VALÈNCIA. Thomas Ligotti es el autor de un libro titulado La conspiración contra la especie humana en el que se realiza un profundo retrato de la existencia del homo sapiens desde una perspectiva nada habitual, lo cual no deja de ser sorprendente: ¿es mejor vivir que no vivir, la existencia a la inexistencia? La respuesta, en realidad, no es sencilla. Ninguna pregunta de tal calibre filosófico puede serlo, si se pretende dar una respuesta en condiciones que no dependa de extremos tales como una vida de lujo inacabable y salud envidiable, frente a una vida repleta de desgracias. Lo cierto es que no conocemos la no existencia, porque siempre hemos sido, y porque tal cosa no tendría sentido, igual que no podemos conocer la nada porque si pudiésemos, ya habría algo y no nada. Ligotti repasa esta cuestión y otras similares relativas a la naturaleza humana, como el exceso de conciencia, esa mutación que si bien en algún punto de la evolución pudo ser una ventaja, poco después se convirtió en la peor de las condenas, al obligarnos a saber en todo momento que vamos a morir. A desaparecer. Esto a su vez generó una paradoja, a la que se refiere Ligotti citando al filósofo noruego Zapffe: nuestra conciencia fuera de control nos muestra el horror, y a nuestra conciencia demasiado capaz recurrimos para autoengañarnos y ponernos un velo de distracciones que nos permitan evadirnos (un poco).
Algunas formas de pensamiento consiguen incluso que en lugar de olvidarlo, lo aceptemos (de algún modo). Y luego está la literatura. Incluso la literatura que parte de extensas experiencias acerca de lo que es vivir, de lo que es estar a punto de dejar de hacerlo, de lo que es ver cómo otros dejan de ser. La literatura, la buena, es capaz de vertebrar una historia acerca de la amistad y el amor en clave de humor con la muerte (asistida) de fondo. Bueno, no la literatura, sino Ray Loriga. Que bien pensado, es sinónimo de literatura.