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mirando al mar

Lo que València le debe a Manel Casanova

Aunque Rita quiso borrarlo de la historia, nadie olvida que fue Manel Casanova quien trajo la Copa América. ¿Qué tal si el Ayuntamiento de València le reconoce el mérito?

| 15/03/2019 | 2 min, 7 seg

VALÈNCIA.- El PP ha pedido la Medalla de Oro de la Ciudad de Valencia para él, pero no se sabe si en este convulso momento político, lleno de odio de unos a otros, va a ser posible. Manel Casanova ha sido una gran pérdida para todos, pero mucho más grande para su ciudad natal. Después de casi quince años de que se le concediera a València ser sede de la Copa América, algunos siguen dudando que tal logro fuera de él.

Nunca fue un buen político, pero sí sabía hacer las cosas políticamente correctas. Le tocó bailar con Francisco Camps, presidente de la Generalitat por aquel entonces, y con Rita Barberá, alcaldesa casi incombustible de una ciudad que se estaba modernizando, pero que eso de la Copa América le sonaba más o menos a chino y continuaba teniendo el mar a sus espaldas. Mientras una delegación de la Société Nautique de Genève, club ganador de la Jarra de las Cien Guineas en 2003 en Auckland, visitaba las instalaciones del Real Club Náutico de Valencia —su presidente les había invitado a que vieran las bondades de la parte que miraba al mar de la ciudad—, Rita Barberá daba una de esas ruedas de prensa que le gustaban a ella. No quiso acudir a este primer envite de Manel Casanova pensando que eso de la Copa América sería otra de esas regatas a las que tantas veces se le invitó y a las que, otras tantas, renunció a asistir.

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En una segunda visita, esta vez con Ernesto Bertarelli y su fiel escudero Russell Coutts a la cabeza de la delegación, Rita accedió a conocer a tan insignes personajes. La condición de empresario suizo de éxito que tenía Bertarelli hizo que a Rita se le pusieran los ojos como platos y abriera la puerta de su despacho de la plaza del Ayuntamiento a la comitiva. Dentro estaban Rita, Bertarelli, Coutts y Manel. Según Casanova, Rita se enamoró perdidamente de las ambiciones de Bertarelli.

* Lea el artículo completo en el número de marzo de la revista Plaza

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