VALÈNCIA (EP) Un libro de cocina editado por el Ayuntamiento de Riba-roja (Valencia) revela que las élites visigodas ya comían en el siglo VII productos de dieta mediterránea tres veces al día, con técnicas "muy definidas de cocina (tostado o guiso) y alimentos de temporada y proximidad.
'Recetas visigodas' fusiona la cultura y gastronomía de la época para recrear las costumbres, las tradiciones, las relaciones sociales y el sistema económico a lo largo del VII. Está escrito por Joan Clemente, Jorge Morín, Isabel Sánchez y Albert Ribera, con la coordinación de la técnica municipal de Turismo, Cristina Silvestre.
Con la base de su cocina y gastronomía como eje, la obra recorre una de las civilizaciones que se asentaron durante años en el VII en Riba-roja a partir de las excavaciones arqueológicas realizadas en los yacimientos de Valencia la Vieja y el Pla de Nadal, los dos espacios que describen la época de esplendor del legado visigodo.
Un total de 23 recetas describen las vajillas que utilizaban los comensales, los espacios y comedores donde se realizaban las comidas, los ingredientes que se utilizaban, la procedencia de los productos, las cantidades que comían o incluso las bebidas con las que acompañaban los platos.
De entrada, la investigación concluye que las comidas eran muy diferentes entre las clases populares y las élites dominantes. Los comedores pasaron a estar ubicados en el primer piso de los inmuebles, como en el caso del Pla de Nadal de Riba-roja, el palacio que el dux Teodomir ordenó construir en las afueras de València con una decoración formada por muebles, almohadillas o linternas de la época
Las comidas que se solían servir allí tenían reminiscencias romanas, con especias y productos locales como caracoles, carnes cocinadas en varias modalidades o embutidos, fruto de los animales que había en función de cada zona o de la época del año. Las élites completaban su dieta con liebres, conejos o perdices gracias a su hábito de cazar.
Mientras tanto, los cereales, el trigo o la avena les permitían elaborar pan o incluso cerveza, pero también consumían verduras y legumbres. Los procesos de producción permiten deducir que la alimentación visigoda es el precedente de lo que hoy en día se conoce como dieta mediterránea.
Por la mañana, el llamado 'prandium' era la primera comida de la jornada, en la que predominaban los cereales, el 'moretum' (queso para untar) o las frutas desecadas. A mediodía era el momento del 'admordium', una comida larga y extensa con entrantes diversos y un plato con base de carne, pescado o marisco, mientras los pobres lo reducían a un único principal de legumbres y carnes. La comida se completaba con postres.
Ya por la noche, la 'coena' era el final del día y la iniciaban con platos digeribles, líquidos y ligeros. Continuaban con platos de proteínas como carne, pescado o verduras, y guarnición para acompañar. Al acabar predominaba la fruta fresca y de temporada, algún lácteo, mermelada, frutas desecadas y una especie de flan. Los vinos y las cervezas eran la bebida principal, además de algún zumo.
En definitiva, este libro de recetas sirve para conocer mejor la forma de alimentarse de los visigodos y para promocionar y extender el nombre de Riba-roja, "ligado a una de las civilizaciones más esplendorosas", como ha destacado el alcalde, Robert Raiga.