Juan Genovés es un artista contemporáneo que abraza el realismo social con gran pulcritud. No tengo el gusto de conocerlo, pero su obra sí, aunque sea un neófito. La plasticidad de sus lienzos impregna al arte moderno de una abstracción crónica. Nacido en València en 1930, pasó su infancia en el barrio de Mestalla. Vivió en tres de las calles que abrazan el vértice del Camp del Valencia. En sus primeros años de inocencia e ilusiones los abrazos de Genovés discurrieron en el triángulo de las calles Finlandia, Micer Mascó y General Pando. Genovés en uno de los nuestros.
Sé que el fútbol a veces es bruto e imperfecto, pero la realidad de Juan Genovés es la de militar en el valencianismo deportivo. La intelectualidad española siempre ha vivido de espaldas al fútbol, al igual que los valencianos a su mar. Es una evidencia que el relato futbolístico de este país circula por las páginas literarias del eje centralista y periférico del binomio Madrid-Barcelona, con mínimas apariciones líricas del algún intelectual colchonero o alguna aportación residual de la vieja tradición copera del Athletic.
Juan Genovés acude a Mestalla siempre que puede gracias a la España radial y al AVE Madrid-València, con parada en la estación temporal de Joaquín Sorolla. Me imagino que tras un gol de su equipo, el mío, se abrazará a los suyos. Es lo que tiene la metafísica del gol, una ciencia espontánea que nos conduce al feliz contagio del abrazo colectivo. Leía hace unos días en un cuaderno de bitácora del magistral escritor Rafael Lahuerta Yúfera algo así: 'Al centenario no sólo le pido fuegos de artificio y banderas en los balcones. Al centenario hay que exigirle reflexión, debates civilizados e ideas'. Una que me viene a la mente es abrazar el 2019 sin las guerras accionariales del pasado. Los valencianos y valencianistas hemos querido que fuese así, doloroso para los más nostálgicos, nos hemos olvidado de ellas, como el español se ha olvidado de las pesetas.
La suma del grito y el abrazo reproduce la figuración del efecto plástico del rito pasional del incondicional al fútbol que carece de compresión por parte del intelecto. Los aficionados al deporte rey no somos nada cerebrales, durante los noventa minutos del juego vivimos bajo una especie de epidermis embrutecida de amor y ternura. Padecemos la enfermedad hemofílica del sentiment. Mestalla, prisión afectiva para muchos, no queremos salir nunca de ella.
Genovés es un referente tangible en les Últimes Vesprades a Mestalla. Forma parte del testamento literario, vanguardia cultural del relato y ensayo del Camp del Valencia. ¿Quién sino podría retratar y plasmar mejor que nadie la realidad humana de Mestalla? Sin duda, Juan Genovés. Además, como él bien dice, "desde la perspectiva aérea, ya que desde la frontal se taparían unos con otros y perdería la libertad la figuración colectiva del abrazo".
Mestalla debe fundirse en cada jornada en un latente abrazo colectivo. Genovés debería inmortalizar ese espectro blanquinegro que arroje un futuro esperanzador en la senda del éxito para las próximas décadas. Plasmar en un óleo la inmortalidad de Mestalla a pocos años de su fin de ciclo. La mirada de Juan Genovés sobre el Camp del Valencia debe sacralizarse desde el inconformismo a los tiempos modernos que banalizan a un fútbol frío y aséptico desde el punto de vista mercantilizador. Quizá Mestalla llegue a tiempo a refrendar su propio centenario, si es así, lo volveremos a celebrar. Hemos llegado al centenario del natalicio del club sin museo. Pongamos la primera piedra sobre los abrazos de Juan Genovés, uno de los nuestros.