Cada vez vivimos más y nos mantenemos jóvenes durante más tiempo. Una tendencia que gracias a la ciencia va a más, pero ¿eso cómo se paga? ¿Estamos preparados para el cambio social y económico que supone? El Longevity World Forum de València intentará dar respuestas a este debate
VALÈNCIA.- Treinta veces campeona de España, seis veces de Europa y seis del mundo, además de batir cinco récords nacionales. Este es el currículum deportivo de la atleta de Crevillent Teresa Ruzafa quien el pasado marzo, con sesenta años, se hizo con el título de Campeona del Mundo de Atletismo Máster en Torun (Polonia). Este admirable recorrido no se fraguó en la infancia. Teresa empezó a correr en serio a los 47 años para poner a raya los quilos ganados por su tercer embarazo. En estos catorce años de dedicación, apenas ha sufrido lesiones. Entrena mañanas y tardes y en casa remata el ejercicio con pesas o bicicleta estática. Desde hace un año le orienta un dietista para seguir cinco comidas al día y mantener su peso corporal de 48 kilos, ideal para competir. Reconoce en la madurez una segunda oportunidad de vivir la juventud.
«No cambiaría nada por volver a ser joven. No me considero de sesenta años para sentarme en un sofá a hacer calceta. Me siento más joven física y mentalmente. Es una manera nueva de entender la madurez. En cualquier campeonato, participantes de ochenta años consiguen unos tiempos impresionantes. Nos llaman ‘máster’ en lugar de viejos. La generación de mis padres fue muy distinta. Reconozco que me cuesta más recuperar, pero aconsejo a todos hacer deporte; empezar primero con grupos por la salud y por el bienestar. La actividad hace afrontar las cosas con mejor ánimo», afirma Teresa a Plaza.
Teresa es un ejemplo del llamdo greyny-boom, la revolución gris que agita la demografía global. El aumento de la longevidad no solo se traduce en un número creciente de personas mayores sino también en un cambio del significado de ser mayor, alejado de aquella gente de poca salud, escasa educación, con muy poca movilidad cotidiana y dependiente de los hijos. «Todo ha saltado por los aires. Si hay alguien que cuide de los demás, son las personas mayores. Nadie computa su papel al atenuar los efectos de la crisis económica. Las personas más longevas ahora son las más revolucionarias. No tienen modelos pero nos abren el camino a los que venimos detrás. Es una revolución social sin precedentes», celebra el demógrafo y sociólogo Julio Pérez Díaz, investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas en el Instituto de Economía, Geografía y Demografía del Centro de Ciencias Humanas y Sociales.
La longevidad ha venido para quedarse. Las personas mayores de 65 años rozan la quinta parte de la población española, con una proporción de octogenarios que supera el 6%. En 2050 se espera seis jubilados por cada diez trabajadores. En paralelo, los nacimientos han caído casi un 30%, y a la vez desciende el número de hijos por mujer y se retrasa la edad de la maternidad hasta llegar a un 63% de madres con cuarenta años o más. El saldo negativo entre nacimientos y muertes suscita lecturas como la llegada de una vejez larga plagada de achaques económicos y sociales. En esa línea, el libro Suicidio demográfico en Occidente y medio mundo, de Alejandro Macarrón. El director de la fundación Renacimiento Demográfico culpa al envejecimiento de poner en jaque al Estado del Bienestar y nuestra supervivencia, y estima que en 2100 España habrá perdido casi dos tercios de su población activa. Seremos viejos, solitarios, más pacíficos y conservadores, en una sociedad más pobre y con una pérdida de influencia internacional por culpa de la caída demográfica.
Aunque suene nueva la idea de «envejecimiento poblacional», cuando la población pierde vitalidad al contar con más personas mayores y con menos nacimientos, viene de largo. «Responde a una calificación tendenciosa, de principios del siglo XX, cuando corrientes muy nacionalistas utilizaban el biologismo como analogía para asustar. En 1918, se publicó La decadencia de Occidente, de Oswald Spengler, que ya apuntaba a la baja fecundidad y al declive poblacional. Es lamentable mantener esta idea cuando hemos alcanzado la mejor situación demográfica de toda la historia humana. Sin embargo, algunos sectores ideológicos la describen como algo a combatir. Es volver más de un siglo atrás. El natalismo se ha vuelto una especie de epidemia internacional con el auge repentino del nacionalismo con Trump, Salvini y Vox. Todas esas recetas se han demostrado falsas», señala Pérez Díaz, autor de La madurez de masas.
