP y, sobre todo, a Compromís. Pero habrá que ver cómo funciona el voto dual, es decir: cuánta gente vota a papeletas distintas en las Generales y en las Autonómicas. 

Es previsible, por ejemplo, que Compromís saque un resultado mucho mejor en Autonómicas que en Generales, y viceversa con Unidas Podemos. En esta "dualidad" del electorado residen buena parte de las opciones de reedición del pacto del Botànic, porque si se mimetizan exactamente los resultados de las Elecciones Generales en la Comunidad Valenciana, es posible que dicha reedición se ponga muy cuesta arriba. 

Cataluña y Vox

Cataluña sigue siendo la clave de estas elecciones. Lleva siendo el eje de la política española, al menos, dos años, pero en la práctica mucho más. El independentismo catalán explica el auge de las derechas y la aparición de Vox. Pero Cataluña también es la comunidad autónoma donde, previsiblemente, más diferencia le saque la izquierda a la derecha de cara a una investidura, si tenemos en cuenta que es la segunda que reparte más escaños (47), que tradicionalmente las elecciones generales las gana la izquierda y que aquí el "tercer bloque", los partidos nacionalistas, obtendrán muchos escaños.

Vox es la gran incógnita de estas elecciones. Si las encuestas aciertan, o infravaloran el voto oculto que pueda tener esta formación. Si hay deserción masiva de votantes del PP y Ciudadanos que se pasan al "lado oscuro" de la extrema derecha, o si Casado y Rivera logran mantener posiciones. Y, sobre todo, si Vox logra votantes tradicionalmente abstencionistas o que provengan del bloque de izquierdas, cuestiones ambas que transmutarían por completo las tradicionales dinámicas de voto en España y que podrían llevar a un resultado insospechado. 

Insospechado no sólo en términos de que las derechas sumen, sino también de cómo lo hagan. No es tan viable un pacto de las derechas en el que Ciudadanos esté en tercera posición; ni mucho menos uno en el que Vox ocupe la primera posición y Abascal la presidencia. Cuestiones ambas que parecen poco probables (sobre todo, la segunda), pero que no conviene descartar, dados los antecedentes en otros países, donde la extrema derecha ha dado la campanada.

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