Cuarta semana de confinamiento. Seguimos resistiendo sin salir de casa con la esperanza de que cada día que pasa nos acerca a la recuperación de nuestras vidas e incluso, esperemos, al verano de las mismas. Si bien es cierto que existe una inquietud generalizada sobre lo que nos vamos a encontrar y cómo será dicha vuelta. Probablemente no encontremos un mundo diferente al de antes de esta experiencia. Ahora es el momento de la unidad frente a la división destructiva pero eso no significa que no se puedan realizar objeciones fundadas a la gestión de nuestras autoridades sobre todo cuando los resultados puedan resultar insuficientes. Es lo propio de las democracias. Es cierto que el reto es colosal y que estamos viviendo una crisis sanitaria de gran complejidad que está en camino de convertirse una crisis económica profunda. Por lo tanto las críticas deberán ser lo más constructivas posibles y siempre guiadas por el interés general y por encima de ideologías y motivaciones partidistas.
Creo que existe un consenso en cuanto a que la prioridad tiene que ser contener la catástrofe sanitaria para solo cuando ésta esté encauzada proceder a desplegar plenamente las medidas de reactivación de la economía. No parece posible que nos podamos saltar ninguna fase. La mayoría de los casos (como la posición inicial de Boris Johnson o de Donald Trump) en los que se intentó mantener la actividad económica sin imponer el confinamiento u otras medidas restrictivas más razonables, han tenido unos resultados nefastos provocando la sensación de haberse perdido un tiempo esencial en la lucha contra la pandemia. Pero es cierto también que, como consecuencia del confinamiento necesario, la economía ha resultado gravemente afectada: la actividad se encuentra bajo mínimos (en todos los sectores no esenciales), el paro se ha disparado de forma salvaje y determinados actividades de gran importancia, como es en el caso de la economía española el turismo, van a resultar especialmente perjudicados.
Sin embargo ha habido otras experiencias que por el momento sí han funcionado sin tener que recurrir al paro total de la actividad. Me refiero esencialmente al caso de Corea del Sur y Taiwán. Tengo que confesar que cuando pensé en el tema de este artículo hace un par de semanas, los ejemplos de haber conseguido este equilibrio precario entre los países asiáticos eran más numerosos. En efecto, estaban todavía Japón, Hong Kong y Singapur. Sin embargo Japón, tras unos inicios en los que los contagios estaban controlados, ante el alarmante incremento de los mismos sobre todo Tokio y en especial entre gente joven, el primer ministro Shinzo Abe declaró el 7 de abril el estado de emergencia durante un mes con las implicaciones que ya conocemos (confinamiento, teletrabajo y estímulos económicos considerables). En cuanto a Hong Kong y Singapur, en ambas metrópolis se estableció desde el principio de la crisis una prohibición de entrada de ciudadanos provenientes de China y así como un control y trazabilidad de los casos de contagio para conseguir que el ritmo de contagio se ralentizará. Por razón de estas medidas se beneficiaron de un éxito inicial en la gestión de la crisis pero en fechas recientes su situación se ha deteriorado. Hong Kong tiene hoy 936 infectados y sus muertos han llegado a 4 mientras que Singapur tiene 1.375 infectados y 6 muertos (lo que comparándolo con España parece menor). Este incremento les ha obligado a tomar medidas de distanciamiento social.
En el caso de Hong Kong, se han cerrado los colegios y la mayoría de sus funcionarios ya tele-trabajan. También el Gobierno ha prohibido reuniones de más de 4 personas y ha clausurado lugares de ocio como bares, karaokes etc. Por lo que respecta a Singapur, ha pasado de ser uno de las historias de éxito en la lucha contra el Covid-19 a tener que adoptar la decisión de confinamiento generalizado. El incremento de contagios, de más de un 60% en pocos días y afectando a más de 120 personas, se ha dado entre colectivos de obreros de origen de Birmania, Bangladesh, India y Malasia. Son trabajadores humildes esenciales para los sectores de limpieza y construcción de la ciudad estado. La reacción de las autoridades de Singapur ha sido inmediata. A partir de la semana que se inicia mañana se ha decretado la prohibición de reuniones en espacios públicos o encuentros sociales entre personas que no compartan el mismo domicilio. La vulneración de esta nueva legislación podrá implicar multas de hasta 7.000 Dólares y penas de prisión entre 6 meses y 1 año (sin duda es un incentivo para su cumplimiento). También se ha procedido al cierre de escuelas. Por lo tanto, parece que también el endurecimiento de las medidas es la vía que se va a seguir en Singapur.
Frente a estos países que ante el agravamiento de la crisis han tenido que adoptar políticas que tendrán un incidencia evidente en su economía, todavía resisten y de momento con unos resultados razonablemente positivos que han permitido evitar el confinamiento en sus fórmulas más drásticas. Es cierto que es difícil extrapolar estas experiencias a otros países. Además es más que posible que ya sea demasiado tarde para que puedan servir como un ejemplo útil. A continuación analizaremos que se dan algunos puntos de confluencia entre Corea del Sur y Taiwán.
