Los Navarros

Todos tenemos un colega que es “normal”. Mitad tabla, ni chicha ni limoná, pan sin sal. Se les detecta enseguida porque fluyen con la corriente. Son del equipo de fútbol del lugar en el que nacen (a no ser que su ciudad no tenga equipo en primera, en cuyo caso, Barça o Real Madrid), sus películas favoritas son las que tienen muchos Oscars, sus canciones favoritas las de radiofórmula, y normalmente se casan (por la iglesia) con su pareja del instituto.

Bueno, pues ese señor que hace pajaritas en la oficina, ese Pepe Pérez, es Los Navarros. Me refiero a un sitio normal, funcional, canónico de toda canonicidad. 

Alguna vez me había tomado allí una previa antes de ir a cenar por Ruzafa. Tiene una terraza con mesas altas de madera y taburetes, parece que siempre hay ambiente, y oye, lo que es un bar. El otro día me acerqué, por este afán mío de ver lo que se come en todas partes. 

El expositor de la barra tiene unas diez u once bandejas con comida. Detrás, un camarero con mascarilla escribe algo en un bloc y chequea la tele. 

- Hola ¿Qué me pido? ¿Qué es lo más típico de aquí?

- ¿Típico? TODO lo que ves en la barra.

MOOOC, mal. Si todo es especial, nada es especial. Me decido por unas puntillitas y un poco de esgarraet para abrir boca. Eso y dos Turias. Fuera en la terraza, mi amiga se está haciendo un cigarrito de liar. La verdad que se está bastante a gusto, Ruzafa tiene algo muy chulo de día que de noche desaparece. Es como que de día es más barrio.

El esgarraet llega en forma de timbal. Lleva un acompañamiento que nunca se me hubiera ocurrido, y que es raro, pero en cierta manera funciona. Queso fresco. Al tener el bacalao un extra de sal, parece que el queso este (que es prácticamente tofu), rebaja la salobre, y descansa la lengua un poco. Te da un alto el fuego. 

Las puntillitas, bien, clásicas. Realmente el rollo se lo da el picadillo. Llevan como un majadito de ajo perejil, aceite y sal, que le viene al pelo. Por el resto, classic puntillitas. 

Pedí también unos pinchitos morunos, porque los vi ahí en su bandeja, rojos y apetecibles. A mí me molan cuando están un poco secos, cuando tienen ese rollo como que hay que roerlos a lo coyote, y saben fuerte a pimentón y a comino. Estos venían con unas patatuelas fritas caseras, pelín pasadas de aceite, y con el picadillo de las puntillas. Por ahora todo bien, pero nada flipante. 

Habas con jamón. Caseras, porque las congeladas no se abren de esa manera. Guiso de cazuelita de barro con cebolla y jamón. Fantaseo con la posibilidad de un bocadillo tamaño dogo de Burdeos con estas habas y unas buenas llonganas. Maybe morcillas también. Por ahora lo mejor del día, pero siguen siendo trucos que ya he visto.

Nos hubiéramos quedado ahí, pero chico, era tarde, teníamos hambre, y en una de estas entradas al baño digo…¿no serán eso alitas?

Lo eran. Resulta que a mediodía tienen un menucito apañao, y ese día tocaba de segundo alitas al ajillo. Al cabo de un momento las tengo en la mesa.

Bueno, pues alitas. La verdad que no se les notaba el ajillo por ninguna parte. Eran unas alitas, como fritas, con las mismas patatas caseras que llevaban los pinchos. Podía perfectamente habérmelas saltado. A lo mejor con el picadillo ese de perejil...no sé. 

Un cortadito y tal. Al final salimos a 16 pavetes.

Entonces ¿Qué sacamos en claro? Este bar no tiene nada a lo que yo te pueda decir “aférrate”.

Quiero decir…es verdad que todo lo de la barra está bueno, de verdad que lo está, pero no hay nada diferenciador. Es un sitio, pues eso, correcto, la señorita Topisto de Luz de luna, el colega que te felicita en el muro de Facebook con un “disfruta del día como tú sabes”. 

Si algún día pasas por delante a media mañana, pues coño, pues te echas una Turia con las habas, y sigues con tu vida. Creo que tiene máquina de tabaco al fondo. 

Goza de amplio aparcamiento.