VALÈNCIA. Al entrar en las plataformas de vídeo bajo demanda, uno comprueba que, mientras que Netflix categoriza sus series, por poner algunos ejemplos, por su “humor incómodo”, o por ser “premiados para hacer un maratón”, la plataforma de HBO España clasifica su catálogo por “mafiosos y canallas”, “basadas en hechos reales” y el siempre adictivo género de “dinero y poder”. Algunos títulos provienen del cine, como El Padrino, Wall Street o Chinatown, de visionado obligado. Pero si nos adentramos en sus productos seriéfilos, ambas series antes mencionadas destacan sobre el resto.
Hace treinta años la televisión nos ofrecía en este segmento títulos muy populares dentro del mal llamado culebrón, mejor clasificado como telenovela. Series como Dallas, Dinastía y Falcon Crest fueron los productos más significativos. Pero ahora el melodrama ya no está de moda. Lo que se estila es el drama, y si se combina con humor ácido, mejor aún. Conozcamos dos ejemplos.
'Succesio': el Rey Lear versión Rupert Murdoch
Logan Roy (Brian Cox) es un octogenario magnate de los medios de comunicación, propietario de televisiones, periódicos y un estudio de cine. Roy se ha casados tres veces y tiene cuatro hijos: Connor (Alan Ruck), Kendall (Jeremy Strong), Roman (Kieran Culkin) y "Shiv" (Sarah Snook). Pero ninguno de ellos tiene habilidad alguna para los negocios. Tampoco él como padre ha fomentado su confianza. La mala salud del patriarca activa la ambición sucesoria de algunos de sus progenitores, sacando a la luz las relaciones disfuncionales dentro de la familia.
Succession es una serie creada por el británico Jesse Armstrong, miembro del equipo de guión de Armando Iannucci en The Thick of It. Al igual que dicha sátira británica, Succession no es un drama al uso, si no que contiene ingredientes de sátira sobre el poder y el dinero, lo mejor de la serie sin duda alguna Armstrong dispara su mala baba contra los ineptos hijos de papá pero también contra este magnate desactualizado, déspota y padre insensible.
Están disponibles unos activos muy interesantes. Un paquete de canales locales de televisión infravalorados. ¿Televisión? La recuerdo. Aún queda una en mi gimnasio.
Esta versión seriéfila del Rey Lear se burla de las enfermizas relaciones dentro de una familia en la que los excesos de la gente rica, su constante infelicidad y su incapacidad de relacionarse sin que el dinero y el poder trastoque sus vínculo, son el centro de la diana.
'Trust': el secuestro del nieto de Paul Getty
El pasado mes de febrero Ridley Scott estrenó una película sobre el secuestro del nieto del magnate Paul Getty. El título de la cinta fue Ni por todo el dinero del mundo. El film se recreaba en el secuestro y en la racanería del abuelo por soltar ni un duro por el rescate. La versión seriéfila dista de la película en ese aspecto, y nos muestra a un abuelo más preocupado por encontrar a su nieto, pese a su racanería bien conocida, siendo capaz de negociar con los secuestradores. Mientras que conocemos en paralelo la verdadera vida e Italia del joven Paul Getty III, su vida de desenfreno y despreocupación, conocemos también las costumbre sobre la mafia calabresa.
Protagonizada por Donald Sutherland como Paul Getty, muestra de forma descarnada al déspota y caprichoso magnate, a su harén de mujeres con las convive en la misma casa, a sus perdidos y despreciados hijos, eclipsados por la fuerte personalidad de su padre. Y una vez más a un cabeza de familia incapaz demostrar amor alguno por ellos, que les ayude en un futuro a tener cierta seguridad en la vida y sentirse queridos. Porque es una de las cosas que destaca en ambos productos: la falta de amor filial, como los hijos viven desesperados e el fondo por obtener algún reconocimiento del padre de familia. Porque entre tanto dinero y poder, se les olvida lo más importante: amar.
En el caso de Trust la comedia o la sátira no está presente. Es mucho más descarnada, y en el capítulo excesivamente detallista para dibujar la peronalidad del magnate, y es una vez el secuestro se convierte en algo oficial, cuando la muestra de ambos mundos, la de Paul Getty, y la de su nieto en Italia, cobra mayor interés. Aunque sinceramente, entre diez capítulos o seis, bien lo podrían haber dejado en lo segundo.
Unas lecciones de vida sobre lo insatisfechos que pueden vivir unas familias tan adineradas que viven demasiado lejos de la vida real, donde sus relaciones nunca dejan de tener la sospecha de tratarse de relaciones por interés y donde el género humano no queda nada bien. Y por no tocar si los negocios de estos magnates son lícitos o no. Si abriésemos ese melón, nos daría para otra serie.