En primer lugar, ambos están muy cercanos a China (en el caso de Taiwán, China incluso considera a Taiwán como parte de su territorio) y ya han desarrollado determinados anticuerpos a lo que viene de allá. En este sentido, Corea del Sur extrajo buenísimas conclusiones de la epidemia de MERS de 2015 que le afectó de forma severa. En consecuencia su sistema sanitario ya contaba con un mecanismo de control de epidemias solvente. Asimismo, su sofisticada y vigorosa industria de biotecnología le han permitido producir el elemente clave de su éxito: los test masivos de la enfermedad sobre la población. Lo mismo lo sucedió a Taiwán, ya que su respuesta ágil y exitosa se ensayó dramáticamente con la epidemia de SARS de 2003. Hasta el punto que dentro del Gobierno de la presidenta Tsai- Ing-wen, su vicepresidente es un epidemiólogo. Esta infraestructura sanitaria pre-existente ha funcionado de forma eficaz. Y eso a pesar de que Taiwán, por cortesía del veto chino, no es miembro de la OMS y por lo tanto teóricamente se beneficiaría menos de sus recomendaciones. Las manifestaciones más llamativas de las medidas tomadas fueron el inmediato y riguroso control respecto de todos los viajeros provenientes de regiones infectadas y el sometimiento a estrictas cuarentenas ante cualquier indicio de enfermedad.
Por otro lado, su eficacia se ha evidenciado en un factor clave (que aun va a resultar determinante incluso para España): el uso de tests de forma masiva. Los datos de Corea del Sur son especialmente espectaculares. Su población está cercana a los 52 millones de habitantes. Con fecha 9 de abril (hace 3 días escasos) se daban 10,423 casos con tan solo 204 muertes. Los tests se han practicado a 494,711 personas. El ratio de mortalidad de la enfermedad se ha quedado en 1,95% que es bastante inferior a la media registrada por la OMS que es de 4.34%. Además esta infraestructura de contención de epidemias se ha visto reforzada por el uso de la tecnología.
Destacamos en este punto la relevancia de las aplicaciones informáticas. Así la administración de Corea del Sur ha desarrollado dos aplicaciones especialmente útiles para la trazabilidad de los síntomas en personas que podría haberse contagiado y que a su vez podría estar propagando inadvertidamente la epidemia. La primera de estas apps fue especialmente útil al inicio de la epidemia obligando a responder a un cuestionario sobre los síntomas de la enfermedad a todas las personas que venían de zonas de riesgo. En el caso de detectarse el mínimo riesgo automáticamente la persona en cuestión era sometida a un test para dejar clara la situación. La otra aplicación avisa a las autoridades públicas competentes si la persona que estuviera en cuarentena saliese de su zona de aislamiento. Esta segunda aplicación es voluntaria pero responde a un claro ejercicio de responsabilidad personal por parte de la ciudadanía coreana. Es verdad que un control social de estas características podría contravenir la normativa aplicable en materia de protección de datos además de resultarnos algo repugnante. Pero entiendo que dada la excepcionalidad de la situación, de la mima forma que resulta necesario nuestro estado de alarma a pesar de vulnerar determinados derechos de los ciudadanos en situaciones normales, también dicho control puede ser especialmente útil en aras de contribuir a una más pronto erradicación de la pandemia.
Y esto nos lleva, en segundo lugar, al último de los elementos que ha también ha sido decisivo para una buena gestión de esta crisis. Y esto es aún más difícilmente exportable: se trata del elemento cultural que comparten en algunas democracias asiáticas que se manifiesta por el lado de los ciudadanos en una profunda responsabilidad colectiva y, por parte de los poderes públicos, en un afán de transparencia en la actuación de las administraciones que ayuda en la necesaria confianza en las mismas. En este sentido, tanto los ciudadanos de Corea del Sur como de Taiwán se han comportado ejemplarmente tras recibir la recomendación de las autoridades de no salir a la calle salvo en casa de necesidad. También es cierto que mucho de ellos ya vivieron una epidemia peor gestionada y con graves consecuencias en el pasado y eso hacía mucho más fácil el entendimiento de la situación. Por otro lado, las administraciones de ambos países facilitan una información valiosa, realista y no sesgada para que los ciudadanos y especialistas puedan entender mejor el funcionamiento de este virus. Asimismo, desde el primer momento las administraciones han actuado de forma coherente, serena y eficaz instruyendo, y esto en el plano de lo concreto, sobre la forma de actuar ante posibles contagios, usos de mascarillas de forma reiterada en la calle y en los medios de comunicación social masiva.
Todas estas circunstancias, han contribuido a evitar que las medidas de confinamiento radical hayan tenido el efecto devastador que están teniendo en nuestros países ya que se ha permitido que tanto Taiwán como Corea del Sur sigan activos, con un ritmo ciertamente menos frenético, pero al menos salvaguardando no solo las constantes vitales de sus respectivas economías si no también la sanidad mental de sus ciudadanos. Esperemos que nuestras administraciones puedan extraer lecciones serias para el futuro sobre aquello que funcionó y sobre lo que podría haberse hecho mejor para mitigar los daños de una situación como la que vivimos. Porque es seguro que la próxima pandemia llegará.