El éxito no solo radica en alargar la vida sino también en aumentar la productividad de la generación anterior. «Los nacidos en los ochenta intentan asustar con el peso que se les viene encima, pero el gran error es pensar en cantidades. Si en los últimos dos siglos no ha habido un colapso total se debe a que cada nueva generación produce mucho más que la anterior. Lo que ha cambiado es el sistema reproductivo. Tenemos tantos hijos como en el censo de Floridablanca en el siglo XIX, pero no es un retroceso. Con una población de menos de quince millones de personas hacían falta tantos nacimientos como hoy, con 47 millones. Ahora se tienen hijos con un alto grado de dedicación sin precedentes. El resultado es una esperanza de vida que ha superado los ochenta años. Hace un siglo era de 35. Ha cambiado la pirámide de edades; hay más gente arriba donde antes apenas había nadie. Esta es la catástrofe», ironiza Pérez Díaz.
Antes, las personas mayores de 65 años apenas representaban el 3% o 4% de la población, pero la reestructuración esperada con la llegada de los baby boomers alcanzará el 30%. «No nos vamos a hundir. El cambio de la pirámide ha multiplicado la cantidad de capital disponible para grandes inversiones. La inversión de riesgo a largo plazo que ha permitido la revolución tecnológica era casi toda de fondos de jubilación», observa Pérez Díaz. Lejos de las visiones apocalípticas, para este demógrafo el envejecimiento significa una oportunidad de mejora: «El cambio de la pirámide de edades ha hecho que los sistemas sanitarios se adapten y se conjunten con los servicios sociales. Nos hace plantearnos cambios en el diseño de las ciudades adaptadas a las personas y la forma de cuidar en el entorno familiar».
«Quienes hablan de que el envejecimiento pone en riesgo el Estado del Bienestar son los mismos que están dañándolo a base de políticas fiscales irresponsables que benefician a los más ricos, se reducen servicios y prestaciones, se privatizan atenciones básicas como la teleasistencia, o se implantan copagos. La vejez se torna un factor añadido de empobrecimiento, en la medida que las familias deben asumir gastos muy elevados de los que las instituciones públicas se desentienden, y solo se ofrece una menguada Ley de Dependencia. La Comunitat Valenciana es un buen ejemplo», lamenta Carlos Gómez Gil, sociólogo y profesor titular en el Departamento de Análisis Económico Aplicado de la Universidad de Alicante.
El dato «demoledor» —según este experto— que lo demuestra es el hecho de que el 75% de las plazas asistenciales para tercera edad en España sean privadas, con un coste mínimo de 1.800 euros por persona. «Según la Encuesta de Población Activa (EPA), la geriatría supera a la hostelería y a la informática en crear empleo. Hay que asegurar el acceso a servicios sanitarios y cuidados especializados sin llevar a la quiebra de los ahorros. También hay que evitar la exclusión social, asistencial, sanitaria y ciudadana de los mayores, y las grandes disparidades entre regiones. Urge intervenir para evitar el declive demográfico, mejorar la calidad del mercado de trabajo y la creación de empleo, con efectos muy positivos para conseguir una economía del envejecimiento en auge», señala Gómez Gil, experto del Observatorio de la Vulnerabilidad del Síndic de Greuges y del Alto Consejo Consultivo para el Desarrollo de la Agenda 2030 de la Generalitat Valenciana.
