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apuntes sobre la ciudad (8)

Los Pueblos del Norte: tierra de templarios

Los Pueblos del Norte: la herencia medieval. Incluye las pedanías de Benifaraig, Poble Nou, Carpesa, Casas de Bárcena, Mahuella, Masarrojos y Borbotó.

22/05/2019 - 

VALÈNCIA. En pocos espacios de la ciudad está tan latente la huella del rey fundador Jaime I. Lo paradójico es que no es ciudad en sentido estricto; es València pero no ciudad. Borbotó fue una donación del rey conquistador que llegó a manos de los templarios, los caballeros que le formaron cuando era sólo un niño en la dura e inhóspita Huesca medieval, en el castillo de Monzón. Borbotó fue, pues, tierra de templarios, junto a las antiguas alquerías de Moncada, Alfara, Carpesa, Massarojos y Benifaraig. En el caso de Borbotó, el rey le concedió el lugar primero a Guillem de Caportella, y no sólo le dio las tierras sino también los hornos y el molino; el pack completo.

Fue Guillem de Caportella quien a su vez se la dio a los templarios, en principio como donación (así lo constató el historiador del XVIII Joseph Villarroya citando al “maestro  Francisco Diego”). Los templarios se establecieron con escritura del 30 de agosto de 1258, de la que dio fe el notario Pedro Pablo. Un estudio de los historiadores Enric Guinot y Ferran Esquilache mostraba cómo fueron estos caballeros religiosos los que trajeron a los repobladores, cuyos descendientes son el origen de estos pueblos. Las hondas raíces, como comenta el arquitecto Vicente González Móstoles, presidente de la comisión de Patrimonio del CVC, se corroboran cuando uno pasea por los cementerios de estas pedanías, donde descubre cómo se repiten apellidos.

La presencia de Borbotó ha sido constante en los diccionarios históricos desde que apareció su nombre en los documentos del siglo XIII. De ella daba fe el botánico Cavanilles en sus Observaciones sobre el Reyno de Valencia de 1795. La citaba junto a Benifaraig, Carpesa y Tavernes Blanques y destacaba que tenía cultivo de secano. Hoy Borbotó forma parte de los Pueblos del Norte, el distrito de València que tiene nombre de reino de Juego de Tronos, junto a Carpesa, Massarrojos, Benifaraig, Mahuella, Casas de Bárcena y Poble Nou. 

Foto: KIKE TABERNER

El hombre que salvó a València

Todas las pedanías, dispersas por la huerta Norte que pertenece a València, tienen su porción de historia, algunas con gran relevancia en los destinos de la capital. Jaime I le dio a los templarios Carpesa a cambio de Ruzafa; si no lo hubiera hecho, ¿habría crecido València por el norte? ¿Los hipsters andarían hoy por lo que son caminos de huerta? De Benifaraig era el obispo Isidoro Aparici Gilart, quien salvó a València de la destrucción durante la Guerra de Sucesión, tras negociar con el vencedor de la batalla de Almansa, el duque de Berwick. Si no hubiera sido por él, lo que le hace Daenerys a Desembarco del Rey habría sido una chiquillada comparada con la destrucción de València a manos de los Borbones. Porque ésa era la idea inicial, que a València se le aplicara un Xàtiva. Aparici Gilart fue el Tyrion que sí logró que el dragón no echara fuego.

Hay también relaciones con la historia reciente. De Poble Nou es el expresidente de la Generalitat, Francisco Camps. Allí tiene también su yeguada el expresidente del Valencia CF Paco Roig, a quien algún domingo se le ha visto pasear a lomos de una yegua por los caminos de huerta. Y en Carpesa tiene sus instalaciones el Club Valenciano de Natación. En Borbotó ahora se encuentra la matriz de Pan Estellés, una empresa familiar en funcionamiento desde 1868 con casi una treintena de tiendas por toda la ciudad, y un bar que está considerado como uno de los templos del esmorzaret valenciano, el Cent Duros. Teniendo en cuenta sus orígenes, no resulta tan extraño que un autor local, el premiado Juan Ramón Barathaya escrito una novela sobre Jaime I.

Con 6.548 vecinos, los Pueblos del Norte son el distrito menos habitado de València de largo. No son también el menos denso por la dura competencia que supone la Albufera en los Pueblos del Sur. Aún así la densidad de las también llamadas pedanías norte es de 4,3 personas por hectárea; para hacerse una idea, es 64 veces menos que el distrito más densamente poblado de la ciudad: Camins al Grau. Los pequeños cascos urbanos miran a otras localidades: Borbotó a Godella, Massarrojos a Moncada y Rocafort… Salvo Poble Nou, que está atravesado por el camino de Moncada, la columna vertebral del distrito, todas las pedanías tienen su pequeña plaza que se convierte en ágora (Borbotó tiene dos, la plaza de la Patrona y la del Moreral), aunque algunas sean de reciente urbanización como la de Benifaraig, nacida de las cenizas de una rotonda gracias a los presupuestos participativos.

