VALÈNCIA. Hace algunos meses una de las dos mitades de Masquespacio, Ana Milena Hernández, publicó un video en sus redes sociales en el que de manera cruda decía que se había quedado sin inspiración, sin ideas. La traducción de aquella pieza venía a ser ya no doy más de sí. O al menos, no de esta manera. No así. Desde hacía algo más Christophe Penasse, cofundador, había transmitido algo similar.
La firma valenciana, asentada primero en la calle Roger de Lauria, en pleno cogollo urbano, y más tarde en la huerta valenciana, no tenía en apariencia motivos para el disgusto. Acumulaba reconocimientos Diseñadores de interior del año para New York Times T Magazine en España, en 2019; jóvenes talentos del año para Elle Decoration Magazine, en 2020; en los Massimo Dutti New Values, en los Wave of the Future estadounidenses…
Por sus interiorismos a medio camino entre un estallido de color y un futurismo encajado entre valores ancestrales, los Masquespacio siempre eran percibidos como una puerta abierta a un futuro, justo en un momento en el que apostar por el porvenir es casi un posicionamiento revolucionario.
Qué ocurría entonces para que necesitaran detenerse y, casi como un grito de auxilio, lo hicieran público, asumiendo los riesgos que podía conllevar mostrar fragilidad para un estudio acostumbrado a ‘vender’ justo la fortaleza del optimismo. Después de eso se fueron varios meses a Indonesia, a Bali, en un viaje que consideran mitad huida, mitad reencuentro, y que asumen como un privilegio que la mayoría de personas a las que les sucede lo que a ellos no se pueden permitir.
Ana y Chris han vuelto a la ciudad. Más bien a l’horta, en esa casa insólita entre bancales, hecha hogar showroom, que copó reportajes y desde donde preparan algo así como su reinvención. El portón de la casa se abre, como cuando la hacía para dar entrada a los caballos por su zaguán. Se abre con el propósito de buscar una respuesta a esa pregunta principal: qué ocurría, por qué pararon. Su historia es un síntoma.
Un diagnóstico
Christophe Penasse: A veces hay informaciones que no puedes compartir, pero llegó un momento en la trayectoria que, ella por una razón y yo por otra, estábamos llegando un burnout, No sé si habíamos llegado, pero estábamos llegando a un burnout.
En el momento que nos empezamos a profesionalizar, enfocarnos también en comprar esta casa, en este proyecto de ensueño, en hacer la empresa más eficiente… dejamos de luchar.
Ana Milena Hernández: Cada vez teníamos más clientes superiores, pero cada vez era más escuchar ‘quiero esto, lo quiero así’. Y nosotros fuimos aceptando porque estábamos en la rueda económica, las cosas iban bien y fuimos aceptando, aceptando, aceptando.
‘Necesito más’
Ana Milena Hernández: En mi generación la gente se frustra porque no puede llegar a vivir como sus padres, pero yo no tengo esa historia. Lo digo de manera muy humilde, pero ho construí todos mis sueños que jamás hubiera imaginado. Y el problema que yo vengo a mirar ahora es que estamos siempre viviendo en el futuro. Entonces a ti te empiezan a llegar tus sueños y tú sigues viviendo en el futuro. Te dices: necesito más, necesito más. Y no te estás dando cuenta que ‘oye chavala, que estás cumpliendo tus sueños, disfruta, vamos a gozar de ellos’. Entonces cuando tú ya tienes como has llegado a ese tope, tú quieres más y todo lo que has conseguido te sabe a poco.
Christophe Penasse: Es que no eran suficiente los proyectos, no eran suficiente las publicaciones, no era suficiente nada. Creo que estamos en un momento de comparamos todo el tiempo con otros, y siempre va a haber alguien que tenga el proyecto más grande, con más presupuesto, con más publicaciones, que viaje más. Viendo los espejos que tenemos ahora con las redes sociales, inconscientemente te entran en la cabeza, no te das cuenta, pero te está haciendo daño.
Ana Milena Hernández: Una manera habitual de responder a esa insatisfacción es responder a la contra. Tomarlo todo como si fuera un ataque. Decirse: ‘Voy bien, esto va bien, estoy fenomenal, aquí lo que hace falta es seguir teniendo el control de todo’. Era lo que yo pensaba.