Parte de las principales preocupaciones que suscita el envejecimiento ataca a las desigualdades sociales. Para Sacramento Pinazo, profesora de Psicología Social de la Universitat de València, y vicepresidenta de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología, la falta de sostenibilidad del sistema requiere rediseñar los servicios. «Más de la mitad de las estancias en los hospitales son de población mayor, y las enfermedades de larga duración se asocian con la edad. A edad más avanzada, más mujeres hay, y el porcentaje de años de vivir con buena salud se reduce en el caso de las mujeres. Cuando una mujer cumple 65 años, el 44% del tiempo por vivir es de vida saludable, el resto serán años con enfermedades crónicas que requieren cuidados de terceros. En la Comunitat Valenciana hay un geriatra por cada 53.000 personas mayores, y grandes hospitales valencianos no cuentan con ninguno. Si se mira al País Vasco, se puede atender mucho mejor a las personas, los servicios pueden mejorar», sostiene Pinazo, presidenta de la Sociedad Valenciana de Geriatría y Gerontología.
«La geriatría supera a la hostelería y a la informática en crear empleo. Hay que asegurar el acceso a los servicios sanitarios»
El sistema sanitario español no está preparado para adaptarse al nuevo escenario del aumento de la esperanza de vida, reconoce el geriatra Leocadio Rodríguez, jefe del Servicio de Geriatría del Hospital Universitario de Getafe, director Científico de Fragilidad y Envejecimiento Saludable del Centro de Investigación Biomédica en Red (CIBERFES) y ponente en el Longevity World Forum: «No se hace nada por estarlo. Sabemos qué factores suponen un riesgo para el colapso, e incluso cómo combatirlo. El problema es la discapacidad que acompaña a un porcentaje de las personas al envejecer, lo que aumenta el uso de recursos y los costes. Se necesitan políticas para mejorar los estilos de vida y adaptar a nuestro Sistema de Salud la provisión de cuidados integrales y Servicios de Geriatría adecuadamente dotados en todos los hospitales de la red sanitaria».
Este geriatra lamenta que en España los modelos sociosanitarios se limiten a la prestación protésica para las personas discapacitadas. «Representan menos del 10% de los ancianos, y no se hace nada por evitar la discapacidad detectando a aquellas personas en riesgo, que son el 50%. Están absolutamente desenfocados en su planteamiento. La cuestión no es tanto quién financia la provisión de los servicios como garantizar un mínimo de calidad. Los poderes públicos deberían ser mucho más cuidadosos y regular de forma firme los requisitos para abrir residencias. La población que vive en estos establecimientos es especialmente débil e indefensa y la posibilidad de cometer una amplia variedad de abusos y negligencias sobre ella es elevada», advierte Rodríguez, ponente de la segunda edición del Longevity World Forum en València.
En España, la Seguridad Social paga 9,6 millones de pensiones y casi todas las personas mayores de 65 años perciben algún tipo de pensión, por jubilación o viudedad. En los años ochenta, las pensiones empezaron a protagonizar «una tromba de alarmas» debido al creciente envejecimiento de la población, recuerda Pérez Díaz, cuando el economista Milton Friedman, de la Escuela de Chicago, propugnó privatizar los sistemas públicos de pensiones por insostenibles. «El estado chileno de Pinochet le encargó la privatización del sistema público de pensiones, pero fue un desastre y lo revertieron. Aún no nos han explicado por qué el envejecimiento de la población pone en peligro el sistema público de pensiones y los privados no, cuando lo cierto es que son muy desastrosos los sistemas privados de pensiones. Cuando la gente se jubila y capitaliza sus fondos, estos bajan en valor. Los sistemas públicos son muy sólidos en la Unión Europea y permiten una estabilidad muy notable. Hay que dejar de asustar al personal», anota este sociólogo.
La longevidad constituye «un gran regalo que estamos dilapidando porque todas las ganancias de vida van a edades no laborales y demandan pan en vez de traerlo», esboza el economista José Antonio Herce, profesor titular de Fundamentos del Análisis Económico en la Universidad Complutense de Madrid y director asociado de economía aplicada de Analistas Financieros Internacionales (AFI).
