Me desplacé a una finca familiar. El trayecto fue corto, no se requería pasaporte. La geolocalización de mi destino planeaba sobre la València periférica, el lugar, varias parcelas del arenal El Recatí. Un sitio privilegiado y blindado por los arrozales y la huerta. El paso rememora el recorrido de un túnel exento de oscuridad, las plantas y las flores, dan el aroma de bienvenida a cualquier persona que se precie a cruzar el umbral de puerta de los hierros.
La finca es privada. Al fondo del camino yace una higuera trasquilada, los pájaros han dejado de revoltoear sobre el tronco. No hay sustancia. No hay miga. No hay nada que picar. Dicha hacienda familiar la componen varias casitas, y una comunidad felina muy bien arropada. Respetada. El cuidado que se tiene por los animales se huele en el ambiente de estos hogares mediterráneos con cierta fisionomía a patio andaluz.
El origen del Nadal de Trencaperols es anterior a la Guerra Cilvil española. Los Blayet fueron una de las primeras familias en asentarse en este dorado valenciano. Manuel Balleter Segarra, natural de Pinedo, vio en estas tierras el sueño de poder vivir junto a su esposa. Van por tres generaciones. Esta zona del territorio pertenece a la València vaciada del padrón municipal. En tiempo estival ocurre lo contrario, es repoblada. La playa es el efecto llamada.
En un hangar me esperaban Mº Luisa Ballester, Mª Carmen Ferrandis, Jesús Cortés y Dino Sebastian. Cuatro artistas que los jueves de cada semana, se reúnen en este taller reconvertido en dar una segunda vida a los muebles u otros objetos abandonados a la orilla de la carretera. Lo hacen por afición. No son profesionales. No son robots. Aprendieron este noble arte en un curso ofrecido por el Ayuntamiento de Algemesí hace seis años.
Mientras muchos valencianos, deciden por estas fechas, acercarse a grandes almacenes para adquirir nuevos utilitarios para sus hogares. Diciembre es el mes de presente. Le ha ganado el pulso a Enero. Este grupo de amigos y restauradores no dejan de reciclar objetos. La imaginación es una de las mejores armas para dar una segunda vida a un mueble. A eso, hay que unirle, el sacrificio, la paciencia, el sentido del humor, y disponer de buenas manos.
El oficio de restaurar es digno con la vida y compatible con la memoria. A veces nos desprendemos de utilitarios por hacerse viejos o romper con la línea de las modas absurdas. El trabajo de esta colla humana es la mejor vacuna para dañar lo menos posible al medio ambiente. Reciclan todo. Consumo responsable. Entre estas paredes decoradas con viejas herramientas destaca el ejercicio de utilizar componentes nobles como el vidrio o la cuchilla para darles a estos complementos otra vida. Un nuevo curso. Observo el trabajo que realizan desde el humor, la perseverancia y la constancia. Ellos utilizan la manos. Otros los pulgares. Economía circular. Economía del pulgar. ¡La carretera es una mina! ¡No los abandonemos! El 010 es una salida. Ellos también. Larga vida a la gran familia de Trencaperols.