Un nuevo espacio para la literatura abre sus puertas en la ciudad de València, en esta ocasión, en la avenida Mediterráneo, frontera invisible entre el Cabanyal y el Canyamelar
VAlÈNCIA. Hablar de un barrio y de sus librerías es como hablar de un velero y de sus velas, de un mar y sus corrientes. La librería no es el barrio, pero el barrio sería menos barrio sin sus librerías, no cabe duda. Porque las mejores librerías son una consecuencia lógica de la zona en que se ubican, y cuando nacen, lo hacen con rasgos característicos del ecosistema al que pertenecen. A medida que crecen, el parentesco se acentúa: la librería acompasa su pulso al del barrio, y si no ocurre nada fuera de lo común, así siguen el uno y la otra, respirando a la par, año tras año. Generación tras generación. Es cierto que puede pasar que el barrio cambie y la librería no, lo cual suele tener fatales consecuencias para la segunda. Por ejemplo: puede ocurrir que una librería guerrera nacida en un barrio combativo acabe remando contracorriente en un barrio gentrificado, o que una librería infantil se quede sin clientes en un barrio envejecido. O puede pasar Amazon.
No obstante, este último factor no es tan importante como los anteriores; al fin y al cabo la madre de todas las tiendas atiende principalmente dos necesidades: rapidez y comodidad, sin embargo, pierde por el camino el factor humano. La librería de barrio, por otra parte, que puede ser librería de autor si aboga por una selección de títulos personal en lugar de por una línea generalista -que también está bien, faltaría más-, ofrece rapidez en la mayoría de ocasiones, y calidez. Pero no la calidez del librero, que como se decía hace poco en un encuentro de amantes de las librerías en la librería Dadá del MuVIM, no tiene necesariamente que derrochar simpatía -otro día analizaremos el perfil del librero ejemplar-, sino la calidez que proporciona la cercanía del responsable del negocio y del resto de clientela, que además de para comprar libros, también se deja caer por allí para saludar, echar un vistazo a las últimas novedades o para participar en las actividades que se van programando. Por si fuera poco, las librerías huelen muy bien, mientras que las tiendas online son inodoras, carecen de la personalidad que aporta el aroma a papel y tinta o la oxidación de la lignina -el perfume de los libros viejos-.
Pues bien: en esa frontera en forma de avenida Mediterráneo que separa el Canyamelar del Cabanyal en el distrito marítimo de la ciudad de Valencia, acaba de abrir sus puertas Latitud sur (avenida Mediterráneo 19), una librería marinera, comprometida y de autor que desde hace cosa de dos meses se dedica a llenar sus anaqueles con títulos importados desde América, pero América la de verdad, el continente que alberga treinta y cinco países, no la parte por el todo que frecuentemente escuchamos y leemos. Como Isabel Gómez y Jorge Díaz, española y argentino, acaban de regresar como quien dice de Argentina, gran parte de este material importado procede del país de Borges y Cortázar, pero no solo. Ambos insisten -y salta a la vista-, en que Latitud sur posee una mirada propia, y que de hecho, su nombre ya es un posicionamiento. ¿Significa eso que solo podremos encontrar allí una pequeña muestra del amplio espectro de publicaciones del mercado editorial? Ni mucho menos: en las estanterías de esta librería de suelos azules y paredes blancas también tendremos a Stephen King, a Palahniuk o a Alexievich. En Latitud Sur hay bestsellers y un buen número de libros de bolsillo para llevar a la playa en verano.
Lo que pasa es que estos superventas conviven con otras publicaciones como la revista Sudestada, que ofrece una mirada latinoamericana sobre Latinoamérica y sobre el mundo; la interesantísima colección de libros infantiles con Violeta Parra, Frida Kahlo, las mujeres zapatistas o las Abuelas de Plaza de Mayo como protagonistas, u otros títulos más incómodos, como aproximaciones desde perspectivas no europeas a Hugo Chávez, Fidel Castro o Evo Morales, e incluso un testimonio de los líderes de Sendero Luminoso Abimael Guzmán y Elena Yparaguirre, llamado Memorias desde Némesis. También disponen de tres baldas habilitadas en exclusiva para los títulos relacionados con el peronismo, un fenómeno político que desde aquí nos suele costar bastante entender. Libros que no representan necesariamente el sentir de los fundadores de la librería, pero que sí encarnan la voluntad de no mutilar el pensamiento a base de prohibiciones absurdas al estilo Fahrenheit 451. Aviso a navegantes: Latitud Sur es una librería para quienes no tienen miedo a pensar.
Pero las raíces de Latitud sur no se hunden solo en la tierra más allá del océano Atlántico. Ya hemos hablado al principio de la relación entre una librería y su barrio; en este caso, como manifestación de los genes marineros del ADN de este espacio, podemos encontrar varios libros de la editorial Llibres de la Drassana, como La cocina del Cabanyal, de Marisa Villalba y Felip Bens, o Houses from el Cabanyal, este último según nos comentan, muy demandado por los extranjeros residentes en la zona, hasta el punto de que suelen tener que reservarlo. Estos genes también llevan codificada la ciudad y a sus representantes, muestra de ello son los libros jazzísticos de José Pruñonosa Tercera corriente. El nuevo jazz valenciano del siglo XXI, o Ximo Tébar. La guitarra del jazz mediterráneo. Como era de esperar, la poesía valenciana, nacional e internacional también juega y va a jugar, cuando el catálogo de libros disponibles aumente, un papel fundamental. València hace gala de una potente musculatura poética, como acabamos de ver en los diez días que ha durado el festival Vociferio o en otros muchos eventos del año, y no cabe duda de que Latitud Sur sabrá nutrirse de ella.
Cuentan Jorge Díaz e Isabel Gómez que cuando se marcharon a Argentina en dos mil doce dejaron tras de sí un Cabanyal y Canyamelar con un futuro incierto, y que al volver en dos mil dieciséis, descubrieron con alegría que aun con mucho por hacer todavía, el barrio había vencido algunas de las amenazas que lo acechaban, y que les pareció un buen lugar para establecerse. Mientras algunos hablan de auge del barrio -con el sambenito de “próxima zona de moda de la ciudad” colgado desde hace unos años-, el antaño Poble Nou de la Mar sigue luchando por salir adelante y por sacudirse de encima los problemas derivados del deterioro histórico al que ha sido sometido. Si de verdad soplan o no nuevos vientos por estas latitudes está por decidir todavía. Mientras tanto, lo que sí podemos asegurar es que la literatura ha llegado a buen puerto.