«Se prolonga la educación porque vamos a vivir más y, si somos conscientes de eso, ¿por qué queremos vivir todos esos años adicionales sin trabajar? ¿De dónde va a salir el pan? Muchos ven en esto el complot de la mano negra que nos quiere robar las pensiones, pero no hay más remedio que abordar las consecuencias. Si de cada diez años ganamos 2,5 años de vida, ¿qué parte de esos 2,5 años vamos a seguir trabajando acumulando esfuerzos, y qué otra a disfrutar? Ahora queremos dedicar esas ganancias a tirarlas por la borda de un crucero y nos cuesta dinero. Si la edad de jubilación se acompasara con las ganancias de vida, restaríamos del gasto de pensiones, porque nos jubilaríamos más tarde y sumaríamos al esfuerzo contributivo. Cada vez hay más gente que le gustaría poder seguir trabajando, si su trabajo tuviera buenas condiciones», indica Herce.
La capitalización de las pensiones es todavía una asignatura pendiente de nuestro sistema de jubilaciones, donde los capitales provisionales acumulados apenas llegan al 7% del PIB, concentrados en renta fija y en valores nacionales, con un riesgo mucho mayor. «En los países avanzados la Seguridad Social repone el 30% o el 40% del último salario como mucho, en España un 80%, pero a cambio no hay pensiones de empresa dignas de tal nombre. En Holanda, con menos población, las pensiones de empleo dan el 50-60% del último salario, pero el gran esfuerzo ahorrador ha permitido que los capitales provisionales equivalgan al 180% del PIB, que está financiando tecnología y capital riesgo con inversiones a largo plazo de infraestructuras concesionadas y productivas», señala Herce, de visita a València con motivo del ciclo En busca de la prosperidad: los desafíos de las migraciones, organizado por La Fundació Ernest Lluch y el Ivie, en colaboración con la Fundación Bancaja.
Herce, presidente del Foro de Expertos del Instituto BBVA de Pensiones, insta a todas las personas por debajo de los 55 años a que se preparen para escuchar lo que consideran malas noticias. «Que no se pregunten qué puede hacer la Seguridad Social por ellos, sino qué pueden hacer ellos por la Seguridad Social, porque está exhausta. Tienen que trabajar un poco más que sus padres, porque el sistema va a reclamarles durante más tiempo. Si vivimos cinco horas más en cada 24 horas, alguien las tiene que pagar. La contrapartida es pagar más cotizaciones, aceptar menores pensiones o trabajar más tiempo», recalca este reconocido experto.
Ha pasado un siglo desde que se creara la jubilación, pero la edad de retiro casi no se ha movido y la esperanza de vida se ha disparado. «Se debe a que el voto sénior es más amplio y el mensaje sencillo que entiende todo el mundo es que si se mantienen y se suben las pensiones es perfecto, pero hay que hacer algo para que se sostenga el sistema. Retrasar la jubilación es algo normal, pero luego viene gente muy de izquierdas, y con razón, diciendo que si los ricos pagaran los impuestos que deberían se cubrirían las pensiones, pero son dos cosas distintas», señala Alfredo Alfageme, coordinador del grupo de Sociología del Envejecimiento de la Universidad Jaume I de Castelló, que trabaja casi una década en la propuesta del retiro temporal remunerado a lo largo de la vida, ahora en fase de consulta con partidos políticos, sindicatos y patronal.
«La propuesta no se basa solo en envejecimiento, sino también en igualdad de género y en la formación continua. El retiro como tercera fase de un curso vital que empieza con el aprendizaje formal y sigue con el trabajo remunerado es un esquema tradicional cuestionable, procedente de las sociedades industriales y de la división sexual del trabajo. Ahora, durante el tiempo de trabajo remunerado está la edad fértil de las mujeres para tener hijos, y se asumen otras tareas no remuneradas a cargo de hombres y mujeres. Proponemos que, dada una edad de jubilación X, cualquier persona pueda disponer de sus primeros cinco años de jubilación o más a lo largo de la vida, por ejemplo, para criar a un hijo o volver a estudiar, con unos años cotizados y el compromiso de trabajar un poco más al llegar la edad de jubilación. Se trata de distribuir el retiro para que no quede concentrado al final de la vida. Desde la izquierda, se ve como un nuevo derecho de los trabajadores, y desde la derecha se acepta por ser muy liberal, cada uno organiza su tiempo como quiere», describe Alfageme.
