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EL MURO / OPINIÓN

Lío en el audiovisual

El reparto de las ayudas a la producción cinematográfica está en el tejado. Lobbys, amigos o intereses partidistas están en el juego. Era de esperar. Mientras se debate en Les Corts por una nueva y limpia RTVV, el reparto del “pastel” se ha convertido en una partida de intereses

29/11/2015 - 

VALENCIA. Menudo follón se ha montado en el sector del audiovisual en torno a las ayudas institucionales de CulturArts dedicadas a largometrajes, series, guiones y demás. Tanto lío, que hasta la firma oficial de las resoluciones quedó paralizada y todo el proceso bajo sospecha. Mucho dinero en juego. Las denuncias se han convertido en fuego cruzado.

Con la televisión autonómica cerrada, el audiovisual, o lo que queda de él, correteando por las esquinas a ver qué sale, la profesión desnortada por las circunstancias, el silencio generalizado y la Ciudad de la Luz en el pozo de los sinsentidos y con una deuda de 200 millones de euros más todo lo que se va añadiendo año tras año, sólo faltaban sospechas más que preocupantes sobre las últimas ayudas a la producción concedidas por la Generalitat en plena transición. 

Y más aún después de la comisión de les Corts donde los profesionales reclamaron el fin del clientelismo, ponerse serios y trabajar unidos en pro de una nueva televisión autonómica sólida y un sector respaldado después de tanto tiempo de penurias.

La copia francesa e ideológica de Jack Lange tenía sentido. Aunque fuera en su momento. El tiempo lo ha derivado en un mero reparto con el peso de los “lobbys” merodeando. Normal que algunos hayan desenfundado.

Y es que, según se ha desvelado, entre los miembros de la comisión técnica encargada de conceder las subvenciones había jueces que eran miembros de la parte recompensada y debieron excusar su participación por imperativo legal. O sea, que participaron en la toma de decisiones siendo beneficiarios directos. Otros cuestionan también el tipo de criterios y su subjetividad. No hay un baremo reconocible, según apuntan, que proporcione unos ítems que procuren a los comisionados instrumentos para objetivar el procedimiento. Lo sospechoso tenía su raíz en que proyectos de peso quedaran además excluidos y otros menores resultaran tocados con la varita. 

Hablamos, para todas las modalidades de subvención,  de cerca de tres millones de euros, que no es broma. Por ello el guirigay. Si todas las denuncias escuchadas estas últimas semanas, que van desde el amiguismo a los intereses, favores y demás cambalaches, son del todo ciertas es como para hacerlo mirar. Y con lupa. De momento, las subvenciones -esto de las ayudas a fondo perdido también habría que ponerlo en cuarentena porque corren otros tiempos y los modelos llevan muchísimos años sin ser revisados- se han quedado muertas aunque muchos duden de que algo cambie después de a amainar el temporal. Pero como estalle, y muchos están por ello, nos vamos a divertir de lo lindo porque saldrán  todo tipo de trapos sucios. Y algún converso resultará trasquilado.  

Hablamos de dinero y cuando lo hacemos de seis cifras el pastel es más que goloso. Por eso, la equidad y seriedad debería ser imprescindible. Ya no estamos en época de botellón. Poner en duda una ayudas institucionales y paralizar un plan de concesión es más serio de lo que muchos puedan imaginar. Mala pinta tienen las informaciones de alcance. Sin son del todo ciertas, el organismo que las concede, CulturArts-Generalitat, a través de la Subdirección General de Cinematografía y Audiovisual, que se ha subrogado en la política cultural del extinto IVAC, debería de ser cacheado. No estamos ya en tiempo de amiguismos sino en el de crear verdaderamente una industria o reflexionar en torno a ella, si es que se cree en su realidad, o en intentar sostener con seriedad la poca que queda.  

Transparencia

El cierre de RTVV supuso el fin de productoras, por impagos; estudios de doblaje, por impagos; dobladores, guionistas, documentalistas, técnicos, por impago y falta de continuidad profesional…la despedida de todos aquellos vinculados a un sector que nunca se ha atendido con racionalidad y al que sólo se le ha contentado con el reparto económico anual y no con las garantías de una política seria en torno a su propio mercado.  

Lo mejor no es sólo la mayor transparencia posible sino la credibilidad. ¿Por qué es el propio sector quien reparte las subvenciones y no personas independientes que analicen desde la serenidad y la distancia los proyectos y no se guíen por la subjetividad momentánea? Es una sugerencia. 

Alguien debería de explicar algún día si todas y cuantas ayudas se han concedido en los últimos años se han materializado y dónde han ido a parar los cuartos, cuando venían de fuera proyectos de coproducción para rascar de allí y sobre todo de aquí, mientras muchos de los de aquí sólo ponían el nombre, la instancia y la razón social. En su día se llegó a escuchar que RTVV iba a crear un “star system” valenciano -González Pons- pero acabó como acabó. Ni “star” ni “system. 

Todo este asunto es mucho más serio de lo que parece. Algunos no han entendido que hay una nueva exigencia de transparencia y que con nuestro dinero ya no se juega, aunque continúe siendo muy goloso. Lo más reciente de la Fiscalía con las denuncias en torno al ensanche de los datos objetivos para alcanzar subvenciones vinculadas al Ministerio de Cultura lo sitúa todavía más bajo penumbra

Cien años ya es mucho

Cumple el Teatro/Cine Olympia cien años como institución.  Es un hito sólo reconocible en algunos de los negocios que no ha podido llevarse por delante la crisis, la rémora institucional, las deudas, los impagos, el IVA cultural... La crisis, a la que nos llevaron los manirrotos y que nos hicieron perder bancos, instituciones, sistema educativo, bienestar social, infraestructuras públicas que han quedado en estado de total abandono, etc, etc, etc… y hasta equipos de fútbol.  

No se ha llevado, por el contrario, todas aquellas iniciativas públicas o entidades civiles -bueno, alguna sí, porque lo del Círculo de Bellas Artes es para analizar otro día con calma, aunque tenía el sentido de la convicción pasajera y el alegre aval institucional- que se crearon desde la inteligencia y la racionalidad social. Y me refería a entidades centenarias como la Económica del País, el Ateneo Mercantil, la Sociedad Filarmónica, la Academia de Bellas Artes de San Carlos, por poner algunos ejemplos. Su secreto fue, ha sido y será trabajar por y para la ciudadanía de forma escalona y ordenada. Sin intereses exagerados ni intromisión política, que es lo peor. Por ello sobreviven al margen del dictado.

El Olympia fue teatro de ópera, cine, teatro…Lo fue cuando Valencia era ciudad del cine y del teatro y en cada esquina y barrio había no sólo uno sino hasta dos y tres. Hoy están reconvertidos en espacios inimaginables en su día -desde tiendas de perfumes, hasta locales de moda e incluso supermercados, restaurantes, fincas de nueva planta o registros públicos. “El libro de los cines de Valencia (1896-2014)”, de Miguel Tejedor, es de consulta obligada para entender nuestra historia reciente y su transformación sociológica.  

Hoy Valencia continúa siendo cuna del teatro, aunque del off, que es más que fantástico e interesante ya que es real y genera afición y nuevos ideales alejados de la ortodoxia maximalista. Pero del institucional mejor no hablar. Transita como Job en el desierto. Es el privado quien ha tomado las riendas. Nada de burocracia y sí de imaginación. Así se llega a los cien años y no de la forma en que se ha levantado desde la esfera pública en los últimos años proyectos e infraestructuras enterradas sin escrúpulos. 

Y, mientras tanto, los burócratas en lo suyo.

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