El restaurante estaba vacío. Solo nosotros, una mesa de cinco que iba a ser de seis. Vale que era sábado de Fallas, hora de fiesta (la mascletà en punto), localización al otro lado del río… Vale que el sitio no lleva muchísimo tiempo y tiene un cartel en negro sobre una pared negra que, bueno, mucho no se ve.
Lo que quieras. Pero estaba vacío. Y yo creo que hay que empezar a decir estas cosas. Valencia no siempre es la ciudad del 'ya no hay pena'. No es tan bombástica ni tan justa con el talento. Hay restaurantes vacíos y charcos de melancolía por las calles. Claro que los hay.
Pierre Bergè escribió en su libro 'Cartas a Yves' (en España publicado con traducción de la maravillosa Milena Busquets) una cosa preciosa sobre la soledad: "¿Cuántas veces te quejaste de tu soledad? Pero a tus amigos no se los llevó el viento, te los llevaste tú". Supongo que todos tenemos culpa de la soledad que nos pasa. Pero esa comida me hizo pensar sobre esto. Porque les prometo que en ese restaurante hacen todo lo posible por tener a los amigos cerca y no al revés.
La atención y la comida fue de restaurante lleno y bueno. Quiero decir, no notamos la soledad. Dos camareros atentos, cocineros a la vista que no se compadecían por el poco trabajo. Buen tempo, buenos platos. Gyozas, sepionet, hamburguesa de Wayguu, anguila ahumada. Nosotros no lo pusimos fácil (grupo con alérgicos, embarazadas y gente de resaca) pero ellos sí. La cosa recordaba un poco al 'Enrique IV' de Pirandello, cuando todas las personas alrededor del monarca se aprendían su papel y le hablaban solo para verle contento. Interpretaron bien su rol y nosotros contentos. De postre maceta, huevo y torrija. Dentro el aire era como un océano; fuera sonaba el pasacalle.
Es muy curioso eso del restaurante vacío. En situaciones así me pasa como cuando escucho al grupo Ellos, o a Joe Crepúsculo incluso. ¿Por qué demonios esto no está sonando en todas las radios? Pregunto. Y será por aquello de que el gusto es interesado -para encajar con la masa o para no hacerlo-, o porque la promoción cuenta, o porque hay sensibilidades menores. Será que no sabemos comer. Será que el gran Ricardo Gadea tiene razón. Yo qué sé. ¡Pero es que comimos por 25 euros! Comimos muy bien por 25 euros.
Estoy seguro de que fue circunstancial, un día raro. De que volveré y estará maravillosamente ocupado. "Que una estrella ilumine la sombra donde estoy perdido", cantan Los Planetas. Estoy seguro también de que ya no es necesario dar el nombre del lugar habiendo dejado tantas pistas. Aunque lo merecería porque esto es un homenaje, no una crítica (dios me libre a mí de hacer crítica gastronómica). No pretendo dejar en pelotas a nadie, lo que intento decir es: gracias. Por ocupar tan bien ese rato de silencio. Por hacer su trabajo, sí. Pero es que vaya tela cómo trabajan en otros sitios. De los que están siempre llenos, además.