José Antonio Herce: «Muchos ven en esto el complot de la mano negra que nos quiere robar las pensiones, pero no hay más remedio que abordar las consecuencias»
De seguir la evolución actual, un porcentaje relevante de trabajadores de entre sesenta y setenta años preferirá trabajar a tiempo parcial, comparte José María Labeaga, catedrático de análisis económico en la UNED y ponente en el Longevity World Forum. «De existir demanda de empleo para ello, debería incrementarse la edad de jubilación. Pero se deben mirar las situaciones a nivel individual con cierta flexibilidad dentro del marco legislativo. Ya existe en España la jubilación parcial, pero con restricciones. Se puede utilizar selectivamente en determinados colectivos con el fin de relajar la presión sobre el gasto público».
Pese a los numerosos retos que supone, el envejecimiento no es una prioridad en estos momentos a nivel político y económico en España y Europa, lamenta Labeaga. «Existen numerosas medidas políticas que se podrían adoptar, si hubiera voluntad y valentía. En estos momentos coexisten sistemas diferentes (sanitario, social, de pensiones), y cabría discutir cómo han de interaccionar y administrarse, pero no está encima de la mesa. En España, varios sectores, como el turismo o los seguros, consideran a las personas mayores un segmento de mercado en el que hacer negocio. Todo esto tiene ventajas, pero tiene sus inconvenientes en segmentos de población de mayores excluida por razones de renta o riqueza. Si se amplían las desigualdades dentro del propio colectivo, tendremos un envejecimiento a dos velocidades, no deseable», concluye este economista.
II LONGEVITY WORLD FORUM
VALÈNCIA.- El análisis de los retos del envejecimiento global celebra su cumbre, por segundo año consecutivo, los días 13, 14 y 15 de noviembre en el Palacio de Congresos de València. El Longevity World Forum se erige como un acontecimiento científico de primera magnitud a nivel internacional, que reúne a algunos de los mejores científicos que investigan la longevidad con la idea de interaccionar, presentar los últimos resultados en el mundo y proponer soluciones para promover la longevidad saludable. «Este congreso tiene como distintivo su aspecto multidisciplinar y orientado hacia la promoción de la salud. Los resultados que se van a presentar se prestan a llegar a conclusiones prácticas, por ejemplo, qué suplementos hay que tomar, qué tipo de ejercicio hay que hacer, qué vigilancia hay que tener con los fármacos convencionales, cómo se controla el estrés y, desde luego, las implicaciones sociales de estos hechos. En este sentido, la cita es una oportunidad única para integrar el conocimiento que se está generando acerca de la longevidad», describe José Viña, catedrático de Fisiología de la Facultad de Medicina de la Universitat de València, que lidera el exitoso grupo de investigación Freahage, en aspectos nutricionales, longevidad, fragilidad y enfermedad de Alzheimer.
Este congreso internacional promueve el envejecimiento activo como una forma de vida basada en la idea de que envejecer no es una enfermedad. «La idea de que envejecer necesariamente lleva a la dependencia debe ser superada. Envejecer aumenta el riesgo de fragilidad y fácilmente nos lleva a la dependencia. Sin embargo, se ha demostrado entre nuestro propio grupo de investigación que, mediante prácticas adecuadas, por ejemplo la del ejercicio físico —que no vale cualquiera, sino que debe ser multicomponente, personalizado y social—, se puede revertir los efectos tremendos del envejecimiento», añade. Para el economista José María Labeaga, ponente en el congreso, el foro supone una oportunidad para exponer cuestiones económicas y sociales del envejecimiento. «Es apasionante desde el análisis y es relevante para la toma de medidas de política económica y social. Desde nuestro ámbito se pueden enviar algunos mensajes como la conveniencia de ciertas coberturas que eviten la pobreza y la exclusión o la necesidad de equidad intergeneracional, de forma que se detecte la importancia de la coordinación entre los responsables de las diferentes políticas que se han de llevar a cabo», celebra este experto.
* Este artículo se publicó originalmente en el número 60 de la revista Plaza