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LOS DÍAS DE LOS OTROS

Laura Freixas y el diario feminista

25/04/2018 - 

VALÈNCIA. Una vez acudí a un curso de verano impartido por Laura Freixas en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander. El título del curso era Escribir a solas: el diario íntimo en el siglo XXICon ese título y con mi fascinación creciente por los diarios no había otra opción que acudir allí. Una de las primeras preguntas que se hicieron los ponentes era lo mismo que llevamos más de un año cuestionándonos en esta sección: ¿Para qué se escribe un diario íntimo? ¿Sirve para algo? ¿Para qué exactamente? Allí se dijo que si, en un inicio, el diario no se paga ni se publica, ni hace que nuestros amigos nos quieran más -es posible que, incluso, nos quieras menos-, ¿por qué desde el siglo XVII se siguen escribiendo diarios? La respuesta, por supuesto, es un enigma.

La profesora Anna Caballé -directora del curso que recibí en Santander y experta en estudios biográficos- publicó hace unos años el libro Pasé la mañana escribiendo. Allí recogía algunas de sus reflexiones a propósito de este género y de lo que significa el “espacio incombustible” que constituye un diario:

 La lectura de un diario es como ver al trasluz la consistencia de una vida humana. Aparece ante nosotros descompuesta en partículas, grandes y pequeñas, apagadas y danzarinas, que reconocemos, sorprendidos, como propias. Y nos preguntamos por qué es así, por qué ha sido así, y no de otro modo.

En este mismo libro Caballé apuntaba una tesis que merece cierta consideración: existen notables diferencias entre los diarios escritos por hombres y los escritos por mujeres. Estas últimas, a diferencia de los hombres, no se interesan por crearse ningún personaje sino más bien en investigar en su yo, en un particularísima personalidad. Y Caballé se refería esencialmente a los diarios que van desde Santa Teresa de Jesús, pasando por los de Rosa Chacel, Carmen Martín Gaite o Laura Freixas. De esta última acaba de publicar la editorial Errata Naturae el segundo volumen de sus diarios: Todos llevan máscara (1995-1996), cinco años después de publicar el primer volumen: La vida subterránea (1991-1994). Este primer libro comenzaba con una declaración de intenciones y de incertidumbres:

Hace muchos años que llevo un diario. Durante la adolescencia —y luego en algunos periodos tormentosos de la primera juventud—, lo hice sin saber muy bien por qué o para qué; por no saber, no sabía ni siquiera en qué lengua escribirlo: a veces lo redactaba en catalán, otras en castellano. Lo dejé, si mal no recuerdo, cuando, y porque, empecé a hacer seriamente lo que he querido hacer siempre: escribir literatura. A los diecinueve años elegí lengua, el castellano, y compuse mis primeros relatos. El diario quedó atrás, a modo de ejercicio o borrador. 

De esta primera presentación llama la atención el significado que Freixas atribuye a la palabra literatura, como si los diarios no formaran parte de ella, como si los diarios no pudieran ser eminentemente literarios. Para Freixas el diario no falsea las historias que cuenta (o no debería) y, además, el diario se escribe en secreto y permite a su autor mostrarse como es y con las debilidades que tiene, unas que jamás mostraría en público. Sin embargo, la idea de ver publicadas sus reflexiones más íntimas le hacen dudar:

 Ver estas páginas impresas, encuadernadas, con el sello de una editorial, me produce, lo con eso, cierta perplejidad. ¿Es esto mi diario o se trata de un libro? 

En cualquier caso, si el diario que comienza en 1991 lo hace con una autora que marcha a París con su pareja, con su ferviente deseo de convertirse en escritora y de casarse y tener hijos, este segundo y reciente volumen comienza con la misma autora mucho más madura que comienza a corregir la que será su primera novela.

 Jueves, 25 mayo, 1995
Lo que es curioso, al empezar una nueva novela, en este sentimiento de imposibilidad, de que es un proyecto fracasado de antemano, de que no lo conseguiré. 

Ese desánimo parece acompañar a la autora ya desde pequeña:

Lunes, 5 de junio
He llorado a lágrima viva en la sesión, recordando que ya a los once años me reprochaba: ¿cómo es que teniendo ya once años no eres famosa?, y que sigo en las mismas a los treinta y siete. 

Apenas diez días después llega el estallido del reconocimiento: 

Hoy me siento famosa. Sale un artículo mío -por primera vez- en la sección de opinión de El País. ¿En qué consiste ser famosa? En pensar en todas aquellas personas que me conocen que lo habrán leído, y tendrán la sensación de que he llegado a algún sitio. 

El camino de la literatura no será para Freixas un camino sencillo. Se verá envuelta en la búsqueda desesperada de una editorial que publique su trabajo. Y lo hará con un matrimonio que, en ocasiones, se tambalea y con una hija a la que adora pero por la que tiene que pagar un precio. Ser mujer y escritora no es nada fácil. Sin embargo, el amor siempre estará por encima de todo:

Muchas veces me pregunto cómo puede ser que E. y yo nos queramos, nos llevemos bien, nos entendamos. Es un misterio. Y sin embargo nos queremos, nos llevamos bien, nos entendemos, y además, intensamente...

En las páginas del diario hay estampas de Madrid, excursiones en bicicleta por Castilla, sesiones de psicoanálisis… Pero sobre todo hay reflexión y conocimiento:

A propósito de Elizabeth Smart (se puede aplicar también a Sylvia Plath), pienso en la paradoja de que si uno es escritor cumple las expectativas de sus padres, los llena de orgullo, pero al mismo tiempo, a través de su escritura se enfrenta a ellos, rompe con ellos.

Conforme el libro avanza, una cierta desesperanza se apodera de Freixas. Sin embargo, pronto detecta el foco de su posible desinterés y pone cuidado:

El otro día pensaba que la vida ya no me suscita una gran curiosidad, que ya he dejado de esperar ese gran vuelco, esa revelación que, oscuramente, llevaba tantos años esperando, que ahora ya sé de qué va y tengo que ir con cuidado de no aburrirme...

El diario registra además un cambio sustancial a partir del cual pivotará toda la carrera profesional de Freixas, pues llega un momento en que descubre que el machismo en la cultura también existe y debe ser combatido. A ellos dedicará la totalidad de su trabajo:

El otro día entrevisté a Trapiello y a Martínez Sarrión, y cómo no, al cuarto de hora de conversación salieron a relucir las ventas de esos escritores (“literatura de diseño” les llama Martínez Sarrión) que escriben, según M.S., para “chachas y señoras de clase media”.

El diario termina con el anuncio de que algo crucial va a suceder en el año que está a punto de comenzar: “(...) se publica mi primera novela y quiero terminar la segunda. Quiero que sea el año en que la balanza se incline hacia el otro lado: que escribir pase a ser mi principal ocupación, preocupación, profesión, y lo demás un complemento, un pasatiempo, una necesidad... pero algo totalmente secundario”.


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