Las pedanías viven de su huerta y del sector servicios. Hacen funciones de minibarrios dormitorio, si bien la mayoría de sus habitantes son familiares o descendientes de oriundos. El porcentaje de extranjeros es el más bajo de toda la ciudad, apenas un 7,3% de la población, de los cuales casi la mitad son europeos. De hecho, hay vecinos que dicen en broma que en los Pueblos del Norte todo el mundo es forastero al menos los 10 primeros años; después, ya hablaremos. En Benifaraig se encuentra el colegio público Manuel González Martí, un oasis, un vergel, pero no tiene secundaria.

Dónde obtiene su materia prima Ricard Camarena

Algunas pedanías como Mahuella son auténticas aldeas galas al más puro estilo Ásterix. Ricard Camarena obtiene de la huerta de Mahuella parte de los cultivos frescos que sirve en su restaurante. En una ocasión, con motivo de un reportaje, Camarena y su equipo llevaron a los periodistas a conocer la pedanía, uno de los lugares menos frecuentados de València, adonde sólo se puede acceder con transporte privado. La metáfora de la aldea gala la comenta un miembro del equipo de Camarena.

Entre Albalat del Sorells y Albuixech, esta pedanía de apenas medio centenar de habitantes vive constreñida por las limitaciones a la construcción en la huerta. Ramón López Andreu, vecino y agricultor, asegura hablar en nombre de todo el pueblo cuando pide que se les deje edificar un poco, “una caseta aquí, una caseta allá”. “No nos dejan construir. Que hagan unas pocas viviendas unifamiliares, pisos de renta libre y de protección familiar, para que venga gente a vivir. Si hicieran un PAI xicotet, no hace falta más, tendríamos chiquillos y más gente. Porque aquí se está muriendo la gente y no viene nadie a sustituirlos. En mi casa éramos cuatro y ahora sólo quedo yo”, explica.

Foro: KIKE TABERNER

Mahuella es peculiar porque es un fragmento desgajado de la ciudad, como Casas de Bárcena. Junto a Tauladella, Rafalell y Vistabella, conforma un único ente, si bien habitada sólo está Mahuella; Vistabella misma es sólo un tramo de playa salvaje entre Massalfassar y la Pobla de Farnals, tal cual, a la que se puede acceder andando. Mahuella sólo es un casco urbano, con una ermita, una oficina del Ayuntamiento, y poco más. Ningún servicio. En Borbotó no tienen ni cajero automático. “Cuando nos muramos, ¿quién vendrá a aquí?”, se pregunta López Andreu. “¿Los ocupas?”, añade. Porque ocupas hay en los Pueblos del Norte, en pequeñas fincas propiedad de bancos, como a la entrada a Borbotó. “Ser de València no nos da ninguna ventaja”, comenta el agricultor de Mahuella. 

Conflictos con la ciudad

Las pedanías fueron asimiladas por València a finales del siglo XIX; la última fue Benifaraig en 1900. En el caso de Borbotó se aprobó por votación de los vecinos el 12 de diciembre de 1888; Borbotó fue pueblo independiente sólo 77 años, desde la extinción de los señoríos en 1811 hasta ese día. La relación en este siglo y medio ha estado plagada de conflictos, con casos tan problemáticos como la guerra del agua que se cerró esta legislatura. La regidora de Pueblos, Consol Castillo, decía que se había encontrado a los pueblos “en situación de resistencia”. Naves abandonadas con grafitis en el camino de Moncada, viviendas vacías, la España deshabitada está aquí y parece no importarle a nadie. En la ciudad no saben trabajar con los pueblos. Lo admitía Castillo: “Todavía cuesta que cada una de las concejalías tenga presente que en los pueblos hay realidades muy diferentes a las de la capital”.

Massarrojos se ha convertido en nudo de las pedanías por una ventaja logística: tiene parada de metro. El resto de localidades sólo pueden aferrarse a la línea 26, que durante esta legislatura ha ampliado su tiempo de espera haciendo que salir a por el único transporte público (que sólo da servicio en horas diurnas) se haya convertido en un acto de fe. No es de extrañar que sea en estas pedanías donde haya más interés por la puesta en marcha de un carril bici que les una con la ronda norte. Según el barómetro municipal de abril un 20,8% de los vecinos, la segunda cifra más alta de la ciudad tras Extramurs, están preocupados por el carril bici, mientras que el transporte público es la inquietud del 11,6%. Sólo el paro, que le preocupa al 15,9%, es comparable.

