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EL MURO / OPINIÓN

Las seis plagas

Ya está esbozado el primer acto de nuestro teatrillo particular. Lo que  se desconoce realmente es si habrá segundo cuadro o se suspenderá definitivamente la función por diferencias interesadas entre bambalinas. Estos actores son capaces de cualquier cosa aunque el argumento gire en torno a la Historia y el Gobierno de un país

14/08/2016 - 

Diez fueron las plagas de Egipto; seis son las de Ciudadanos para apoyar la investidura de Mariano Rajoy al frente de un Gobierno que va camino de récord, como esperamos que el exPresidente Eduardo Zaplana alcance con esas memorias que, según ha confesado, recupera ahora porque de otra forma hubieran entorpecido la gestión de sus sucesores al frente de la Generalitat Valenciana. Oportunista campaña de marketing ha lanzado el exministro para empezar con un nuevo negocio, en este caso pseudoliterario. Pero, además, ha dejado de paso un recordatorio a quienes continuaron con sus enseñanzas hasta conducirnos al desenfreno más inimaginable.

Cuando los “hombres de negro” entraron en Grecia con cara de plaga, en uno de los muchos desencuentros europeos que sufrimos en fondo y forma en el sur de Europa, una de sus conclusiones menos atendidas fue su sorpresa ante el hecho de que por cada coche oficial que tenía el Gobierno heleno existían treinta y tres chóferes dispuestos a coger el volante cuando alguien con poder lo reclamara.

Según un informe dado a conocer antes de que Ciudadanos ofreciera sus seis plagas de España para salvar la descomposición interna y el absoluto desprestigio del sistema público español, nuestro Senado, el club de los dinosaurios más pomposo y gris de nuestro sistema, es un auténtico coladero; como si con ellos no fuera este gran fracaso institucional del que son también grandes responsables constitucionales.

Todos critican al Congreso y a sus señorías, pero pocos miran a una institución en la que, calladamente, por ejemplo, sus miembros se han gastado en los pocos días que llevan sin actividad 16.000 euros en taxis. Y lo más preocupante, de los treinta y ocho miembros de su Diputación Permanente, doce de ellos tienen coche oficial, además de garantizados todos esos “detallitos” vinculados al cargo -móviles, Ipads, pluses de vivienda y desplazamiento...- que ellos mismos, como nuestros diputados, se han atribuido.

A saber. Sobre ruedas circulan sin freno además de su presidente, las dos vicepresidencias, cuatro secretarías, los portavoces parlamentarios y los grupos socialista y popular aunque estén desocupados. Nosotros, mientras tanto, pagamos talleres de revisión, ITV y gasolina y estamos sujetos a que su precio oscile en función de caprichos o decisiones acertadas o equivocadas mientras regateamos en las nuevas gasolineras low cost. En el Senado continúan calladitos o de vacaciones permanentes.

Estos que ahora nos “gobiernan” y quieren seguir haciéndolo a costa de lo que sea se han construido un universo propio e inimaginable para la ciudadanía sin contar con todos nosotros. Consideran que las instituciones y el propio sistema son suyos. O sea, creían o creen algunos todavía, que el Estado son ellos y es de ellos porque lo pagan de los presupuestos generales que manejan.

A estas alturas de esta nueva legislatura que nos ha metido de lleno en el ranking de los países más bananeros, o sea, aquellos incapaces durante más días de formar gobierno -hasta esta semana 233-  y en la que compartimos escalafón con Bélgica -541-, Moldavia -528-, Camboya -352- e Irak -289- parece que se ha abierto la luz gracias a una serie de condiciones a negociar que ya de por sí deberían de ser consustanciales a nuestra Democracia y nuestros representantes políticos sin necesidad de pacto alguno de última hora con repique de campanas, escenografía renovada -de cuadro de Tàpies a pieza abstracta del canario Martín Chirino- consabidas ruedas de prensa huecas y “sentidos” apretones de mano; fachada o menopausia.

El teatrillo, como le llaman, y el postureo, que algún día nos explicará la RAE qué significa realmente, ha descorrido el telón para concluir que nuestro futuro Gobierno, o el fin de la parálisis institucional que nos continúa costando un pico en sueldos y prebendas, pasa, entre otras cosas, porque se acabe con los aforamientos de los implicados en casos de corrupción, se abran comisiones de investigación en algunos de los referidos asuntos o se expulse de nuestro sistema a los cargos imputados hasta la médula, además de otras cuestiones que desde hace mucho tiempo deberían de figurar en nuestra Constitución o en nuestra ley electoral, como ya ocurre en otros países avanzados y con los que tanto nos gusta compararnos. O sea, la mayor parte de las condiciones a negociar trascurre por asuntos relacionados con la corrupción y el bochorno político y social de todos nosotros.  

Uno creía que a la hora de apoyar una acción de Gobierno -y que no se entienda una crítica a Ciudadanos/Rivera ya que si consigue la zanahoria será para darle las gracias porque habrá conseguido al menos que las máscaras del carnaval festivalero caigan con ruido a calderilla, como si fuera un bautizo de nivel como los de antes- los puntos a negociar deberían de haber pasado por grandes acuerdos. Por ejemplo, asuntos tan importantes como una sanidad universal con medios y sin recortes, una mejor educación sin trabas, mejores condiciones de empleo, dependencia garantizada, un futuro para los jóvenes,  investigación sin freno, justicia rápida y bien dotada,  infraestructuras   necesarias para que nuestra economía crezca en Europa,   auténtico Estado del bienestar, fin de la demagogia, inflexión del partidismo egoísta ...En fin...

Pero no, empezamos por negociar sobre temas que deberíamos haber tenido asumidos como algo innato a la acción política por parte de aquellos que nos han de representar, manejan nuestro destino y cobran de nuestros impuestos. Los mismos a los que pagamos chóferes, escoltas, secretarias, funcionarios adscritos, asesores, dietas y cestas navideñas. Empezamos por lo visto como en el Monopoly desde la casilla de salida tras haber pasado por la cárcel. Como si en todos estos años de Democracia no hubiéramos avanzado apenas nada en nuestro sistema y funcionamiento interno. Un timo con puesta en escena bendecido de todo pecado por las urnas, según nos quieren convencer.

Este pacto no debería de ser un simple acuerdo provisional para que en el fondo nada cambie y el teatrillo pueda iniciar su segundo acto con la sociedad como testigo mudo de una pesadilla pasajera. No. Es algo mucho más importante que debería de servir para devolver la confianza a un sistema pervertido y modelado a imagen y semejanza de quienes nos gestionan, sean las siglas que sean, y del que muy pocos ya se fían.

Así que cuanto antes, mucho mejor. Las palabras y los meros gestos ya no sirven. Y menos aún las amenazas de nuevas elecciones. Ya nos hemos gastado casi 400 millones en el posturero de sus señorías y este país continúa repleto de parados y dramas familiares.

Si el problema es de ineptitud global, que es lo que parece, las multinacionales están repletas de headhunters que nunca preguntan, jamás se reúnen en grupo y menos aún quieren figurar en los telediarios. Simplemente, ejecutan, no tienen vacaciones y menos aún necesitan de gurús teletransportados desde el  más allá para intentar convencernos.

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