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Una transformación
Christophe Penasse: Nuestros proyectos cada vez eran más grandes pero la creatividad era menor. Nos costaba muchísimo que nos aceptaran las propuestas que nosotros defendíamos y que antes vendíamos con facilidad.
Ana Milena Hernández: Los negocios que abren ya no necesitan arriesgar tanto. Los precios se han disparado pero la demanda también. Cuando hicimos Nozomi, hace diez años, dije: en diez años no voy a tener carpinteros. Y así ha sido. Falta mano de obra. Cuando, por ejemplo, consigues una carpintería los costes son muchas veces inasumibles. En buena parte de Europa son cinco veces el precio de hace cinco años. Y yo lo entiendo. Pero nosotros somos 200% artesanales, pensamos universos visuales desde la lámpara hasta la silla. No renunciamos a ello.
Una escapada
Christophe Penasse: Trabajamos durante meses para preparar nuestro parón. Nadie lo sabía. Cogíamos proyectos muy gordos pero no nuestra gente sabía lo mal que estábamos.
Ana Milena Hernández: Me ataqué a llorar y no podía parar porque era en serio y nadie sabía… es que me voy porque necesito un break.
Christophe Penasse: En ese momento nos daban miedo ese tipo de vídeos, pero ahora es como una de nuestras banderas después de la vuelta. En este tiempo de parón nos hemos dado cuenta -bueno, yo aún más que ella, porque yo soy más reservado- que no tenemos que escondernos. Somos así.
Ana Milena Hernández: En estos meses descubrí que sí, puede haber una crisis en el mercado, precios altos, todo lo que quieras, pero si como artista si no estás conectada a la fuente no vas a poder hacer nada. Si tú no crees en tus ideas no las vas a poder vender. Y crear ideas nuevas requiere mucho sacrificio, mucho desgaste. Por tanto debes creer en ellas.
Por eso nos dimos cuenta que lo que teníamos que hacer era volver a conectar con ese propósito, cambiándolo todo. Era así de sencillo. Reposicionarnos para buscar los proyectos que nos gustan. Para esa reconstrucción hemos tenido que abandonar muchas cosas y decir: vamos a quedarnos con una de las diez cosas que queremos hacer.
Un cambio
Christophe Penasse: Queremos un proceso más humano, porque nos habíamos vuelto muy, muy estáticos. Tanto con el equipo, con un trabajo muy individual cada uno, cada uno por su lado haciendo el trabajo. Como con en con el cliente, con quienes en los últimos tiempos era: ‘mira, te paso una lista, rellénamela’. Entonces te alejas de la cercanía. Eso también nos ha quemado mucho.
Ana Milena Hernández: Creo que la dinámica de las videollamadas nos mata a todos. Pasamos de hacer talleres aquí, comiendo y pasándolo pipa con los clientes, a que todo fuera virtual. Entonces esa conexión se pierde. Que él tenga tres reuniones diarias y ninguna sea física, eso pesa.
Ana Milena Hernández: Mucha gente siente lo mismo, pero de verdad no se puede permitir parar. Hay gente que me decía ‘te admiro, es que yo no puedo, yo tengo una madre que depende de mí y no puedo parar’.
Cuando la mayoría de las personas viven en modo autosupervivencia, de pagar la hipoteca, el coche, los hijos, entonces ese modo autosupervivencia no permite plantear que es necesario parar. Es un mecanismo de defensa.
Christophe Penasse: Ana ya lo hace mucho pero tenemos claro que nuestra próxima etapa pasa por proyectar la imagen de la realidad de la que formamos parte. También somos esto.
Ana Milena Hernández: Tú contratas a una constructora por su músculo financiero y a un creativo por su capacidad para crear. Entonces cuando sales y dices que tu capacidad de crear está en crisis, es como mostrarte en quiebra.
Christophe Penasse: A los creativos parece que no se nos permita mostrar la fragilidad de nuestro trabajo. La sociedad nos presenta como que tenemos que tener la imagen perfecta. Pero necesitamos escucharnos, y si no es suficiente busca ayuda.
Ana Milena Hernández: Wow, yo escuchaba historias como ésta y creía que no me iba a pasar…