Las comunicaciones con el centro son una de las grandes carencias de estas pedanías, algo que es conocido por la Federación de Asociaciones de Vecinos. Su presidenta, María José Broseta, critica la displicencia con la que se ha tratado desde los despachos del Ayuntamiento y la EMT a estos pueblos. “Prácticamente no se cuenta con ellos. Viven en sitios privilegiados, pero carecen de unos servicios mínimos. Al ser pocos están abandonados. Hay pedanías que no tienen ni un parque para jugar a los niños”, comenta. “¿Estas personas no cuentan? Creo que tienen contar. Los autobuses de la EMT deberían ser más frecuente, más número, para que la gente pudiera ir. Hay que reducir las frecuencias para que los autobuses pasen más a menudo”.

La legislatura ha tenido sus luces y sombras. Entre los debes, la EMT y esos minutos más de espera diarios para cada viaje; entre los haberes, los trabajos de urbanismo y negociaciones como la que liberará a Massarrojos del tráfico rodado, o la reapertura de la escoleta municipal en esta pedanía, inauguración que aprovechó la regidora Consol Castillo, para anunciar que no continuaba. Pero, sobre todo, ha habido un trauma, que ha sido la prohibición del bou embolat, por las maneras, y especialmente en Borbotó, donde subyace una fuerte tradición bouera. Fue una imposición, sin plantear ni tan siquiera un referéndum como se había hecho en la vecina Godella. Ordeno y mando desde la Plaza del Ayuntamiento en estado puro.

El alcalde Ribó no quiere ‘bou embolat’

El alcalde de València, Joan Ribó, dio la cara ante los vecinos en una visita histórica, histórica porque los alcaldes y alcaldesas de València no han tenido por costumbre visitar los Pueblos del Norte. En ella, Ribó se mantuvo en sus trece y dijo que no le preocupaba si no le votaban, pero que mientras él fuera alcalde no iba a volver el bou embolat. Ha sido una imposición. La orden municipal no contó con consenso. El alcalde pedáneo, el socialista José Ramón Giménez, votó en contra de la prohibición. Dentro del Govern de la Nau, el socialista Ramón Vilar se salió de la votación del pleno. Sentó mal incluso en Compromís.

Fotos: KIKE TABERNER

A Consol Castillo y a su equipo les molestó la actitud de Glòria Tello, artífice de la medida, y que Ribó la apoyara sin ambages. No era por una cuestión electoralista, sino por respeto a la autonomía de estas pedanías en las que se mantiene la esencia de la València huertana, donde la pilota es sagrada y las bendiciones a animales en San Antonio Abad son todo un espectáculo. Los Pueblos del Norte son naturales; pero en las ciudades se prefieren siempre los productos light y los árboles se podan para que sean más estéticos, no para que den mejores frutos. ‘Maneras de vivir’, que cantaba Leño.

En el resultado electoral de las últimas autonómicas, si bien el PP sigue siendo la fuerza mayoritaria, los miembros del Govern de la Nau registran buenos números para lo que era costumbre en las últimas décadas. En los últimos comicios el PP fue la fuerza más votada pero la consideración de que en las zonas rurales se vota más a Vox puede ponerse en cuarentena. En Casas de Bárcena Vox logró 15 votos y sólo superó por dos a Unidas Podemos. En todo el distrito la fuerza más votada fue el PP, pero bajó de 1.126 votos a 958. Compromís también bajó, de 979 a 862, pero sigue siendo la segunda fuerza más votada. Ciudadanos y PSOE subieron. Los naranja lograron pasar de 515 escrutinios a 685, mientras que los socialistas pasaron de 413 a 654. Vox logró 426.

El balance de la legislatura que se hace en los Pueblos del Norte es positivo, a pesar de todo. Volviendo al barómetro de abril, se percibe en que sólo un 11,6% de los habitantes del distrito creen que la situación de la ciudad ha empeorado. El mismo porcentaje cree que empeorará. La mayoría optan por el status quo, que todo siga igual. La valoración al Ayuntamiento no es mala, un 5,8, por encima de la media, y la de vivir en la ciudad, o lo que es vivir ahí, está en la media de la ciudad: un 8,6. Herederos de una historia casi milenaria, viviendo en un emplazamiento en el que se combinan los problemas del extrarradio y de las zonas rurales, con la sierra Calderona al fondo, los Pueblos del Norte son el distrito más singular de la ciudad, con sus peculiaridades. En Borbotó mismo no hay Fallas; las fiestas son las de Santa Ana. No es tan extraño. Como bien saben los aficionados a Juego de Tronos, las tierras del norte son independientes.

Foto: KIKE TABERNER

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