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PREMIO AL mejor museo europeo

L'Etno desvela sus "claves del éxito": museografía, propuestas locales y nuevos lenguajes

El Premio EMYA (European Museum of the Year Award), instaurado en 1977, es el de mayor prestigio dentro del mundo de los museos y lo han ganado centros como el Museo de la Mente (Haarlem, Países Bajos), el Museo del Diseño (Londres, Reino Unido), el CosmoCaixa, el MARQ-Museo Provincial de Arqueología de Alicante o el Guggenheim de Bilbao.

14/05/2023 - 

VALÈNCIA (EFE/Eva Batalla). El equipo del Museu Valencià d'Etnologia (L'ETNO) celebra su elección como el mejor museo europeo del año, que consideran un reconocimiento al trabajo local, a las propuestas expositivas innovadoras y arriesgadas, en su caso fruto de la "locura" de un grupo multidiciplinar "enfermo de los museos" y adicto a la museografía. El antropólogo y arqueólogo Joan Seguí, director del museo, y su equipo se sienten abrumados por la atención mediática que están teniendo, un "empujón", agradece en una conversación con EFE, a la cultura popular y a las propuestas museísticas sociales, que optan por un discurso rompedor, contemporáneo y adaptado a los nuevos lenguajes. Seguí asegura que acudieron el pasado sábado a Barcelona, donde se desveló el ganador, "relajados" y con pocas expectativas ya que competían con otros 32 museos internacionales, algunos de ellos "muy potentes".

Seguí agradece sobre todo que la decisión de los nueve miembros del jurado -en la que este año no había ningún español- en la elección de L'ETNO fue "unánime", avalando su proyecto expositivo "No es fácil ser valenciano, ni valenciana", una reflexión sobre la identidad en un mundo culturalmente cada vez más homogéneo, con una puesta en escena muy atractiva, contemporánea, con objetos reales que crean un relato adaptado al nuevo público. Seguí ha estado acompañado en esta "locura" de un equipo multidisciplinar, formado por unas 24 personas de áreas como la antropología, arqueología, gestores culturales, restauración y administración. El éxito del proyecto es gracias también a que "somos unos enfermos de los museos y estamos totalmente drogados con la museografía", bromea. Aprovecha el premio para pedir a la clase política y gestora que "entienda que estas cosas no se pueden hacer sin medios. La cultura, sea un museo, una biblioteca o lo que sea, necesita unos recursos mínimos para llegar a unos estándares mínimos de calidad", reivindica.

El Museu Valencià d'Etnologia (L'ETNO), dependiente de la Diputación de Valencia, creado en 1982 para recoger, estudiar y difundir la cultura popular tradicional valenciana, está ubicado en el edificio histórico de la antigua casa de la Beneficencia -un centro de acogida de niños huérfanos y sin recursos construido en 1841-, y comparte espacio con el Museo de Prehistoria, su "hermano mayor". Su exposición permanente "No es fácil ser valenciano, ni valenciana", premiada con el EMYA, se inicia con la "despensa de la cultura" en la "sala blanca", la más luminosa de la visita, un exhibición de objetos cotidianos, de diferentes épocas, que hablan sobre la evolución de la sociedad e invita al visitante a reflexionar sobre la identidad cultural en el mundo moderno globalizado.

Foto: EP
La muestra ofrece un recorrido de unos 1.400 metros lineales, que se puede visitar en una media hora, con textos explicativos adaptados a los tiempos actuales, unas cien palabras "que es lo que se ha calculado que es lo máximo que se lee estando de pie", explica Seguí. Apuesta también por la iluminación y un diseño rompedor, para la que se ha buscado a profesionales del mundo del teatro y la escenografía. Una propuesta museográfica tan atractiva, señala su director, que "acaba siendo casi un objeto más" de la exposición.

De hecho, el museo ha constado un importante aumento visitas de turistas, sobre todo italianos, atraídos por la estética de la muestra, que cuelgan sus fotografías en las redes sociales. "No era la pretensión", puntualiza Seguí, que asegura no tener cuenta en Instagram, "pero si sirve para despertar en alguno de ellos el interés, ya ha valido la pena". La exposición ofrece un viaje en el tiempo, con saltos al pasado y el presente, para mostrar la transformación de la ciudad tradicional. Desde el primer ascensor de madera, un elemento que supuso un gran cambio en la construcción y encareció los áticos, a la réplica de una habitación de los años 40 del pasado siglo, en una vivienda del centro de cualquier histórico de una ciudad, hoy seguramente convertida en un piso turístico de una plataforma virtual. El recorrido continúa por las calles de la ciudad, con un carro antiguo y un Seat 600 frente a una parada de autobús, para abordar las nuevas formas de movilidad, y un semáforo con dos mujeres de la mano, reflejo de la diversidad sexual, indica Seguí.

Utiliza también una cabina telefónica como recurso para hablar de la migración; o el mostrador y estanterías antiguas de la mercería S.Carbonell de Ruzafa -que el dueño donó íntegros al museo cuando decidió su cierre- para reflexionar sobre el comercio tradicional de proximidad frente a una máquina de "vending"; y confronta el trabajo pausado de un telar con el sistema actual de "coworking". Concluye el viaje con una mujer sin hogar que duerme en un banco, una representación del problema de la soledad en la sociedad contemporánea, de la pobreza y de la exclusión social. Seguí considera que un buen museo es aquel que "te hace plantearte dudas y descubrir cosas que no conoces". "Si al final de la visita te hemos generado una reflexión ya hemos conseguido nuestro objetivo", concluye el director de L'ETNO, que espera que el premio sirva también para atraer nuevo público, sobre todo joven.

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