VALÈNCIA. La llegada del Comics Code Authority (CCA) en Estados Unidos acabó con un formato de tebeo barato, de historias cortas y autoconclusivas, que competían entre sí a base de imágenes impactantes e historias rocambolescas. Todo era un gran delirio violento y de terror barato, pero posiblemente esos argumentos tenían más y mejor contenido ético que la religión y lo moralizante, pues siempre acababa muriendo el más vanidoso o ladrón. Prueba de ello, los trabajos de Ditko esos años, quien luego creara a Spiderman.
Con las ideas de Steve Ditko se han facturado cantidades ingentes de dinero. Sin embargo, él no quería ni ver los focos. Se pasó décadas sin dar una sola entrevista. Proclamaba que el protagonista era su trabajo, no él -algo de lo que deberían tomar nota muchos periodistas recibiendo antes, eso sí, medicación para prevenir el ictus-. A mí nunca me han entusiasmado los superhéroes, pero hay que admitir que el autor encarnó toda su mística en el papel y en su persona. Es decir, no solo por esas posiciones éticas tan firmes, sobre todo en contra de su propio ego, también por su retiro inexplicable. Vivía rodeado de misterio en Manhattan hasta el punto de que llevaba varios días muerto cuando lo encontró la policía.
Poco se sabe de su vida. Creció en la Gran Depresión, tuvo que ir al ejército para poder pagarse después los estudios en Nueva York con un programa de becas militar y volvió a casa a curarse una tuberculosis. No era mujeriego ni bebedor, tan solo celoso de su trabajo. No estaba de paso en la viñeta como tantos otros dibujantes de su tiempo que despreciaban lo que hacían y lo consideraban un tránsito antes de llegar a la publicidad o a algún periódico.
Sobre su arte, hay pocas cosas claras pero contundentes. No se consideraba bien pagado y por eso salió de Marvel y, en su correspondencia, figuraba que añoraba la época del Pre-Code, los tebeos estadounidenses antes de que la industria se impusiera una autocensura para eludir la cruzada moral que se desató esos años.
Como se ha comentado, aquellas viñetas eran una explosión de imaginación. También, una lucha sensacionalista por las ventas, pero ahí estaba la gracia, como se puede comprobar ahora pasadas las décadas. Estos trabajos de Ditko se recopilaron en Fantagraphics en 2010 en un primer volumen que reunía esta parte de su obra titulado Strange Suspense: The Steve Ditko Archives Vol. 1 que apareció en España traducido por Diábolo Ediciones.
Muchas veces las historias parecían conversaciones entre chavales. Como la primera que aparece en el volumen, que trata de un hombre que tiene la enfermedad de los huesos sensibles, pero buscando una cura, se los vuelven como de goma, y queda desfigurado por completo. Al final, acaba disuelto, derramado en el suelo como un líquido. Parece un diálogo entre niños aburridos que se cuentan lo que les ha contado uno al que se lo ha contado otro, etc... Sucesos de la época en la que existía la abulia y los estímulos eran escasos.
Curiosamente, otra de estas historietas se sitúa en Madrid. En febrero de 1934, unos profesores de gira de conferencias por Europa se encuentran en un arcén lleno de barro con una calavera con un agujero en el centro. El problema es que no tenía forma humana. Mientras discuten su origen, la disputa acaba en pelea, como buenos académicos, por el amor de una mujer. Se enzarzan a golpes y caen por un agujero que les lleva a un viaje en el tiempo, concretamente a millones de años atrás. Allí son atacados por bestias prehistóricas y la lectura que se hace es que sus rencillas del presente no tienen ningún sentido en esa situación límite. Como en La jetée, la conclusión es una paradoja temporal. El cráneo con el agujero de bala lo habían provocado ellos disparando a una de las criaturas que les ataca. Al final, al presente solo llega la mujer, pero las autoridades españolas la toman por loca. Este quizá sea un buen ejemplo de historieta de este tipo perfecta. Contiene muchos ingredientes en muy poco espacio y concluye de forma impactante y genial.
Es curioso, porque de muchas de estas páginas se podía obtener una lectura ética. Generalmente, siempre castigaban al que pretendía creerse más listo que los demás. Posiblemente, estimulaban más la inteligencia y los valores de los niños que las leían que los contenidos religiosos y moralistas. Por ejemplo, en la historieta sobre los Savage, titulada Miradas que matan, en lugar de profesores, lo que tenemos son médicos. Un gremio también retratado como fuente de disputas y egos ridículos y competitivos.
Lo que es un descojone es que, el doctor, cuando se despide de su mujer y va para el trabajo deseando cantarle las cuarenta a otro galeno, tiene un incidente de tráfico. Cuando se baja del coche a liarla, se encuentra con que en el otro vehículo van unos hipnotizadores. Ese tipo de giros de guión, absolutamente inesperados y rocambolescos, son lo que hacen que estas páginas sean un tobogán.
Los hipnotizadores secuestran al médico y para que no escape le dejan ciego. En su cautiverio, sin embargo, el médico, como era un brillante cirujano, se las arregla para extirparle los ojos al hipnotizador y trasplantárselos. Lo que consigue con el cambio es poder calentar objetos con la mirada hasta fundirlos. Así acaba con sus captores, quemándoles el cerebro. Pero lo divertido es que, cuando el médico se cree a salvo, ve que con su poder pasa de ser "el mejor cirujano que haya existido" a "el mayor hombre de la historia". No puede resistir la tentación de mirarse a un espejo para admirarse y ahí ocurre el desenlace genial: con la mirada, se funde a sí mismo. Esa burla a un hombre engreído es a lo que nos referimos con las lecciones éticas que contenían estas páginas gore.
Otro aspecto genial es el de conferirle cualidades intrigantes a los espacios ordinarios. Pongamos otro ejemplo que aparece en esta recopilación, unos grandes almacenes cuando cierran. Ese es el lugar en el que se aventura un ladrón en Los seres de la noche para descubrir que los maniquíes cobran vida pasada la medianoche. Le prenden, le atan a una cama y entonces llega de nuevo lo genial. Le extraen la sangre para bebérsela en copas brindando de fiesta. De nuevo, una escena delirante salida de una imaginación genial. Cualquiera que haya sido niño disfrutará de semejante enredo.
Con la llegada del Comics Code Authority (CCA) Ditko abandonó el terror y el crimen, ambos unidos generalmente en un solo género, para pasarse a la ciencia-ficción. Siempre se han destacado las capacidades expresivas de los lápices de este autor, de hecho, esa es la gran baza por la que se destacó a Spiderman por encima de los demás superhéroes, sin embargo, aquí todo ese talento se ve enfocado a situaciones mucho más intensas con mucho más campo para ensayar cualquier tipo de idea. No se sabe quién escribió estos guiones, pero están cargados de crítica a la sociedad de su tiempo e incluso a problemas relacionados con el sistema, como la aplicación de la ley con exceso de celo, lo que sería tan injusto como el propio crimen en sí.
Hay mucha enjundia en estas páginas olvidadas y, sobre todo, produce mucha frustración pensar que todos estos planteamientos fueron truncados de algún modo por la autocensura y nos quedamos sin apreciar su desarrollo en libertad. La línea que une estas viñetas baratas destinadas a la venta rápida y masiva con el cómic underground no es tan delgada como pueda parecer.