Medio centenar de desarrolladores de toda Europa buscan una salida para sus producciones. En València se respira talento, pero las cifras no acompañan
VALÈNCIA. El sector de los videojuegos en España facturó en 2017 (es el último dato recogido, incluído en el Libro Blanco del Desarrollo Español de Videojuegos 2018) 713 millones de euros, un cifra disparada en un 15,6% si partimos de la misma referencia dada el año anterior. Este camino ascendente hace esperar, según el mismo informe, que en 2021 la industria facture 1.630 millones de euros y de trabajo directo a 12.379 personas.
Más datos, ahora para poner a la Comunitat Valenciana en este contexto: la región es la tercera (solo por detrás de Madrid y Cataluña) en número de empresas de videojuegos, con un 13% del volumen nacional. Sin embargo, los datos relativos revelan que no es oro todo lo que brilla: la Comunitat solo emplea al 7% del total de trabajadores y factura un discretísimo 1%. Para entenderlo mejor, Andalucía, que cuenta con un 9% de las empresas nacionales, emplea y factura más (un 8% y un 7%, respectivamente). La respuesta de esta ecuación es más simple de lo que parece: las multinacionales no paran aquí, el 13% está constituido en su práctica totalidad por empresas minúsculas con proyectos modestos que se desarrollan sin ningún apoyo, a la espera de poder vender el producto cuando esté más o menos finalizado y rentabilizar el trabajo hecho. Mientras, cada año salen de diferentes centros especializados y universidades públicas valencianas decenas de graduados y graduadas en el videojuego con unas expectativas que tienen que pasar -inminentemente- por el emprendedurismo o la diáspora.
Todos estos datos sirven de largo para justificar el València Indie Summit, una convención anual que celebró su segunda edición la semana pasada en Las Naves-Centre d’Innovació. Se trata de una cita que busca cumplir una doble función: por una parte, una feria en la que poner en contacto a desarrolladores con distribuidores (o como llaman en el sector, publishers); y por otra, una serie de charlas de referentes nacionales e internacionales del sector que den herramientas a los diferentes perfiles profesionales que estén dispuestos a dar el salto a la primera línea de la industria.
Centrándonos en la primera función, València Indie Summit intenta ser un foro para internacionalizar algunos productos locales. Una de las salas de Las Naves sirve como presentación de medio centenar de videojuegos, elegidos mediante un concurso abierto al ámbito internacional y que comprende desde el trabajo que aún está en producción hasta la premiere de videojuegos ya terminados. La mitad de este medio centenar ya tienen editoras para salir al mercado, y el otra mitad llegaban a la convención pendientes de los publishers nacionales que venían por iniciativa propia y sobre todo de los internacionales (de Reino Unido, Japón o Alemania, entre otros países) que había invitado el Ivace. Durante los tres días de la convención, la sala anexa que la organización había dedicado a negociaciones profesionales no ha estado vacía en ningún momento, aunque el objetivo de que la totalidad de los videojuegos seleccionados saliera vendido no se ha podido cumplir este año. Una meta que tendrá que alcanzarse poco a poco, ya que el año pasado ni siquiera se invitaba a publishers al evento.
Más de una decena de proyectos valencianos se presentaban en esta feria. Entre ellos, destacan Idle Supermartket Tycoon de Codigames, empresa fincada en Lanzadera, que es un simulador en el que el jugador puede crear y gestionar su propia panadería. El videojuego se lanzó en octubre del año pasado y alcanzó los 100.000 jugadores en tan solo dos días. También de Lanzadera, Chibig llevaba la gran revelación: Summer in Mara se lanzó en la plataforma de micromecenazgo Kickstarter con un objetivo de 20.000 euros y lleva ya más de 233.000 recaudados. Por su parte, Devilish Games presentaba la continuación de su saga con Path to Mnemosyne; y Loftur hacía lo propio con Kofi, una webserie ambientada en el mundo de los videojuegos.
Por otra parte las charlas estuvieron abiertas a otros perfiles menos enfocados al mercado y sirvieron para conocer, entre otras cosas, la realidad de la industria en Japón y Corea, la relación entre los videojuegos y el cine, una mesa redonda sobre la salud de la industria en la Comunitat Valenciana, o un formato que en el que desarroladores y publishers se preguntaban entre ellos para conocer más a fondo las dinámicas que facilitan la relación entre los dos ámbitos.
Las jornadas acabaron con una gala de premios en el que varias producciones locales se alzaron con premios, como My granny Lala and Me, de Aranda & Olcina, que subió al escenario por la Mejor Narrativa o Lucas González al Mejor Diseño por Flat Heroes. València Indie Summit intenta recoger así algunas de las necesidades del sector en la Comunitat y así lo certifica su evolución en tan solo un año, habiendo pasado de ser un evento de dos días organizado con unos pocos miles de euros a octuplicar su presupuesto y añadir un tercer día.
La industria indie del videojuego, que es aquella que no funciona por encargos, va sola y es uno de los pocos productos culturales que no cuentan con ayudas públicas notables ni se le esperan. Por naturaleza, las empresas que desarrollan videojuegos son emprendedores que se tiran a la piscina esperando a que haya la suficiente agua. En la Comunitat hay un buen puñado de estas y según Ramón Nafria, uno de los organizadores de esta cita, “el talento en València tiene un potencial increíble” y pone como ejemplo Gameloft, que abrió su oficina regional en la ciudad porque era el lugar de la que procedían la mayoría de currículums de todo el estado. Luego reestructuro y cerró su oficina regional, así que toca seguir peleando por ponerse en el mapa y hacer más coherente ese 13% de industria nacional que la Comunitat representa.