La pregunta que da título a este artículo es una de las más frecuentes con las que me encuentro en mi práctica profesional ligada a China, y está relacionada con una cuestión algo más amplia y que suscita especial curiosidad: ¿en qué invierte China? y ¿qué ha sucedido desde el gran giro en relación con la inversión extranjera directa de China en el mundo? ¿Dónde estamos ahora? Este artículo se centrará en las respuestas a estas preguntas.
Tras un gran esfuerzo inversor de China hasta el año 2016, se detectó un cambio de tendencia en 2017 que se ha consolidado en 2018. Los servicios de investigación de BBVA publicaron un ilustrativo artículo al respecto en febrero de 2018 (China Economic Watch). Así, la cristalización de la nueva situación (que ya se había plasmado en la propia práctica autorizatoria de las autoridades chinas competentes) se concretó en una escueta norma de fecha 18 de agosto de 2017 emitida por la Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma o CNDR (más conocida por sus siglas en inglés NDRC —National Development and Reform Comission—). La CNDR es uno de los órganos supremos de la Administración china al estar encargada de la coordinación de las políticas macroeconómicas y de la gestión de las inversiones gubernamentales en sus diferentes formas. Su protagonismo institucional ha sido especialmente potenciada por el presidente Xi Jinping. En dicha norma, se clasificaba la inversión china directa en el extranjero en tres grupos: la inversión incentivada, la restringida y las transacciones prohibidas. Como vemos, se está reproduciendo un esquema con el que los inversores extranjeros en China ya están familiarizados, puesto que sus inversiones en el país asiático siguen una pauta similar.
Se trata de una medida de política económica que pretende controlar aún más los flujos hacia el exterior de China ante la preocupación nada infundada por parte del Gobierno de que, a través de la inversión extranjera de China se produzca una reducción de las reservas en divisas extranjeras, con el consiguiente impacto negativo en el margen de maniobra de China.
Vamos a detenernos brevemente en los mencionados tres grupos de inversiones. Las inversiones incentivadas se refieren a aquellas que resultan estratégicamente relevantes para asegurar que China seguirá en la senda del crecimiento y del desarrollo. Conviene mencionar especialmente en este grupo las inversiones en infraestructuras relacionadas con el ambicioso programa de la Franja y la Ruta (en inglés, One Bellt One Road) del que ya hablé en detalle en uno de mis artículos previos, así como las inversiones en negocios con un relevante elemento tecnológico, actividades manufactureras avanzadas, de investigación y desarrollo, agricultura, recursos energéticos, logística, servicios y cultura.
Las inversiones restringidas, por su parte, se refieren a las que se realizan en el sector inmobiliario (en efecto, se trata de un tipo de inversiones paradigmáticas especulativas y de diversificación), los clubes de fútbol, hoteles, entretenimiento e industria cinematográfica. Estas inversiones restringidas parece que estén hechas a la medida de determinadas empresas que están en la mente de todos y que fueron (ya no lo son) los más llamativos inversores chinos de estos últimos años. Especial mención puede hacerse de las inversiones en clubes de fútbol, cuestión que merecería un suculento artículo aparte, ya que, tras una época dorada caracterizada por la inflación de operaciones de compra totales o parciales por parte de inversores chinos —no solo en España, sino también en otros lugares de Europa como Italia y el Reino Unido—, se ha pasado al polo opuesto y casi se impide que se puedan realizar este tipo de operaciones. Una de las explicaciones del auge de esas operaciones fue la grandísima afición del presidente Xi por el fútbol y la ingenua idea por parte de determinados empresarios chinos de que embarcarse en este tipo de inversiones les dispondría positivamente frente al poder político en China.
En cuanto a las inversiones extranjeras prohibidas, que resultan más previsibles y homologables a las de otros países, cabe destacar aquellas que puedan poner en peligro los intereses nacionales o de seguridad de China, así como las industrias del juego y del sexo.
Esta política se ha reflejado en una disminución relevante de la inversión china no financiera en el extranjero. En efecto, mientras que en 2016 —de acuerdo con el referido informe de BBVA— se produjo respecto al año anterior un incremento de casi el 50 %, alcanzando los 182.000 millones de dólares (y superando a la inversión de los extranjeros en China, que se colocó en 123.000 millones de dólares), en 2017 la cifra se situó en torno a los 120.000 millones, lo que implica una disminución de casi el 34 %.
Finalmente, conviene precisar cuáles son las regiones del mundo que se benefician más claramente de estas inversiones chinas en el extranjero, ya que aquí también se ha producido un cambio. La buena noticia es que, si bien —como hemos visto antes— en términos absolutos la inversión china en el extranjero ha disminuido, Europa se ha convertido en el periodo 2016-217 en el más importante destinario de inversión china en el mundo, por delante de Asia y de América del Norte. Al mismo tiempo, se observa que en este periodo han declinado las inversiones chinas en América Latina y en Oceanía.
Por todo lo anterior, la inversión china en el extranjero se configura como un potente instrumento de política económica al servicio de los intereses del país asiático y de las pautas que marque el Gobierno chino en cada momento, y va a tener un impacto relevante en la actividad económica transnacional.