PSPV y Compromís han orquestado un cambio de segundo escalón del Consell, sin esperar a Podemos, en el que las urgencias de los partidos y del propio Gobierno han supuesto el aumento de altos cargos
Estábamos hablando de si había que aumentar el número de consellerias para que entrase Podemos en el Consell o había que hacerle hueco en las que ya había, y, sin esperar –más– a que Montiel se aclare con sus asamblearios, cogen Puig y Oltra y aumentan en cuatro el número de altos cargos, como diciendo: Antonio, haber estado más presto, que teníamos unas urgencias que no podían esperar a septiembre.
Lo verdaderamente urgente era cubrir las dos vacantes tras la dimisión de Dolores Salas y la destitución de Mònica Cucarella, especialmente la de la Secretaría Autonómica de Sanidad, que en la cúpula del departamento que dirige Carmen Montón están en cuadro tras la dimisión de Salas y la baja accidental del subsecretario, Ricardo Campos (por cierto, y no es por fomentar más nombramientos, ¿tiene lógica que la conselleria con más presupuesto y la segunda con más personal –Sanidad– sólo tenga una secretaría autonómica, frente a las cuatro que por ejemplo tienen en Hacienda –contando a los de ese rango en los institutos de finanzas y tributos– o en Presidencia?)
Volviendo al asunto de la remodelación, junto a la urgencia de cubrir esos dos puestos estaba la de sacar a María José Mira de la Conselleria de Economía. Una salida, según ella, por la puerta grande y la cabeza bien alta junto con Poyatos, su fiel escudero en la batalla que ha librado –y perdido– contra Climent y los suyos. Poyatos, para quien en su día Mira consiguió una dirección general en el Servef, la acompañará ahora a Hacienda.
Que el Consell aproveche estas urgencias para renovar a los responsables de otras áreas, que a lo mejor se querían cambiar antes pero mejor hacerlo todo de golpe, es lo normal en cualquier gobierno.
Lo que no es tan normal es la carambola de Puig para desatascar la sucesión en el PSPV municipal de Valencia –a ver cómo sacábamos a Calabuig de ahí– y devolver a Ciprià el escaño en el Congreso que los votantes le negaron por dos veces (y le volverán a negar si hay unas terceras elecciones y todo el mundo cree que es por culpa de Sánchez, que vamos camino de eso).
Una carambola que ha supuesto la creación de dos Delegaciones del Consell con rango –y sueldo– de secretario autonómico, que ya son ganas de liar más el organigrama.
Lo que empezó con un quítame allá una secretaria autonómica –Mira– y de paso a Poyatos, que esa dirección general del Servef era nuestra –del Bloc– y no del PSPV; continuó con un además me creas una Secretaría Autonómica de Empleo para que no haya dudas de que el Servef es nuestro; pues a cambio me pones –al PSPV– a un director general en Industria –Diego Macià, nada menos, y contentamos a los lermistas–; pues vale, pero Julia Company –y Climent– se quedan el Ivace, y además nos creas una dirección general para Mónica, que quiere potenciar el área de la infancia; vale, pero a cambio de lo de Empleo yo lo que necesito es una secretaría autonómica en Presidencia para Calabuig; pero si ya tienes tres; pues le llamaremos Delegación del Consell para la Unión Europea y Relaciones Externas; vale, pero entonces a Mónica le toca otra Delegación del Consell, que se llamará para el Modelo Social Valenciano, ya veremos cómo lo vestimos, y a cambio eliminamos una dirección general, la de Planificación, Ordenación, Evaluación y Calidad, que no sirve para nada.
Veamos: dos nuevas delegaciones del Consell, una para el PSPV y otra para Compromís; una nueva secretaría autonómica para Compromís; dos nuevas direcciones generales, una para cada socio de gobierno; una dirección general de Compromís que desaparece, y una dirección general que pasa del PSPV a Compromís. Más que equilibrio, esto es malabarismo. Para que ahora venga Montiel a que le hagamos un sitio.
El saldo neto son cuatro nuevos puestos de altos cargos, tres de ellos con rango de secretaría autonómica, a los que les toca un puesto de asesor por barba.
No seré yo quien critique al Gobierno de Ximo Puig por superar el número de altos cargos de Fabra. Fue él quien lo hizo –¡maldita hemeroteca!– cuando estaba en la oposición con una propuesta de reducir el número de consellerias a seis –ahora son diez– y eliminar la veintena de secretarías autonómicas. La alegría con la que se lanzaron aquellos discursos choca ahora con la realidad de algunos departamentos, no todos, ciertamente desbordados, necesitados de buenos mandos. Quizás lo que haría falta, más que fijarse en el número de altos cargos, es una auditoría interna de la carga de trabajo de cada uno, que no siempre quienes llevan la fama son los que cardan la lana.
Desde la legitimidad que me da estar pagando la seguridad social de la señora que viene a limpiar mi casa desde antes de que Zapatero cambiase la ley y lanzase una campaña con descuentos para convencer a los millones de pagadores en negro –descuentos que no alcanzaron a los que ya pagábamos en blanco, porque las amnistías fiscales son así–, afirmo que Pablo Echenique es un jeta, otro más.
Un caradura no sólo por haber contribuido al deterioro de la caja de la Seguridad Social que millones de honrados españoles sostenemos y de la que el propio dirigente político se beneficia como persona dependiente, sino por aprovecharse de uno de los desgraciados a los que dice defender desde un partido como Podemos, al que ha hecho tanto daño como su líder, Pablo Iglesias, al proclamar que lo que ha hecho Echenique es "un ejemplo moral". ¡Qué vergüenza, señores!
Que un ciudadano no pague el IVA o trabaje en negro se puede entender cuando tiene una situación de necesidad. No es el caso de Echenique –responsable de que la Seguridad Social ingresase ese dinero–, ni el de otros dirigentes podemitas defraudadores por avaricia y no por necesidad. Millones de españoles defraudan cada día a pequeña escala, parece inevitable, la sempiterna picaresca, pero para predicar contra la corrupción en un mitin o en una columna de periódico lo mínimo exigible es no ser uno de ellos.
Y quienes disculpan a Echenique o defendieron a Monedero y a Errejón tienen en el espejo la explicación de por qué millones de españoles siguen votando al PP de la corrupción: Cuando son de los tuyos se ve de otra manera.