VALÈNCIA. En los últimos años, los Premios València y València Nova, impulsados por la Institució Alfons el Magnànim (IAM) de la Diputación de València, han ido encontrando su hueco en el panorama literario valenciano (que no únicamente en valenciano). En un contexto precario, en el que incluso autores y autoras consolidados tienen que recurrir a los certámenes como vía casi única de publicar sus obras, los premios no solo importan como trampolín, sino que son reflejo de la realidad material y creativa de las personas que escriben o aspiran a escribir.
Culturplaza se reúne con Enric Estrela, Clara Berenguer y Altea Tamarit (director, jefa de publicaciones; jefa de difusión del IAM, respectivamente) para elaborar una lista de conclusiones que se pueden plantear a partir de la experiencia de las últimas ediciones.
Cada categoría tiene su perfil
El mundo literario guarda, en cada uno de sus microcosmos, una respuesta a la pregunta de quién escribe. Y algunas de las respuestas más llamativas se pueden deducir a partir de las diferencias entre las categorías de los premios. Por ejemplo, en el caso de la narrativa, los Premios València, la participación femenina es baja, llegando apenas al 10%, mientras que en València Nova, destinado a menores de 35 años, las mujeres ganadoras alcanzan el 63%. No es solo una brecha de género, sino también de edad. A los Premis València opta un perfil de escritor, normalmente con un recorrido, que pertenece a una generación en la que las mujeres no han tenido apenas oportunidad de tener una carrera literaria. Los Valencia Nova, despojados poco a poco de esta brecha de acceso, confirma de manera cristalina que las mujeres, si se les deja, escriben, se presentan a premios y los ganan. Una perogrullada que hasta hace poco no se materializaba.
En otras categorías, el mundo del ensayo es, eminentemente, de los hombres mayores con una formación académica (es reflejo de ello), mientras la novela gráfica parece ser el territorio de ilustradoras jóvenes. En este caso, es interesante ver cómo las escenas artísticas (un grupo de autoras valencianas con repercusión internacional) permean en las dinámicas de los premios.
Las condiciones materiales influyen en quién se presenta
Ganar un premio literario es, en muchos casos, la única vía de publicación para un autor emergente. En el ecosistema valenciano, esto se acentúa aún más. Por tanto, una obviedad: el perfil de los participantes esté condicionado por sus circunstancias económicas. El caso paradigmático es el del ensayo: “Para escribir un buen ensayo necesitas dedicación, así que si tienes que compaginar varios trabajos para pagar un alquiler, se hace complicado". Por eso la mejora de la dotación económica de los premios busca paliar en parte esta barrera.

- Galardones de los Premis València i València Nova. -
- Foto: DIPUTACIÓ DE VALÈNCIA
Las categorías desiertas también reflejan los puntos ciegos del sistema
Cada año, algunas categorías de los Premios València quedan desiertas. Esta ausencia de ganadores no es anecdótica, sino que señala sus carencia: “En un año, en la categoría de novela en castellano, se presentaron 200 obras y el jurado decidió dejar el premio desierto porque ninguna alcanzaba la calidad mínima”, destacan. En ensayo y en novela es donde más veces se ha declarado el premio desierto. Esto ocurre cuando suceden, principalmente, dos cosas: o la IAM no ha conseguido atraer suficientes candidaturas (como pasó el año pasado en novela gráfica) o las personas que se presentan no están lo suficientemente “maduras” (como pasó en el caso del anterior entrecomillado). Cada una de estas situaciones, tiene una respuesta. En la segunda, que un premio quede desierto también es un símbolo de exigencia y madurez. Y la editorial toma nota: “El hecho de que el premio quede desierto no va a hacer que la editorial cierre, pero sí nos preocupa de alguna manera, porque nos hace preguntarnos si hay algo en lo que no estamos acertando, y la prueba de ello es precisamente que el premio no se otorga”.
Para mejorar, afinar sin intervenir
La editorial toma nota y afina el premio. Volviendo al ejemplo de la categoría de novela gráfica que quedó desierta: “El año pasado, en el caso de la novela gráfica, el premio quedó desierto y, al hablar con el jurado, comentamos que habían llegado pocas propuestas y que las que recibimos no alcanzaban la calidad necesaria o el nivel de exigencia requerido para su publicación. Este año, para evitar que esto vuelva a ocurrir, se ha reforzado la difusión entre las asociaciones de ilustradores. Y creo que esto ha dado resultados, porque han llegado muchas más propuestas. Eso no significa que todas cumplan con los estándares de calidad exigidos, pero se ha trabajado en mejorar la visibilidad del premio para que los profesionales de la ilustración lo conozcan y puedan participar. En el caso de las otras categorías, la idea es la misma: tratar de incidir más en la promoción y el alcance”.
No siempre se trata de la cantidad de propuestas —eso lo demuestra haberse quedado desierta una categoría a la que se presentaron 200 obras—, sino también quién acude. Lejos de las dinámicas de las editoriales privadas, la propuesta si afina sin intervenir porque, otra vez, “no vamos a cerrar porque no se publique una obra” —pero eso siempre va acompañado a dejar claro que la IAM es una editorial pública y “en los últimos años se está entendiendo que somos una buena plataforma para dar a conocer todo tipo de voces”.
Otra manera de afinar la propuesta ha sido el cartel, este año ilustrado por Víctor Visa, con el que han buscado activamente huir de “lo clásico” para atraer la atención de los autores y autoras jóvenes.
El jurado importa
La composición del jurado es clave para determinar qué tipo de obras son premiadas. "Intentamos que haya un equilibrio entre creadores, editores y críticos. En ensayo, sin embargo, nos cuesta mucho lograr paridad de género, porque, otra vez, hay menos mujeres en este ámbito", explican. En los últimos años se han incorporado bibliotecarios a los jurados, porque además de grandes lectores y gestores, son las personas encargadas de organizar clubs de lectura y capaces de hacer crecer el impacto del libro que gane.
Una petición que le hacen al jurado y que tal vez sea la gran fortaleza de esta convocatoria: "No queremos que los premios respondan a modas literarias, sino que reflejen calidad y diversidad", apuntan.