VALÈNCIA. Es una mañana cualquiera en un plató de televisión. Estamos en los años noventa, en pleno corazón de València y hay que rellenar la parrilla con la mayor cantidad de temas posibles, sin prestar mucha atención a la calidad. En Las mañanas de Jesús importa más el morbo; todo vale. En el programa se les ilumina la cara cuando se enteran de la misteriosa desaparición de una joven llamada Anita en un pueblo de Valencia.
A esta noticia le sigue un despliegue de medios del terror: cámaras a tutiplén, una vidente que dice poder comunicarse con la desaparecida, y una espiral eterna de entrevistas incómodas a los familiares y amigos de Anita. Este es el escenario ficticio -pero un tanto familiar- sobre el que se desarrolla el relato de Carne (Colectivo Bruxista), la flamante novela de David Pascual (también conocido como David Perfumme), que se presentó el pasado jueves en Bangarang, junto a María Bastarós.
Como telón de fondo está una Valencia enganchada al caso, una policía deprimida que intenta comprender el trayecto de Anita y Alicante como futura sede de las olimpiadas. Todos estos elementos hacen que Carne mantenga al lector en vilo y enchufado al libro como si de una telenovela se tratase. Con una historia que “solo se puede imaginar en la Comunitat Valenciana”, Pascual escribe esta novela pensando siempre en los “enredos de la televisión y con una premisa de falso thriller en el que Anita es la gran protagonista”.

Teniendo claro que el foco se pone en la sociedad que rodea al caso, se centra en los periodistas e investigadores para contar la historia de Anita. Un relato que recuerda lo que vivió València en los años noventa con el caso de las niñas de Alcàsser, y con el pretexto de unas olimpiadas en Alicante que evocan a la Exposición Universal de Sevilla de 1992. Jugando con la memoria colectiva crea una historia totalmente nueva.
“Juego con las referencias para presentar a los protagonistas y contar mi historia. Me interesa retratar un contexto social muy concreto y viajar a la Valencia de los años noventa para hablar de los peligros de la televisión y de la telebasura”. Tanto es así que, durante la lectura, lo de menos es saber el estado de Anita, si no el tratamiento que se le da al caso desde programas de dudosa ética como Las mañanas de Jesús, que pueden recordar al lector a otros programas similares de aquella época. “Escribo sobre historias inventadas que podrían ser reales y sobre personajes muy realistas que conectan con mi relato”, explica el autor.
Con un estilo de narración digno de programa de televisión, Pascual se adentra en el caso de pleno para mezclar todo tipo de escenarios entre sí y así dotar al lector de todas las versiones posibles: “Hago mucho hincapié en cómo el filtro de la televisión cambia la percepción de lo que vemos. Recuerdo historias como la del caso Alcàsser contadas de mil maneras en diferentes programas. Me interesa mostrar, a través de este libro, cómo la televisión reforma la realidad y cómo ha empezado a absorber elementos propios de la ficción para adornar las historias”.

Entre la ficción, la realidad y los escenarios que resultan demasiado “familiares”, Pascual consigue construir un relato que culpa a la telebasura y al morbo televisivo de generar carroña alrededor de una familia que no soporta una mala noticia más. Lo hace jugando con diferentes voces para comprender todas las partes de esta historia tan mediática que construye en los límites de lo correcto: “Hablo de la telebasura y de cómo traspasa los límites de lo ético. Dentro del thriller intento no caer yo mismo en hacer pornografía emocional dentro del libro”.
“Anita no es una víctima, es un personaje con mucho poder. Aprendo sobre cómo poner los límites dentro de mi relato y aprendo sobre el morbo y a dotar a los personajes de dignidad”, explica el autor de la novela. Para llevar al lector al escenario del crimen, sí que pone sobre la portada del libro la escena del altar dedicada a la niña desaparecida. Un osito de peluche, unas cervezas y algunos carteles con la cara de Anita sirven para dar credibilidad a este relato en el que la desaparición al final es lo de menos, sino que sirve como premisa para hablar de quienes rodean a Anita, que además tiene voz propia en Carne.
Se podría decir que lo más morboso que hace Pascual en la novela es generar este altar, que cuenta con la fotografía de Mariola Viejo y con el arte de Beatriz Lobo. Al trabajo de estas dos mujeres les sigue Adela Domínguez con el diseño.